Respuesta: Woody Allen's post
Madurándola desde ayer... leñe, qué buena es esta película, copón. Disculparme el texto pero esta película lo merece. Hablamos de un Allen maduro en los comienzos de su carrera que ya apuntaba maneras para quitarse esa especie de San Benito de ser un director que no podía aportar algo más.
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Renata:
Dile que te parece bien. Es evidente que necesita tu aprobación.
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Joey:
No le ha costado conseguir la tuya.
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Renata:
No cuenta tanto como la tuya.
Acostumbrado el público a un cine cómico, de tono disparatado, Woody Allen da un salto bestial cambiando por completo el tono y el género. Un paseo por la cuerda floja y sin red. "Interiores" es un viaje serio, triste, duro y sin concesiones. De tono completamente pausado, dándole importancia al escenario, a las emociones internas, al dolor y sufrimiento causado por una persona en concreto y como el rencor, el odio, el perdón, la incomprensión y el suicidio son la piedra de toque, el cambio de registro y la plasmación que Allen era más que un cómico de diálogos chispeantes. Había un autor de prestigio dentro de él.
Dice la historia que Woody Allen bromeaba diciendo que "Interiores" era una película para europeos, pues estos estaban acostumbrados a un cine más profundo, complejo y de ritmo más lento. Y ya fuese en serio ya fuese en broma la película es todo eso y más. Desde el primer plano la historia gira en torno a un personaje concreto: Geraldine Page, la madre y esposa, de carácter frío, distante, complejo y por ende difícil de tratar y difícil de llevar, muy acorde con su trabajo, interiorista: exquisita en la exposición pero fría en el contenido. Una actriz excelente con un papel que borda la perfección de la incongruencia emocional. Una persona dominante y persuasiva (la escena de la lámpara y el jarrón lo dice todo). Alguien que ha promovido que sus propias hijas acaben enfrentándose sin posibilidad de reconciliazión hasta llegar al punto álgido (ese abrazo en el funeral lo dice todo).
Una película de personajes tristes, acomplejados, duros y frágiles al mismo tiempo. Personas que no han tenido el amor de una madre sino todo lo contrario: una dominación y una ausencia de afecto absoluta. Pero Woody, amparándose una vez más, en un reparto femenino, plasma con delicadeza y a su vez sin ápice de maniqueismo las emociones afectivas maternofiliales (o mejor dicho la falta de estos). Una madre es una madre y a pesar de haber sido la persona más grotesca del mundo es una madre y así lo demuestra el diálogo final entre Joey y su madre, Eve. A pesar de ser la causante de todo el dolor, Joey la perdona y la quiere.
Una historia que a pesar de contar con un ritmo pausado no se deja nada en el tintero. Paso a paso comprendemos todos y cada uno de los sentimientos y emociones de todos y cada uno de los personajes envueltos. La primera escena lo deja claro: en esa casa no había amor, es una casa fría (de ahí el empleo de colores pálidos). Renata sufre mirando el exterior, Joey siente distanciamiento y Arthur (el ex-marido de Eve) rememora a sus hijas, siendo éstas pequeñas, en los momentos (quizás los únicos) más felices de su vida. La casa es fría por lo que representa y contiene. La decoración de Eve lo es, una especie de exposición de su mundo interior.
Y cuanto más la conocemos más nos damos cuenta el poder de dominio y el querer ser siempre el centro de atención, minando y corroyendo el carácter de sus seres queridos. De ahí que todos se distancien o intenten mantenerse alejados de ella. El marido se separa, Renata se mantiene alejada de ella, Flyn (la tercera hija) vive su vida como actriz mientras que Joey es la única que mantiene una especie de relación amor-odio. Y como siempre, cada padre tirará hacia una hija en concreto: la madre por Renata (una magistral Diane Keaton alejada por completo de sus personajes más joviales) mientras que el padre tira por Joey (una expléndida Mary Beth Hurt, una especie de Woody Allen femenino con todos y cada uno de sus problemas existenciales).
"Interiores" es una película que en apariencia puede parecer aburrida, lenta e incluso pretenciosa. Nada más lejos de la realidad. Allen plasma con exquisitez minimalista (gracias a la ayuda, una vez más, de Gordon Willis, quien consigue plasmar la frialdad necesaria y envolverlo todo en un ambiente distante, ajeno al color de las emociones humanas positivas). Sin ir más lejos, Allen rompe con esa monotonía visual cuando Pearl, la futura mujer de Arthur, aparece vestida con un vestido rojo chillón, acorde con su carácter jovial. Incluso se permite querer cambiar el colorido de la decoración. Algo que choca por el atrevimiento pero es un simbolismo de querer dar un paso adelante, de trasladar una nueva vida y una nueva estabilidad emocional a esas vidas rotas. Las miradas de todos y cada uno lo dicen todo.
Cuando Joey le dice a Renata "
El mar está en calma" y ésta le responde con un "
Sí, está muy tranquilo", con las tres hermanas mirando en la misma dirección, no hay mejor forma de finalizar la película. La reconciliación, la paz y la tranquilidad (aunque sea a costa de una pérdida familiar) no puede ser más redonda aunque el mal no se pueda remediar.