Respuesta: Woody Allen's post
“Para el Kun Kux Klan, Zelig, que además de judío se podía convertir en negro o judío, era una triple amenaza”.
Es imposible no quedarse prendado con esta obra imprescindible tanto en la filmografía de Allen como del séptimo arte en general. La película, a modo de mockumentary, narra las peripecias (obra, milagros y desgracias) de Leonard Zelig, apodado "El hombre camaleón" por su pericia a la hora de transformarse en todo lo que se le antoje para poder así pasar desapercibido y de esa forma no ser una voz discordante o una opinión controvertida y de esta forma no sentirse excluído.
La historia no es más que una crítica a todo lo que Allen puede abarcar: desde la sociedad, la cultura americana, la prensa escrita, etc. sin dejar a un lado sus elementos vitales como el psicoanálisis, el amor, las relaciones sentimentales, religión y un humor tan característico (marca registrada por así decirlo). Con una narrativa perfecta y que asombra por ser consecuente con lo que expone, este documental de varias piezas es todo un alarde de técnica narrativa al igual que es un ejemplo que sería un preludio de lo que Zemeckis conseguiría tiempo después con Forrest Gump, donde Allen consigue mediante la superposición de imágenes mantener plano con personajes históricos como Hitler pero empleando a otros tantos como Capone, Chaplin, el aviador Charles Limbert o el Papa Pío XI entre otros muchos más.
Porque contamos con una historia que se resume en una sola palabra: amor. Es lo único que Zelig necesita para ser él mismo. El filme, emplazado en un repaso histórico que va desde los movidos años 20 donde los espectáculos y salas de variedades a ritmo de jazz estaban en pleno apogeo pasando por la 2ª Guerra Mundial, el Kun Kux Klan o la depresión económica americana no es más que un escenario de fondo para darle a su personaje un tono creíble y por ende de una credibilidad convincente. Pero es imposible dejar a un lado el trabajo de Willis en el campo de la fotografía, consiguiendo el tono y formato necesario y deseado para darle ese toque anticuado, mediante técnicas como pisotear y ensuciar las cintas, logrando así la degradación necesaria.
Lo más llamativo del caso es como Allen logra, mediante una narrativa con el lenguaje documental bien aprendido, darle a su película la convicción necesaria para que lo acontecido en todo el metraje tenga la validez necesaria para ser algo que podría darse el caso a pesar de ser una ficción impresionante: el empleo de documentales y fotografías de archivo son justo lo necesario para darle a Zelig, tanto el personaje como a la historia de este, la dosis necesaria de realismo y fantasía a partes iguales. Pero lo más importante es que no abandona en ningún momento ese humor tan particular y tan característico como lo acontecido en el hospital (el plano de los doctores auscultándolo es brutal), las fotos donde la caracterización requerida es brutal (verlo de negro, chino, judío, payaso e incluso mariachi es impagable) o momentos como el encuentro con el propio Hitler.
Pero como he dicho antes, el amor es la esencia de esta historia pues gracias a él y por ende su relación con Eudora Fletcher (una Mia Farrow grácil y delicada), la psicoanalista que caerá ante los encantos de Zelig, le darán las fuerzas necesarias para ser él mismo y tener voz y opinión propia sin necesidad de ser otra persona. Pero como Allen es Allen, el giro final es toda una vuelta de tuerca a modo de crítica a la sociedad en general y al ser humano en particular pues ésta es vulnerable y voluble al ver en Zelig el héroe odiado y aclamado en un corto espacio de tiempo mientras lo vitorean como un ser especial y necesario en la cultura del s. XX. Tan sólo hay que ver la cantidad de merchandising que surge a partir de la fama alcanzada por el camaleonismo del personaje y acabar siendo un muñeco y canciones pasajeras en manos de gente hambrienta de una noticia pasajera.