Ya lo decía la gran Raffaella, que para-hacer-bien-el-amor-hay-que-veniiir-aaaal-¡SUR! (golpe de melena). Lo malo de la canción de la italiana, aparte de que corres el riesgo de desnucarte bailándola, es que genera expectativas desorbitadas. Eso es lo que le ocurre aquí a la pobre Katherine Hepburn, una secretaria de Ohio que viaja al país de Raffaella con el fin declarado de cumplir su sueño de ver Venecia, y el más secreto de encontrar el arroz antes de que se le pase el amor. Allí conocerá a un anticuario, juntos removerán la paella, explota-explota-que-expló, y hasta aquí puedo leer.
Ésta es la última peliculita de un director que después sólo hará ya peliculones del calibre de "El puente sobre el río Kwai","Lawrence de Arabia" y "Doctor Zhivago". Pertenece al subgénero "yanquis-de-vacaciones-por-la-pintoresca-Europa", cuyo éxito reside en explotar las bellezas locales y los tópicos sobre las diferentes nacionalidades, divertidos aunque ciertos: los italianos, ligones; los turistas yanquis, simples ("¡Cientos de cuadros! ¡Todos pintados a mano!"); las solteronas de Ohio, decentes; y Venecia, la ciudad del amorrrrr. Bastante convencional, en la forma y en el fondo (una de las frases promocionales rezaba: "Vino a Venecia como turista… y regresó siendo una mujer"), aunque por lo visto no lo suficiente para la censura española, que recortó y "suavizó" varios diálogos. Pese a todo, creíble y entretenida.
(Daniel Andreas: FILMAFFINITY)