CORAZONES DE HIERRO
De Palma interesado formalmente en contar la historia, sin alardes audiovisuales de distracción (esta vez había una intención de texto), que no acaba de convencer por, precisamente, un guión que no redondea por varias razones, las cuales intento listar (tanto ellas como lo que influyen en la película):
1. Un prólogo y epílogo vergonzantes. Contar la historia por ver a una tía en el metro que se parece a la víctima y terminarla porque ese ángel "te perdona"..., viendo después a J. Fox sonriendo y mirando al cielo, es algo que debería estar penado.
2. Un tercio final maniqueo, pese a que De Palma rueda muy bien el fuera de campo, con un juicio absolutamente convencional, absurdo, heroico y totalmente fuera de tono. Por no hablar del "que le den por culo, señor". Vergonzoso.
3. Unos personajes unidimensionales donde los actores no pueden hacer nada con ellos. A J. Fox le falta la sotana y a Penn el rabo de diablo..., y sus caras al respecto lo dicen todo, cayendo en el ridículo constantemente.
4. Un machacante subrayado del mensaje de la película, constantemente verbalizado.
5. Estructura caótica, con una media hora inicial y final que no sabe dónde dirigirse.
Sin embargo, la película merece verse aunque caiga en el olvido. Precisamente por otras cinco razones:
1. Su crudeza en todo el hecho en cuestión.
2. Una dirección de De Palma generalmente contenida y brillante, con varios momentazos (todas las secuencias de acción, el asesinato concreto (espeluznante), la parte de los ataques a Fox y la venganza con la pala de éste, etcétera) y una sabiduría ya plena tras la cámara.
3. Una fotografía de exteriores hermosísima y una música que no le va a la zaga.
4. El montaje. Silencioso pero certero.
5. Los actores intentan desmarcarse de sus roles típicos, aunque bien es cierto que poco pueden hacer con el texto.
Por lo tanto, estamos ante una película de De Palma que bien puede llamarse fallida..., porque si hubieran pulido las aristas, tendríamos un título de los buenos. Pero no. No estamos ante uno de sus muchos malos, pero tampoco de los síes. Y la tierra de nadie, como le ha pasado a Corazones de hierro, es siempre propiedad del olvido.