En Septiembre hemos de fichar a una persona. Ante dos candidatos idóneos e igual de válidos, ¿fichamos a la de las tetas grandes porque así cuando vayamos a casa de los clientes, estarán más contentos y nos darán antes la documentación?
Tú mismo lo estás diciendo. Ante dos candidatas exactamente igual de idóneas y válidas, ¿a cuál de las dos eliges? ¡Si las dos son igual de válidas! Algún criterio tendrás que utilizar para deshacer el empate. Si tu empresa dispone de estadísticas que afirman que las empleadas tetonas captan el doble de clientes que las que tienen pechos pequeños lo negligente sería no utilizar esa información en beneficio de la empresa.
Otra cosa muy distinta es cuando tienes una candidata muy válida y fea, y otra incompetente y guapa y contratas a la guapa simplemente porque te pone berraco. Ahí sí que estás dando un trato claramente desfavorable a la fea.
Fichar a la de las tetas grandes (como en una tienda) implica que nuestra estrategia comercial pasa por utilizar el cuerpo de una mujer para atraer clientes o contentarles.
Es que toda estrategia comercial debe buscar contentar a los clientes, que son los que mantienen a flote nuestro negocio. Y, nos guste o no, hay muchos clientes que le conceden mucha importancia a las apariencias, especialmente en todos los negocios relacionados con la salud o la belleza. ¿Te fiarías de un dietista que pesa 200 kilos? ¿O de un monitor de fitness que parece un luchador de sumo? ¿O de un cirujano plástico que tiene la cara más arrugada que una pasa? Oye, igual como profesionales son los mejores de su sector, pero a priori no inspiran mucha confianza.
¿Las tiendas de ropa venden ropa? No: venden belleza. Uno cuando llega a una tienda de ropa lo que espera es comprar algo que le siente bien y que mejore su aspecto. Si uno entra en una tienda de ropa y se encuentra con dependientas jóvenes y guapas a las que el uniforme les sienta como un guante, el cliente inconscientemente tiene la sensación de que ha elegido la tienda adecuada. Si se encuentra con dependientas a las que las lorzas les asoman por debajo del uniforme, el cliente sale huyendo. Sí, que todo esto es superficial, injusto, etc. todo lo que quieras, pero es lo que hace la mayoría de la gente.
Nos guste o no, los seres humanos a menudo seguimos moviéndonos guiados por impulsos animales, y el instinto sexual es uno de los más fuertes. Yo, si me cruzo por la calle una tía que me resulta atractiva, me pongo palote y no puedo impedirlo. Las personas sentimos deseos sexuales hacia otras personas. Es algo natural y no hay nada de malo en ello. Y ese instinto natural puede llegar a dirigir nuestras conductas como consumidores. Un hombre puede ir a tomar el café a un bar que hay a dos manzanas en lugar de el que tiene enfrente de casa sólo por el hecho de que en el bar de enfrente atiende un señor mayor mientras que en el otro atiende una preciosa muchacha pelirroja de ojos verdes y sonrisa magnética. O puede comprar una revista de cine mediocre porque aparece una chica estupenda en portada (
Fotogramas es la revista de cine más vendida de España y no precisamente por la calidad de sus contenidos). O puede ir al cine a ver una película cuyo argumento no le llama demasiado la atención simplemente porque la protagoniza una actriz que le resulta atractiva. O puede hacerse socio de Círculo de Lectores porque la agente que han enviado para reclutarle tiene unos ojazos intimidantes (¿no habéis visto ese episodio de
Friends en el que Ross y Chandler son incapaces de cancelar sus suscripción al gimnasio?). O puede pagar la suscripción a una determinada web porno porque está especializada en lolitas góticas, que le pirran. O puede comprar un poster de Katy Perry para colgar en su habitación, aunque su música le parezca una mierda. O puede preferir ver las noticias de la Sexta en lugar de las de La 2 sólo porque las presentadoras le parecen más guapas. Y así un largo etcétera. Los consumidores nos comportamos así. No todo el mundo, ni todo el tiempo, pero todos hemos picado alguna vez. Nuestros hábitos de consumo están influidos por nuestros instintos más profundos y sería negligente ignorarlo. Y tener en cuenta la psicología de la clientela es lo que marca la diferencia entre un negocio que marcha viento en popa y otro que va a pique.
Eso implica un trato denigrante para dicha mujer instrumentalizando su cuerpo.
¿En qué sentido implica un trato denigrante para la mujer? ¿No ha conseguido el trabajo? ¿No es halagador que consideren que eres atractiva? Recordemos que estamos hablando de una mujer a la que no sólo se la ha contratado por sus atributos corporales: se la contrata por sus competencias profesionales y, a mayores, de entre todas las candidatas igualmente válidas, se elige a la de mejor apariencia física, que es la que a priori va a generar mejor impresión en los clientes. ¿Dónde está el trato vejatorio? ¿Y la discriminación?
Eso implica un trato denigrante para dicha mujer instrumentalizando su cuerpo, y eso luego tiene su ligazon con la problemática del acoso.
A mí me parece que esto es como decir que las mujeres que se visten de manera sexy van pidiendo ser violadas. Una cosa es contratar una chica atractiva para que genere una impresión positiva en los clientes y otra muy distinta que insinuar que esto fomenta el acoso sexual. Del mismo modo que en una violación el único culpable es el violador, en un caso de acoso sexual el único responsable es el acosador. Y el acosador acosa no porque la chica sea guapa, o se vista de manera sexy sino porque es una bestia salvaje que es incapaz de dominar sus instintos.
Ya he dicho que es normal sentirnos atraídos por otras personas, y del mismo modo que nos atraen las actrices, las cantantes y las chicas que nos encontramos en los semáforos, es normal sentirse sexualmente atraídos por las compañeras de trabajo. Me parece natural que a un jefe le pueda poner cachondo, por ejemplo, su secretaria, si es guapa y viste bien. Ahora bien, las personas tenemos instintos animales, pero no somos salvajes: no podemos evitar que una chica guapa nos provoque que el cuerpo cavernoso se nos inyecte en sangre, pero sí que podemos controlar cómo nos dirigimos a esa chica, lo que hacemos y lo que decimos. Que una chica te guste no te da derecho para faltarle al respeto y para tratarla como un simple pedazo de carne. Eres libre de masturbarse pensando en ella, eres libre de invitarla a cenar e intentar conquistarla fuera del horario de trabajo, pero ella no está obligada a satisfacer todos tus deseos. Si ella no está interesada tienes que respetarlo y punto. Y si no lo haces, eres un cabrón. Y no, no vale decir que la culpa es de la empresa por contratar chicas guapas, o de los clientes por preferir que les atiendan mozas de buen ver. La responsabilidad del acoso sexual es única y exclusivamente individual. En definitiva, que el acoso sexual sucede porque algunos hombres son unas bestias salvajes, y eso nada tiene que ver con que se contrate o deje de contratar a las chicas por su físico.