Una grata sorpresa esta nueva spielbergada. Thriller de espías en plena guerra fría y drama judicial, todo en uno, un entretenimiento de primera clase y además con trasfondo histórico y ético, rodado y dialogado como si fuera una película de los años 50 hecha ahora mismo.
Hanks hace mucho, la verdad, aportando presencia y encarnando a un personaje que le va como anillo al dedo, por mucho que parezca por momentos más una idea andante. Uno de esos hombres íntegros, padre de familia, empeñado en hacer lo correcto aún teniéndolo todo en contra... el americano ideal, vaya, ejemplo de los valores de la nación; el idealismo, defender la libertad y los derechos del prójimo, etc. Y estoy de acuerdo en que la exaltación patriotera yanki está controlada. Nos es presentado un contexto casi pre-bélico de mucha tensión, y ni EEUU ni la URSS salen muy bien parados. Aquí vemos nacionalismo del malo, del que alimenta la paranoia, los extremismos (los niños aleccionados en el colegio), estás conmigo o contra mí. La suciedad está a ambos lados del telón de acero, tal es el paralelismo. Lo que empieza como un teatro para quedar bien, es tomado por el héroe como causa personal y entonces luchará hasta el final por cumplir con el deber.
Las dos partes funcionan bien; la primera, como presentación y demostración de unas capacidades y de un código, la segunda, como un viaje a la oscuridad y a perder la inocencia en el siempre complicado juego del espionaje. Donovan no es un ser celestial, es un hombre corriente con labia y recursos. Los golpes de humor, entre maliciosos y chorras, tampoco desentonan y son de agradecer al Coen que hay detrás; la persecución bajo la lluvia, el resfriado, la familia comunista falsa (no como la yanki, claro)... Lo malo, un final redundante, cansino, con un gag involuntario final; los niñitos saltando la verja (no queda contento el “jew”, no). En cualquier caso, imposible no caer rendido ante un montaje (llamativas transiciones) y un saber contar gracias al cual te meriendas las dos horas largas como si tal cosa. El polaco, con los fogonazos de siempre, y por destacar algo, tanto la persecución muda inicial como el desenlace en el puente, puro cine.
El mundo sórdido y gris de los espías, dulcificado por la mirada de Spielberg. Buena combinación, y eso que salí espantado de “Lincoln”.