(
A Good Day to Die Hard, John Moore, 2013)
John McClane en extinción
¿Cómo describir un estado anímico provocado por una de las peores entregas de la saga? Llegados a este punto es imposible hacer una crítica medianamente limpia de subjetivismo cuando nos intentan dar gato por liebre y mucho más aún cuando esto que acabo de contemplar no es algo que pueda pertenecer a la saga Jungla de cristal por mucho que le acompañe un número que lo indique. Uno de los pequeños documentales que rulaba por internet vía youtube indicaba, con un director orgulloso de ser el que lo espetaba, que esto era "La jungla de cristal del s. XXI". Una frase cargada de cierta epicidad y como si sus maneras fueran a ser las necesarias para un cambio (que nunca se pidió). Visto el resultado da miedo pensar en lo que piensan convertir de ahora en adelante a John McClane. Porque esto no es Die Hard, no es ni tan siquiera un esbozo de lo que podría haber sido.
Es la nada. La nada más absoluta. El improperio más ofensivo para una saga que se convirtió en un sinónimo de calidad en el campo del cine de acción y por ende en la construcción de un icono pop por derecho propio donde el don de estar en el lugar y momento equivocado, el don de el héroe anónimo de lograr salir del mayor embrollo pero sufriendo todos y cada uno de los golpes recibidos a ritmo de chascarrillos y tiros certeros con un Willis que logró granjearse el clamor popular y de la crítica a partes iguales. El único don que pudiera (o pareciese) tener esta 5ª entrega es que hace buenas las entregas pares. Porque aquí no hay tensión, no hay emoción, no hay acción (bien orquestada). Es todo un mucho ruido y pocas nueces amparado en que "
el sonido a toda pastilla y todas las explosiones posibles suplantarán con ciernes la carencia de inventiva".
No se puede negar que la cuarta entrega era el punto y aparte en la saga. Era el tono extremo que pensaban tener de ahora en adelante y sin parecerme un gran producto, dentro de lo malo, aún podía mirarse algunos fragmentos concretos y dentro de lo que cabe Wiseman, aun no siendo el mejor de los directores, funcionaba a medio gas pero funcionaba al fin y al cabo y aún dotándole de una espectacularidad extrema a toda su película quizás esa era su "originalidad". Y dentro de lo malo el guión partía con una idea bastante interesante como es el terrorismo informático a un nivel mucho mayor pero que a las claras no era impedimento para Willis para soltar los correspondientes mamporros.
John Moore fue el director elegido para esta quinta entrega y desde luego es uno de los peores directores hasta la fecha para la saga. Partiendo con un guión que en lo escrito poco o nada aporta (es la parte masculina de lo que fue la 4ª: pelea y reconciliación con su otro hijo... ¡ahora en el extranjero!) una vez vemos su traslación a lo visual se nota una dejadez absoluta. Es como si el dotarla de muchas escenas de acción fuese suficiente como para poder ganarse el favor y el aplauso del fan más acérrimo. Y no es así. Si por algo triunfaron las entregas impares anteriores fue precisamente por saber jugar con la tensión, saber jugar con la exposición, con el ritmo, con el tono, con la dosis justa de acción y espectacularidad junto con unos efectos especiales modélicos siempre al servicio de la historia y no al revés. Aparte de que McTiernan siempre ha sido y será un ejemplo a imitar para el género.
Aquí todo sucede con la más absoluta de las desidias, con el más absoluto aburrimiento por bandera. Porque ya no sólo el guión flojea y poco interesa. Es que la acción está puesta al servicio de la nada, al servicio de una falta de conocimiento del montaje, la ejecución y la exposición. Aparte de contar con una cámara y una fotografía muerta, sin el más mínimo respeto por resultar contemplativo, resultar llamativo. Una falta de escrúpulos muy importante a la hora de querer hacer encajar un cuadrado en un círculo. Sólo hay que ver la persecución en la carretera o la aparición del helicóptero destrozando la planta del edificio o incluso la escena del tiroteo de los esbirros con los dos McClane tras la barra. Todo es a lo burro, sin apenas enfoque, no importa cuán ruidosa o espectacular pueda parecer o resultar: no hay una ejecución modélica o una realización convincente. Es todo a lo bulto, no hay interés en ser constructivo o ser interesante. Es el ampararse en "todo vale en la saga". Y eso duele, ofende y desmorona.
Pero uno de los peros más dolientes es el nulo carisma de Bruce Willis. Aquí no es McClane, no es ni siquiera un McClane viejo, arto y hastiado de todo. De eso ya se encargaba en cierta medida la anterior entrega. Aquí es la ausencia de la esencia del personaje. No hay nada que haga reconocer o recordar los momentos icónicos del rol más atractivo del género hasta la fecha. Es un pasaba por aquí en toda regla. Incluso los chascarrillos (muy pocos además) resultan vacíos de gracia y acierto. Y cuando espeta su frase icónica resulta desinflada, autómata, carente de poca mítica. Es todo al servicio de la nada. Ellos solos (incluido Willis) faltan al respeto a un rol que valió la pena descubrir. Si a esto le sumamos unos villanos ausentes, estúpidos, chirriantes y con ganas de provocar sorpresa en el peor de los sentidos (¿a estas alturas seguimos utilizando el rancio cliché de mascar un alimento a modo de villanía cool?) contamos con que todo se convierte en un despropósito con ganas de matar lo poco que quedaba ya de la saga en pie y destrozarlo, hacerlo añicos, jirones, inmolar un producto férreo y convertirlo en un hazmerreir sin gracia, en un insulto, un despropósito a sabiendas.
Visto lo visto se me antoja
el Indiana Jones 4 de la saga. El todo vale porque sí, el obligar al héroe solitario ir acompañado de su vástago innecesario en las escenas más aburridas, tópicas y carentes de buen gusto para darle salida en el futuro a modo de nuevas entregas sin la presencia del que las hizo famoso, el creer que por darle una forma explosiva ya suple un fondo negro y podrido. Y por mucho que quieran darle un empaque pseudo europeo, sucio, seco emplazándolo en uno de los lugares más terroríficos del planeta (Chernóbil) todo es una mera excusa para darle trabajo a nuevos directores que nunca debieron estropear lo que tanto tiempo, trabajo y esfuerzo habían logrado. John Moore puede que esté contento por haber sido parte de la saga pero ha conseguido la mayor de las calamidades: matar a John McClane. Y eso es intolerable e imperdonable.