La filósofa feminista francesa Luce Irigaray, defiende que la teoría de que la mecánica de fluidos está menos desarrollada que la del sólido porque la solidez se identifica con los hombres y la fluidez con las mujeres. Hayles, una de las intérpretes norteamericanas de Irigaray, lo expresa así:
Mientras que el hombre tiene unos órganos sexuales protuberantes y rígidos, la mujer los tiene abiertos y por ellos se filtra la sangre menstrual y los fluidos vaginales… del mismo modo que las mujeres quedan borradas en las teorías y el lenguaje masculinos y existen sólo como no hombres, los fluidos han sido también borrados de la ciencia y existen como no sólidos… el problema del flujo turbulento no puede ser resuelto porque las concepciones acerca de los fluidos (y de la mujer) han sido formuladas para dejar necesariamente residuos inarticulados”
El propio Einstein sale mal parado. Irigaray afirma que E=mc2 es una “ecuación sexuada.” ¿Argumentos? “Privilegia la velocidad de la luz respecto de otras velocidades que son vitales para nosotros. Lo que me hace pensar en la posibilidad de la naturaleza sexuada de la ecuación no es, directamente, su utilización en los armamentos nucleares, sino por el hecho de haber privilegiado a lo que va más aprisa”
Irigaray está convencida de que la ciencia es “masculina” y, en consecuencia, aconseja a las mujeres “no suscribir ni adherirse a la existencia de una ciencia neutra, universal, a la que deberían acceder penosamente, una ciencia con la que se torturan a sí mismas y torturan a las demás mujeres, transformando la ciencia en un nuevo superego.”