Hombre, yo en parte lo entiendo. Si te gusta el arte y existe una posibilidad de zaherirlo menos es normal que estés en contra de ello, por pura razón de ver lo que amas menos comprometido, y por respeto al artista. No hay vuelta de hoja.
Me parece que partes ya desde una premisa polémica, al hacer distinciones, como si aquellos que ven una película doblada (ya sea por elección, por ignorancia de otras formas de verla, por ser ciegos, o por lo que sea) tuviesen necesariamente que amar menos el cine, o respetasen menos a los artistas que han producido esa obra.
De hecho siempre me ha parecido ligeramente absurda esa obsesión con atenerse a "la obra original", según el ámbito temporal del que hablemos. Si hablamos de películas hechas en los últimos 25 años, he de estar de acuerdo en que ver la película en su idioma original te acerca al 90% a ver "la obra original". Si hablamos de películas de más de 25 años, o tienes un proyector de 35mm en tu casa, o estamos hablando más de postureo y esnobismo que de arte.
El doblaje altera la obra de arte, el subtitulado la interpreta.
Estoy en completo desacuerdo. El subtitulado altera la composición visual, divide la atención del espectador en la pantalla, y se pierde igual cualquier pretensión de estar respetando algo más de lo que lo hace el doblaje. De poco te sirve escuchar al actor si no sabes lo que está diciendo y, mientras acudes a unos rótulos que te explican lo que dice, te pierdes igualmente otras cosas.
Si hablamos de subtítulos "oficiales", podemos asumir que estarán medianamente bien hechos, y será relativamente fácil seguirlos. A poco que te vayas a comprar un Blu-Ray o te metas a ver pelis en X plataforma, a saber quién y cómo los ha hecho, partiendo de qué traducción (muchísimas veces, los subtítulos son un mero volcado literal del doblaje a texto), qué tamaño de fuente ha usado, cómo los ha distribuido en pantalla, y cuánto están sincronizados respecto al audio. He visto verdaderas barbaridades.
Todavía recuerdo cuando me puse a ver un viejo DVD (creo que de Regia, o Manga) de "Las tres caras del miedo", donde me la puse en VOSE y acabé pasando a la pista doblada, porque había 3 o 4 segundos de desincronización. O aquel celebérrimo DVD de "La noche de los muertos vivientes" con los subtítulos en color amarillo chillón y ocupando 1/2 de la pantalla, en tamaño letras de molde. Podría citar de memoria docenas de casos de subtítulos infames. Y seguro que también podría citar doblajes igualmente infames. No pretendo, en modo alguno, "vender" las bondades de algo que no deja de ser una alteración, ni pretender al respecto más que esto: que cuando te enfrentas a una obra audiovisual en un idioma que no conoces, subtítulos o doblaje, da igual: son dos reinterpretaciones igualmente válidas o inválidas, y en cualquier caso, fatalmente necesarias, si no conoces el idioma fuente.
Cuando hablamos de una obra de arte creada con el idioma de por medio (ya sea escrito o hablado) o se traduce, o nunca saldrá de las fronteras natales de su autor. Necesaria la traducción, hay dos líneas que deben cruzarse por huevos en algún punto: el desconocimiento idiomático, y la integridad de dicha obra. Para que la obra llegue a todos, algo debe sacrificarse. ¿Sería mejor no ver cine ruso en absoluto, si no se habla ruso a pelo, o se está dispuesto a quemarse las pestañas viendo, qué se yo, Andrei Rublev?
Si ves el arte como puro entretenimiento para pasar el rato, es lógico que te parezca de dudoso gusto que nadie le diga a nadie como divertirse. Pero si lo contemplas como una expresión cultural que ha sido y es fundamental para el desarrollo intelectual y social de la raza humana desde su primer momento, entonces lo más lógico es defender su integridad a toda costa. Sobre todo cuando existen opciones mejores y peores.
De nuevo haces una distinción de público, entre quienes buscan "entretenimiento" y quienes buscan "arte" o "cultura" que me parece una postura errónea. ¡Tú, precisamente, haciendo tal distinción!
Las inquietudes de todo público son las mismas: que te cuenten una historia. Luego están el bagaje, las expectativas, y el nivel cultural, la mochila que cada uno lleva de casa, pueden enriquecer o empobrecer la experiencia, pero la experiencia en sí, no cambia. La esencia del acto es la misma: vamos a ver un
cuento audiovisual. Las implicaciones cuando vi Psicosis a los 9 o 10 años, y cuando este año me vi la última película suya que me quedaba por ver, Topaz, son muy diferentes, cuando vi Psicosis no sabía quién era Hitchcock, no sabía nada de cine de suspense y no me había leído sus entrevistas con Truffaut ni otros miles de páginas sobre él, ni había discutido sobre él en foros varios... pero esencialmente, es lo mismo: sentarse a ver cómo te cuentan una historia.
Que sí, que si, que yo también me veo algún doblaje de vez en cuando, que he crecido con ciertas voces que me dan un tilín nostalgico, que a veces ver ciertos clásicos de los ochenta que vi del videoclub cuando era un chiquillo tienen un aura mágica con las primeras voces que escuché... Eso también lo entiendo. Al igual que entiendo que una vez que te acostumbras, hay voces que te acaban de enamorar y se identifican con ciertos personajes. Es complicado decirle adiós a Constantino Romero por pura pureza de principios. Y también pienso que a veces el rechazo al doblaje se excede. El doblaje existe, y sí, sí que hay buenos trabajos de doblaje. Extraordinarios incluso. Y sí, aunque duela, hay actores que hacen un mejor trabajo de interpretación que el original.
Yo no veo doblajes "de vez en cuando". Los veo alternando con la VOSE, porque disfruto conociendo todas las versiones, y respeto profundamente el trabajazo que han hecho los actores de doblaje en este país durante décadas y en la sombra, a menudo sufriendo el descrédito cuando no el acoso; y respeto igualmente el trabajo que hacen el director y los actores de una película, trabajo que entiendo, en una sala de doblaje jamás se podrá igualar.
¿Porqué me tengo que quitar una expresión cultural? Nunca lo entenderé. No hablamos de elegir una u otra, sino que podemos tener ambas, complementarlas, ver la misma obra desde diferentes ángulos, prestar atención a unas cosas o a otras.
Me encanta escuchar a Manolo Cano doblando a Warren Beatty, y me encanta escuchar también a Beatty. Esta semana vi Shampoo en VOSE, y para mi sorpresa, Julie Christie dice que le encantaría comerle la polla a a Beatty. Para mi sorpresa. No recordaba yo ese diálogo la primera vez que la vi en VHS. Efectivamente, en el doblaje CENSURARON esa frase, y Christie dice que le gustaría verle en pelotas, o algo parecido y más suavecito. Es arqueología pura, descubrir, comparar encontrar. Es historia de nuestro país.
Adoro a Felipe Peña, o a Constantino, y no por ello me privo de escuchar en VO a John Wayne, o a Clint Eastwood. Para mí se trata de complementar. De sumar, no de restar. De unir, no de segregar. El cine como expresión cultural, y el doblaje, no son enemigos, son complementos. Son dos artes complementarios. Ese arte, el doblaje, se ha hecho durante décadas, ya está ahí, existe un inmenso contingente de doblajes magníficos, es absurdo pretender destruirlo o eliminarlo, cuando a través de él, miles de personas han conocido historias que, de otra forma, no habrían salido de unas fronteras delimitadas.
¿Es acaso PEOR ver una película doblada, que no verla jamás? Me parecería un reduccionismo casi inaudito, una forma de nazismo cultural, como si el cine no fuese un arte popular y de masas, sino algo que tuviera que pertenecer exclusivamente a una élite intelectual.
Y después tenemos a directores como Miyazaki, que ha dicho varias veces que prefiere que veas sus peliculas dobladas y te concentres en lo visual sin la distracción de unos subtítulos. Y no es ni el primer ni el único director de animación en decir algo semejante. Se puede argüir también que los subtítulos son una intrusión visual en un medio principalmente visual. Y que por mucho que la costumbre nos impida ver que nos distraen, nos distraen. O que la economía y síntesis del subtitulaje es una pobre substitución de la fluidez de un dialogo bien entendido y captado con igual naturalidad. De los italianos doblándose con actores diferentes en su propio idioma por razones estéticas no hablamos porque al menos se respeta la intención artística, pero es un buen comentario sobre las posibilidades del doblaje en si mismo.
En España se doblaban las películas de nuestro propio país hasta hace apenas un par de décadas. Los actores se doblaban a sí mismos... o no. Hasta finales de los 90, creo que no escuché la voz de Paul Naschy en una película suya, siempre le doblaban. Creo que la primera vez que le oí, fue en School Killer (casi preferiría no haberle oído, menuda mierda, de película, no lo digo por él).
Por no hablar de otras mil cosas. Las coproducciones donde cada uno chapurreaba diálogos en un idioma y luego se doblaba cada país. Las películas rodadas en países europeos, pero destinadas ya al mercado mundial, que tienen varios doblajes y resulta difícil discernir cual es "el verdadero", si es que hay uno y no varios. Y filias, y fobias. Vincent Price, por ejemplo. Me encanta su voz, y si lo puedo evitar, jamás lo escucho doblado. Y mira que, casi siempre, lo dobló Felipe Peña, que era un grande.
¿Me gustaría que el doblaje desapareciera? En lo personal, sí. No por falta de respeto por aquellos a quienes les gusta, sino porque tengo más respeto a los artistas que crearon el arte y sigo pensando que, globalmente, es la opción más solvente.
Los artistas, probablemente tenían aspiraciones de que su arte fuera conocido, cuanto más mejor, incluso aunque ello implique cierto grado de sacrificio. Nadie pinta cuadros, escribe novelas o rueda películas para esconderlas en su sótano (salvo quizás, J. D. Sallinger y Hans Backovic). Muchísimos directores se han manifestado a favor del doblaje, no porque les parezca maravilloso que parte de su obra sea alterada, sino porque quieren que su obra llegue lejos, y son conscientes de que el doblaje ha sido, históricamente, un sacrificio necesario. Las películas se hacen para ser vistas en cuantos más lugares mejor. Para que eso suceda, ha de realizarse una traducción.
Esto es un hecho que a día de hoy, aún nadie ha podido soslayar. Incluso los consabidos defensores del "pues aprende inglés" son víctimas de un subconsciente imperialismo, causa probablemente del colonialismo más o menos disimulado que venimos manteniendo desde la Segunda guerra mundial, como si todo el cine fuese hecho en inglés, o al menos, el importante. Es imposible, por muchos idiomas que sepas, disfrutar de todos los libros y de todas las películas en todos los idiomas. Tarde o temprano, llegas a un punto en el que necesitas una traducción. Sorprendentemente, algunos parecen ver esto como un defecto personal, algo de qué avergonzarse.
Actores como Charlton Heston, Woody Allen, Sean Connery o Sigourney Weaver han agradecido en diversas ocasiones el doblaje de sus películas en España, no porque les haga gracia ver sustituida su voz por la de otro señor o señora, sino porque son conscientes de que, durante décadas, si han sido conocidos en países de habla no inglesa, ha sido gracias a esos actores anónimos que han puesto ahí sus voces. Es un trabajo poco agradecido que hemos preferido ignorar o despreciar.
El mensaje es el mensaje. El resplandor es un doblaje históricamente infame (aunque a mí nunca me ha parecido tan malo como el de Barry Lyndon, película que jamás he soportado ver doblada más de unos pocos minutos). Pues bien, la primera vez que vi El resplandor fue de noche, con unos amigos en la casa de campo de uno de ellos, con unos 14 o 15 años, acabó la película, había que salir a cerrar la verja exterior antes de acostarse, y... pues nadie tenía huevos a salir sólo a cerrarla. La película nos los había dejado por corbata. Al final, salimos todos juntos.
Y entonces, lo que Kubrick pretendía, el mensaje, asustar, llegó y funcionó, y surtió efecto sin el menor problema. Incluso a pesar de Carlos Saura, Verónica Forqué y compañía, como receptores, nuestros esfínteres no tuvieron problema en identificar el mensaje: abran las compuertas, que evacuamos.
Entonces, si el fin último de una obra de arte, que es transmitir un mensaje, llega y puede ser descifrado con éxito... ¿dónde está la pérdida? Aún más, si puedes descifrar el mensaje en varios idiomas, será siempre algo más rico que limitarte a uno sólo, por mucho que sea el original. Yo no vendo bondades de lo que no deja de ser una traducción, ni pretendo establecer qué es mejor o que no: obviamente, la obra en su idioma original, es lo mejor. Entiendo que, incluso en sus mejores tiempos, cuando las películas tardaban años en llegar a España, y los estudios de doblaje disponían de meses o incluso años para ensayar el doblaje, rara vez va a ponerse a la altura, salvo que el producto sea paupérrimo. R.O.T.O.R. es mejor doblada que en VO, pero es que si la ves en VO estás viendo un doblaje. Los 3 actores principales eran tan malos, que fueron doblados en post-producción antes de estrenar la peli en EEUU. Es decir, estás escuchando el doblaje de un doblaje de unos actores paupérrimos, y tienes ahí como prota a un tío capaz, que ha doblado a Sean Connery en algunas de sus mejores películas. Obviamente, es un caso extremo, una excepción que confirma una regla.
En resumen, para vagos, mi postulado es que porqué restar cuando puedes sumar. Que el doblaje no deja de ser un arte, y que no veo necesario elegir cuando puedes tenerlo todo, simplemente apretando un botón en tu reproductor de cine doméstico favorito.