Un rápido resumen de los que nos presenta esta vez Darren Aronofsky podría decirse en una sola frase: “Sangre, dolor, soledad, resurrección y triunfo”. Sangre y dolor por parte de un antiguo luchador (Mickey Rourke) con el único fin de que persista su honor, fuera del campo de lucha, lo invade la soledad, pues sin muchos medios económicos y sin tener ninguna clase de relación con su única hija, vive en una vida desprovista de amor, lo que lo ubica en el mas horrible de los infiernos, su única escapatoria es luchar, allí es donde se da la mano con la vida, si para unos el vivir es compartir con los seres amados y rodearse de todos los lujos posibles , para el es desangrarse, escindirse y dañarse con el fin de ser aclamado por sus seguidores, pensando que pronto llegara su resurrección, para un final que le anticipa el inesperado triunfo del grandioso luchador Mickey Rourke. Darren Aronofsky asume con gran madurez este nuevo proyecto, mas serio y profundo que sus antiguos trabajos, optando por ubicar en un segundo plano aspectos técnicos a los que nos tenia acostumbrado en sus producciones y ubicando en uno primerísimo la narrativa. El guión nos traslada a la mente de un luchador ya no tan fuerte, que recibe fuertes golpes emocionales, debido al declive de popularidad por sus condiciones físicas, The Ram (Rourke) casi no escucha y padece del corazón, pero aun así sigue luchando, aunque esto atente contra su vida. Su única compañía es una bailarina exótica (Marisa Tomei), quien curiosamente también se encuentra en muy mala situación, los clientes ya las prefieren un poco más jóvenes y esto atenta contra su integridad económica ya que debe mantener a su pequeño hijo. Lo anterior es la base que reconstruye el muy trabajado guión, el fin aborda temas y situaciones verdaderamente dramáticas pero afortunadamente no desea producir una lágrima fácil, situaciones pausadas, escenas duras y muy crudas, diálogos que necesitan ser analizados por el espectador y un ritmo tan ausente pero tan intimidante que a simple vista pareciera que estuviésemos ante una película minimalista. La ausencia de alguna clase de partitura es extraña tratándose de un film de este director, pero aun así no las necesita. El final no tan digerible como me esperaba, algunos lo pueden encontrar como inconcluso o como otra pretensión del señor Aronofsky, pero yo lo encontré verdaderamente excelente, invita a la reflexión y el análisis por parte del espectador quien no acude solo a esta proyección a entretenerse.
El guión exige de un perfecto trabajo actoral, y el señor Mickey Rourke brilla como el mejor de los diamantes, y aunque no estemos ante la mejor interpretación masculina del año, su trabajo será recordado ya que marco su carrera debido a su excelente desempeño, este papel le viene como anillo al dedo, Marisa Tomei realiza breves apariciones en la película, su trabajo es notable, no tan impresionante como el de Rourke y no tan logrado como para merecer un premio de la Academia, pero si logra una actuación muy cruda y recordable. El triangulo actoral lo culmina la señorita Evan Rachel Wood que con tan solo un par de diálogos a su favor estremece con su actuación, una de las actrices que mas prometen de su generación.
Imprescindible, porque es una obra sumamente sencilla y bien actuada, que nos habla de la otra faceta de estos luchadores, de los sentimientos y la sensibilidad de un hombre aparentemente rudo, nos sumerge en una historia muy dura y nos proporciona un desenlace tan real y autentico como la vida misma.