1280 almas, de Jim Thompson. Este es relectura. ¡Hay relecturas que son maravillosas! Esta es la segunda vez que la leo, y sé que habrá otras. Nick Corey es el sheriff de un pequeño pueblo sureño, donde la incultura, el racismo, la violencia, el sexo, la religión, la corrupción y la pobreza, van de la mano, forman un todo indisoluble. Nick es el comisario, y eso es todo... o no. Porque Nick, tras su fachada de sheriff paleto, comodón, conformista, glotón y manejable, es un asesino, cabrón cínico y delirante.
Y ni siquiera es el peor de quienes le rodean, es sólo el producto de una sociedad profundamente enferma, violenta e hipócrita. El retrato de secundarios absolutamente miserables que rodean al protagonista no tiene fin, desde su inclasificable esposa Myra (menuda papeleta) a la habitual galería de funcionarios municipales corruptos que se andan entre chanchullos y disimulos, granjeros racistas que dejan embarazadas a sus hijas adolescentes, vecinos tocapelotas que siempre andan buscando pleitos con una mano y la escopeta con la otra, alcohólicos maltratadores, nadie está exento de mierda. Es una novela donde no hay buenos ni malos, sino solo gente, gente como, en el entorno sociocultural que le tocó vivir, la veía el autor.
No he leído más que 2 obras de Jim Thompson, cosa que pienso corregir en breve, aunque hay que tomárselo con calma, porque leer este hombre, es como tomarse un veneno dulce.