Una tía de mi madre fue a servir a Madrid a casa de una familia pudiente y allí estuvo mucho años, tanto que era "la pareja oficial" del señor de la casa, un viudo con una importante cadena de ferreterías en la capital, y de puertas para fuera "el ama de llaves", aunque era un secreto a voces en la comunidad de vecinos y el resto del barrio (no sé el apellido, pero era Don Alfonso). Estuvieron juntos muchos años, ella se ocupó de buscar un médico cuando enfermó y estuvo a su lado hasta el final, más que su propia familia ; hubo una sorpresa cuando leyeron el testamento, pues heredó tierras en su pueblo (las compró él, entre ellas el molino), dos chalets en Collado de Villalba (enormes, con terreno) y una importante cantidad de dinero. El sobrino de este señor intentó impugnar el testamento, pero era todo legal y él se quedó en la cadena de ferreterías junto a los socios de su tío (terminaron echándole los otros accionistas, con una indemnización, por golfo y vago).
* He encontrado en unos papeles el mausoleo de su familia, en el Cementerio de la Almudena. Me pasaré en cuanto puedo, por curiosidad.
Mi tía abuela, Vicenta, contrató a un administrador de confianza, recomendado por su abogado, y montó un negocio de telas y lanas, de la cadena Pingouin Esmeralda, en un muy buen barrio. Funcionaba muy bien y contrató a dos sobrinas, una de ellas una de mis tías, también cosía para encargos de ropa y jerséis (con máquina de tricotar). Iba de vacaciones a Mallorca, en los años 60 y 70, y vivía con todas las comodidades posibles, sin derrochar el dinero. Incluso conducía su propio coche.
El problema lo tenía en su pueblo porque estaba muy mal vista una mujer conduciendo, soltera y sin hijos. Con dinero y además con un perro pequeño con correa y collar (ahora es normal, entonces no tanto en un municipio dedicado a la agricultura y la ganadería). Compró la casa de sus padres, la reformó de arriba a abajo, y empezaron los comentarios de mal gusto, como era de esperar. También envenenaron al perro y murió de un día para otro, el pobre animal.
Hasta aquí por hoy...
Tuvo a su cargo a una de mis tías y a otra sobrina, a la primera hasta los 16 a la segunda hasta los 19-20 años. Piso con calefacción central en propiedad, coche propio, administrador, una segunda pareja (deduzco que no podía tener hijos), etc. Una empresaria de éxito, sin duda, en esos años tan difíciles (entre los sesenta y los ochenta).
Sin embargo, todo se torció cuando murió su hermana (la madre de mi madre). Por una extraña razón dejó de ayudar a su cuñado y sus sobrinas, tampoco a su hermano y sus sobrinas. Cada año más rara, se jubiló y no devolvió el género que tenía en ese momento en la tienda, fue todo a parar a la casa del pueblo (la casa de sus padres, reformada a su gusto), entre el trastero y la cochera; vendió el piso de Madrid y se trasladó a Guadalajara capital. No quería ver a nadie y vivía como una ermitaña.
Vendió el molino a un particular (por varios millones de euros), de la familia de Arias Navarro (buscad quién era, si no lo sabéis), y al mismo tiempo empezó a tener problemas serios en su piso, por
un defecto de la construcción del edificio (en la fachada, tanto que las grietas tomaron la casa, y era el piso más afectado del bloque, con un juicio alargado en el tiempo con la constructora). Murió de "un día para otro", tanto que los vecinos, con quienes no se relacionaba nada, la echaron en falta un mes (estaba muerta al lado de la cama y os podéis imaginar cómo estaba, aunque era invierno).
Cuando entraron mis tías y mi madre, con sus primas, se dieron cuenta del estado del piso: con grietas en la cocina y el salón donde te cabía una mano, unas persianas que no se podían subir por los muros descolgados, la calefacción estropeada y una suciedad extraña, pues siempre había sido obsesivamente limpia. Dedujeron que estaba enferma desde hace tiempo (el forense puso en su informe que tenía artrosis y una enfermedad cardiaca, cuya medicación no estaba tomando, ya que encontraron varios botes en la cocina).
Tocó limpiar el piso a fondo, con la ayuda de una empresa, y ordenar todo el desorden de muebles viejos de todo tipo (no tiraba nada). Encontraron los recibos de la cuenta bancaria muy ordenados, de más de 30 años, con libros de cuentas de su puño y letra, de manera muy minuciosa, agendas de teléfono, cajas de fotografías, copias de contratos y un largo etcétera. Se supo el saldo total de su cuenta, algo que dejó con la boca abierta a las ocho sobrinas (más de lo esperado*). Además, moviendo una mesa encontraron un paquete con 20,000 euros en metálico, por pura curiosidad, cuando iban a dársela a una empresa de beneficencia. ¿Lo hubiesen contado? Por mucho que diga mi madre, lo dudo.
No voy a hablar de dinero, pero se pudo repartir un buen pellizco entre ocho después de liquidar con Hacienda. La constructora perdió el juicio con la comunidad de vecinos y tuvieron que arreglarlo, no han vuelto a tener problemas, pero tuvo mucho calado en la prensa local y el piso se malvendió( en dos años, bajando el precio).
*De sobra para haber vivido bien en una buena residencia, entre la pensión y los ahorros.