Erin Pizzey nació en 1933. Es la pionera en la lucha contra la violencia doméstica. En 1971 fundó en Londres el primer refugio para mujeres maltratadas. Su organización Refuge no hizo otra cosa que expandirse. Cuando empezó a denunciar que el feminismo se había convertido
“en un movimiento de odio”, en
“una industria millonaria”, en la que el dinero nunca llega a las víctimas, tuvo que exiliarse a Canadá. Ha publicado el libro This Way to the Revolution-a Memoir (Por aquí a la revolución: memorias).
Erin Pizzey recuerda cuando llegaron
“muchas mujeres estadounidenses que venían con instrucciones de enseñar a las británicas a ser feministas radicales. Vi que iba a ser un movimiento extremadamente destructivo. Un grupo que da bastante miedo”.
Enseñaban una especie de marxismo trastocado en el que se sustituía capitalistas por varones y capitalismo por patriarcado.
“Así que el objetivo, en vez de ser el Capitalismo, porque todos los movimientos de izquierdas estaban en contra del Capitalismo, se cambió al Patriarcado. Todo era culpa de los hombres, del poder que los hombres tienen sobre las mujeres. Y la segunda parte del argumento era que todas las mujeres son víctimas de la violencia de los hombres, que se debe al Patriarcado. Y eso es una patraña. Porque sabemos, y toda la gente de este mundillo lo sabe, que tanto el hombre como la mujer pueden ser violentos en una relación de pareja”.
El tipo de lemas que se pusieron en marcha fueron del tipo “Todos los hombres son unos bastardos” o “todos los hombres son unos violadores”. El feminismo “es básicamente un movimiento de odio; odia con todas sus fuerzas a un grupo de personas y les desea un mal”. En su momento, no se hacían detenciones por violencia doméstica, porque se consideraba que eran cosas que pasaban en casa; ahora sí se detiene, pero “sólo se detiene al hombre”. Para Erin Pizzey, al menos el 25% de la violencia en el hogar es ejercida por la mujer, y en mayor porcentaje es mutua.
Bajo ese ambiente manipulado y opresivo, en el que el varón es despojado de los hijos y expulsado de la familia, cuando Erin Pizzey intentó poner en marcha un refugio para varones maltratados nadie donó nada de dinero; ni los multimillonarios que sostenían los refugios para mujeres; que un varón pudiera ser maltratado era imposible.
La denuncia de Erin Pizzey que levanta más ampollas es que el feminismo es “una industria millonaria”: “estamos hablando de dinero y eso no lo van a dejar pasar. Han construido un imperio muy poderoso a lo largo de cuarenta años” y ahora esas feministas “son muy poderosas, tienen poder judicial, tienen poder en los servicios sociales”.
La Ley de Violencia contra las Mujeres –se refiere a Canadá- es un negocio muy lucrativo, mueve mucho dinero público que según Erin Pizzey “no llega a los refugios”, a las víctimas, sino que se destina
“a mantener el imperio feminista, a la parte administrativa, a las contiendas legales, a financiar el movimiento. El dinero se destina a mantener el imperio en pie. Grandes oficinas, muchísimo personal…eso es lo que se hace con el dinero”. Las feministas, por tanto, no van a estar interesadas en resolver el maltrato y la violencia doméstica, sino que cuanto más haya más fondos recibirán, por eso difunden el odio destructivo.