EL LUCHADOR (THE WRESTLER)
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Randy “The Ram” Robinson destacó en la década de los ochenta por ser uno de los luchadores profesionales más conocidos y admirados. Veinte años después, todo ha cambiado para él: sobrevive a duras penas mediante un trabajo indeseado y efectúa apariciones esporádicas en cuadriláteros venidos a menos. Caído en el olvido y ya en el ocaso de su carrera y de su vida, Randy, en franca decadencia, hace un último esfuerzo por remontar el vuelo, por obtener algo de calor humano en las figuras de Cassidy, una stripper también dolida, y Stephanie, su hija adolescente con la que nunca se relaciona. Sin embargo, es el ring, y todo lo que ello abarca (oponentes, público, espectáculo), el único lugar que le ofrece comprensión, su único hábitat posible.
Ficha Técnica
Dirección: Darren Aronofsky / Productores: Darren Aronofsky, Scott Franklin / Guión: Robert D. Siegel / Fotografía: Maryse Alberti / Música: Clint Mansell / Montaje: Andrew Weisblum / Efectos especiales: Drew Jiritano / Intérpretes: Mickey Rourke (Randy “The Ram” Robinson), Marisa Tomei (Cassidy), Evan Rachel Wood (Stephanie Robinson), Mark Margolis (Lenny), Todd Barry (Wayne), Wass Stevens (Nick Volpe), Judah Friedlander (Scott Brumberg), Ernest Miller (The Ayatollah)… / Nacionalidad y año: Estados Unidos, Francia 2008 / Duración y datos técnicos: 115 min. color. 2.35:1.
Comentario
Resulta obvio que una de las virtudes principales de El luchador es el hecho de apoyarse, como soporte esencial, en la imponente presencia de Mickey Rourke, quien realiza casi una genuina performance mediante la que el propio sujeto, el intérprete, constituye la obra artística. Su cuerpo castigado y su rostro algo deforme son, en definitiva, la expresión fehaciente de una vida tormentosa marcada por el conflicto, la decadencia y el acercamiento al abismo personal y profesional. Así, el actor hurga en sus tripas y en su corazón para poner a disposición de su personaje gran parte de sus experiencias vitales con una convicción y una verdad que conmueven. Este papel, el del luchador Randy “The Ram” Robinson, que trata de resurgir a pesar de sentirse desplazado y olvidado tras una trayectoria otrora reconocida, simboliza la épica del perdedor cincelado por la soledad y los sueños rotos. En otras palabras, sería el paradigma del tipo caído en desgracia que, en un proceso de redención personal, persigue exorcizar sus demonios, enmendar sus errores y reconducirse.
Por consiguiente, el cineasta Darren Aronofsky, consciente de la naturaleza del material y sin renunciar a su estilo, opta por la contención, la sobriedad y el enfoque realista a la hora de abordar esta descarnada crónica del ocaso. Ya ajeno a sus tan cuestionados artificios que le reportaron críticas furibundas en base a su incomprendida pero magistral La fuente de la vida (The Fountain, 2006), retrata con cercanía el deambular de un pobre diablo crepuscular y condenado, de una vieja gloria vapuleada por la vida y su entorno. Y, como decíamos, Rourke, con su rostro demacrado, su físico dañado y su llamativa y extravagante melena tintada, se erige en el vehículo idóneo para plasmar la decrepitud del ser humano, la pertenencia a un pasado que ya no volverá y el hundimiento del que es objeto. Y es que este luchador profesional, llegado el estertor de su carrera, no es sino un alma solitaria que sobrevive a duras penas y cuyos intentos de redención o encauzamiento son abortados o frustrados: véase su relación con una stripper, encarnada por una Marisa Tomei en excepcional periodo de madurez, que tiene mucho de alma gemela y a la que desearía como compañera sentimental y el reencuentro con su hija ignorada.
Lo único que le queda a este personaje, al que en cierto modo podríamos situar en la galería del bigger than life, es el ring. El cuadrilátero, ese impúdico lugar de exhibición, es el único mundo en el que sabe desenvolverse y en el que encaja. Su principio y su fin, su nacimiento y su muerte, incluso su heroísmo, estriba en la lucha. Los oponentes son sus cómplices compañeros de esfuerzos; los espectadores, su familia. Es, en fin, su hábitat natural, ese sitio que se rige por unas reglas y códigos de honor que conoce y acepta, y fuera de ahí se siente desubicado, ninguneado y maltratado.
El devenir del personaje de Rourke ostenta una credibilidad fuera de lo común, lo que genera emoción y conmoción. Con un actor entregado a la causa en cuerpo y alma, la cámara de Aronofsky, que apuesta por un estilo próximo y sin exceso formal alguno que distraiga la atención o asfixie el relato, se sitúa a su altura, a sus espaldas, a ras de suelo, y jamás le abandona. Hay aquí una mirada humana, profunda y respetuosa al interior de un ser amargado que va agonizando, y es de lo más curioso e irónico que la bravucona, estrafalaria y febril escenificación de la lucha libre sea, al fin y al cabo, un entorno más auténtico que la cotidianeidad de lo que se cuece ahí afuera.
No caben recursos lacrimógenos en una excepcional película que se define por la crudeza, la turbiedad, el dolor… El protagonista provoca que le amemos y comprendamos por su suicida profesionalidad, sus surcos de humanidad y sus deseos de salir adelante del mejor modo que sabe; y que, claro, suframos por él y su sacrificio de perfil cristiano: en este sentido, el sangriento combate cuya puesta en escena incluye alambres de espino, y que supone uno de los fragmentos más físicos e hirientes que hayamos visto en los últimos tiempos, se constituye en una flagelación tan tangible que traspasa la pantalla.
Anécdotas
* La película fue premiada con el León de Oro, el máximo galardón que concedió el jurado presidido por el director alemán Wim Wenders en el Festival de Venecia de 2008. También obtuvo los Globos de Oro al mejor actor principal y a la mejor canción original, escrita expresamente por Bruce Springsteen. * Mickey Rourke fue la primera elección de Darren Aronofsky para el rol protagonista, pero el estudio no confiaba en el polémico actor y sugirió a Nicolas Cage. No obstante, el director insistió en su apuesta por Rourke y, tras hacer que éste se comprometiera a tomarse en serio el papel, consiguió su objetivo. * En una escena de lucha, Rourke, con el fin de otorgar más realismo a su personaje, verdaderamente se cortó en la frente mediante una cuchilla, lo que supone una práctica usual en el ring para muchos luchadores. Además, en la búsqueda de obtener la mayor autenticidad posible, Aronofsky contó con público auténtico en los combates así como con luchadores profesionales que aparecen actuando ante las cámaras o asesorando tras ellas. * Uno de los oponentes de Randy, “El Ayatollah”, está interpretado por Ernest Miller, un luchador auténtico. Otras figuras del wrestling que forman parte del reparto son Ron Killings, Smooth Tommy Suede, Necro Butcher, Mike Millar y Johnny Valiant.
Manel Lledó Bertomeu (Altea, Alicante. España)