El cine de Peter Weir

¿Qué película os gusta más de este director?

  • La última ola

    Votos: 2 8,0%
  • Gallipoli

    Votos: 1 4,0%
  • El año que vivimos peligrosamente

    Votos: 2 8,0%
  • Unico testigo

    Votos: 3 12,0%
  • La costa de los mosquitos

    Votos: 2 8,0%
  • El club de los poetas muertos

    Votos: 2 8,0%
  • Matrimonio de conveniencia

    Votos: 1 4,0%
  • Sin miedo a la vida

    Votos: 0 0,0%
  • El show de Truman

    Votos: 12 48,0%
  • Master & Commander

    Votos: 0 0,0%

  • Votantes totales
    25
Respuesta: El cine de Peter Weir

el fondo es muy Weir.
¿A qué te refieres?

al choque de culturas, a como retrata los dos mundos de esos personajes (ella es un arbol de invenadero, el es la selva) primero obligados a entenderse y luego entendiendose en un marco de comedia romantica. El plano del abrazo final y el fundido, una maravilla. Me resulta muy clasica y moderna a la vez. Y nada ñoña.
 
Respuesta: El cine de Peter Weir

Me parece una pelicula notable, en la linea del resto de su filmografia, no la veo ñoña para nada, es mas le encuentro un pequeño punto de frialdrad, caracteristica de Weir que en absoluto es nada negativo.
 
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He visto esa colección de trabajos iniciales (menos MICHAEL) y bueno, son poca cosa, aunque es interesante para ver cómo Weir despuntaba o los inicios de la industria australiana con su ola joven.

INCREDIBLE FLORIDAS es una pieza musical de un compositor australiano sobre la obra de Rimbaud. Tiene su curiosidad ver cómo va intercalando apuntes biográficos del poeta con el seguimiento al trabajo y la rutina del compositor, aunque lo referente a éste queda bastante pedante y accesorio.

3 DIRECTIONS IN POP MUSIC son tres actuaciones de la Australia "in", desde la performance relamida hasta cosas más desenfadadas, interesante como pequeño vistazo al ambiente de la nueva generación abriendo los 70, además de bastante inmediatez al ser casi Weir haciendo guerrilla.

HOMESDALE es un mediometraje muy de novato entusiasta, un grupo de personas se reúnen en una casa rural y se forman dinámicas sociales exageradas entre ellos... Una pieza casi experimental, parece que quiere buscar lo grotesco y lo freak pero se queda a medio camino, además de su cripticismo un poco porque sí. Pero ya se ve cómo se interesa por los ambientes alucinados y el humor negro (la parodia de Psicosis), es un añadido curioso a lo que vendría después.

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Vuelta a ver ÚNICO TESTIGO después de varios años... vuelvo a lo que dije con la de McDowell-Depardieu: una palomita con mucho más esmero, cerebro y buen gusto de lo habitual. Además me encanta cómo Weir siempre se lleva los encargos a su propio terreno, el hombre contra la naturaleza, Occidente corrompiendo la pureza turbia, etc... en este caso con una bonita historia de amor (construida con un tacto acojonante) disfrazada de policiaco.

Bien Ford, star pero controlado, alguna concesión bien resuelta, como el final a lo Solo ante el peligro (con anticlímax astuto) y bonito Seale old school (ahora). El oficio narrativo de Weir hace el resto, con cosas tan bien paridas como lo del niño en la comisaría...

Muy molesto Jarre, eso sí. La escena del granero parece un spot de seguros.
 
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Respuesta: El cine de Peter Weir

I concur with you. :ok

Nunca construir un granero fue tan interesante (y parodiado).

Me encanta Ford en esta peli, me encanta el clasismo de Weir y me encanta como a pesar de ser un filme policiaco se torna más íntimo. Para mi sigue siendo un sí.

Jarre, eso sí, deja el organillo, please.
 
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SIN MIEDO A LA VIDA (Fearless, 1993)

Drama existencial sobre el cambio de un superviviente de accidente, que fracasa porque la cosa o se pone demasiado ambiciosa temáticamente y quiere tirar por mil vías... o no se atreve a decidirse por ninguna. La clave es la relación con otra superviviente y la desconexión de ambos del resto del mundo; eso es muy válido, y hasta interesante... pero nunca sabemos en qué se basa esa conexión, qué revelación tuvo él, si es un iluminado o un zumbado, etc. Juega al puro reflejo cultural, con la visión cristiana de ella frente a la nueva conciencia sin nombre de él, pero la peli prefiere contarnos una y otra vez lo TRASCENDENTE de esa actitud (a veces de forma tan solemne que cansa) en vez de explorarla. Y eso perdonando cierto maniqueísmo (el abogado malandrín, el psiquiatra inútil, el hijo jugón frente al niño creepy).

Salva los papeles Weir, que a veces se despierta (la primera escena -sajadísima en LOST-, los apuntes místicos con las obras de arte; el accidente de coche), y también Jeff Bridges y Rosie Pérez sacando adelante personajes sobre el papel un poco antipáticos. Pero no deja de ser uno de los trabajos menos afinados del australiano...
 
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EL VISITANTE (The plumber, 1979)

Weir menor pero curioso sobre una pareja "amenazada" por un fontanero inquietante. Aunque fue un poco un trabajo para salir del paso, el australiano mete algo de su fondo temático (el tema antropológico, el choque de clases) y aunque es literalmente un telefilm, intenta hacer aquí y allá algo de trabajo de cámara resultón (el seguimiento por el techo, el arrebato del tío en circular).

Un poco desconcertante, para bien, el tono entre intriga "de repente un extraño" y comedia incómoda... o el casting de intelectual 70's y paleto desafiante (¡esa canción!). Luego se nota bastante dónde estira para llegar a la duración que no llega el puro planteamiento, con la cena con estudioso o la clase de yoga... pero el introducir la amenaza desde el minuto cero (más simpaticota que siniestra) o la mala leche del final le dan un buen toque.
 
Un día de estos volví a reencontrarme con la obra maestra de Weir: Master and commander.

Si la palabra Stendhal tiene un título que represente todo el conjunto completo del signficado de esa palabra es esta película. Es la sensación de estar viviendo una gran aventura. No importa que su ritmo sea templado. Es una experiencia. Acudir a un cine de aventuras de corte clásico con unos actores totalmente entregados y una dirección sin mácula alguna hacen que cada detalle, cada movimiento de cámara, cada diálogo, cada plano, todo sea de una labor artística absoluta. Es el diseño de producción que te hace creer estar contemplando algo que es completamente real.

Ese duelo entre dos amigos donde la guerra y la naturaleza se encuentran en conflicto (vida y muerte) es encomiable, esa forma de exponer el amor por la naturaleza en cada paseo por la isla, ese respeto y flema británica que supura cada poro del metraje, esa devoción hacia el capitán y la marina a partes iguales. Pero es adentrarnos en las 2 batallas que contiene que ILM podría estar en, quizás, uno de sus mejores trabajos hasta la fecha. No hay nada que sobre o falte. Es la esencia del cine en todo su esplendor. Una de mis favoritas de toda la historia. Y con razón.
 
El dueto de Mozart con el paneo submarino o la llegada a las Galápagos son de tirarse de los pelos muy fuerte por no poder darle una millonada a Weir para que haga toda una saga.

Y luego el minuto final, que es la despedida con más clase que se me ocurre. Algo muy serio.
 
Obra maestra en todos los sentidos, para mí. De las películas que más adoro.

Y el making of "Los 100 días" es uno de los mejores y más exaustivos que he visto en toda mi vida.
 
También una de mis pelis favoritas. Todo un clásico del cine de aventuras.

Y eso que, en principio, me solían echar para atrás "los festivales de la salchicha", pero la pureza y la intensidad aventurera de esta peli con olor a sudor, testosterona, salitre, brea y pólvora es tal que en seguida me atrapa y me adapto. Al ser los dos protagonistas "pareja de hecho", me "quedo" con el jovencito Max Pirkis como Lord Blakeney. Me pone cachondo la gallardía con la que pierde el brazo y comanda a los marineros en la batalla final.
 
Es que con críos como ese, uno entiende perfectamente el colonialismo británico.
 
Bueno, si en este país tuviésemos un mínimo de orgullo e industria cinematográfica, tendríamos pelis basadas en las andanzas de tipos como Blas de Lezo, pesadilla de la "Pérfida Albión".

DESPIERTA Y LEE

Un hombre entero

FERNANDO SAVATER
EL PAÍS - Cultura - 11-02-2013

Supongo que para la mayoría de la gente de letras no puede haber nada más grato que ser invitado por el Hay Festival a Cartagena de Indias, en Nueva Granada (Colombia). Alojarse en pleno casco viejo de la ciudad y desayunar en un delicioso patio todas las mañanas, junto a Mario Vargas Llosa o Julian Barnes… Hace mucho calor, incluso en enero, aunque vale la pena sudar un poco para oír luego disertar a Herta Müller o John Lee Anderson. No crean que no aprecio tales ventajas, todo lo contrario. Pero sin embargo en cuanto pude librarme de mis obligaciones me escapé, tomé un taxi y dije: “Por favor, lléveme a la estatua de don Blas”. El taxista asintió sonriendo.

Allá en Cartagena conocen mucho más que en España a don Blas de Lezo y Olabarrieta (1689-1741), el ilustre guipuzcoano de Pasajes. Me he pasado la vida leyendo novelas de aventuras, de modo que pueden creerme: ni Salgari, ni Pérez-Reverte, ni Patrick O’Brian, ni nadie habría sido capaz de inventar peripecias de riesgo y heroísmo como las que protagonizó ese pasaitarra. Los mares no han conocido marino tan intrépido ni estratega tan genial. Era solo un niño (¡12 años!) cuando embarcó por primera vez y un adolescente (17 años) cuando un obús le destrozó la pierna izquierda en una batalla: se la cortaron por debajo de la rodilla, sin anestesia ni una sola queja. Después, una serie de hechos de armas a cual más glorioso por el Mediterráneo (Génova, Orán…), por el océano Pacífico limpiando de piratas las costas de Perú, por el Caribe… Otros se especializan en disculparse o justificar sus derrotas, él prefirió dedicarse a ganar cuando lo tenía todo en contra. Pagando un alto precio, eso sí: tras la pierna perdió un brazo y un ojo. Sus compañeros de travesía, que le habían motejado de joven Patapalo, le llamaban después Medio Hombre tras sus mutilaciones. Era una forma descarnada y ruda de elogiarle, claro, porque todos sabían que en lo que cuenta no hubo nunca hombre más entero que don Blas.

Su último destino, siendo ya general de la Armada, fue defender contra los ingleses Cartagena de Indias, la llave de las posesiones españolas en América. La Royal Navy dispuso para el caso la mayor flota que nunca se había visto ni volvió a verse hasta el desembarco de Normandía: casi doscientos barcos y treinta mil hombres. Lezo contaba con seis buques y menos de tres mil soldados. Edward Vernon, el almirante inglés, estaba tan convencido de su aplastante superioridad que al primer atisbo favorable en el combate envió noticia a su rey de la victoria en Cartagena. Y este, ni corto ni perezoso, mandó acuñar una moneda conmemorativa en la que se veía a Lezo arrodillado ante su supuesto vencedor, con la leyenda: “La arrogancia de España humillada ante el almirante Vernon”. Tuvo que arrepentirse luego de tanta precipitación, cuando llegaron noticias más fiables: aunque pareciese increíble, Blas de Lezo se las arregló para diezmar a la flota británica, que no volvió a levantar cabeza hasta Trafalgar, y provocó una auténtica matanza entre sus tripulantes. Y eso que no solo tuvo en contra la desproporción de fuerzas, sino también la hostilidad del virrey Sebastián de Eslava, que obstaculizó sus decisiones y después envió a la corte de Madrid informes desfavorables sobre el incómodo subordinado. Lo ha contado noveladamente Pérez-Foncea en El héroe del Caribe (LibrosLibres) y antes el senador colombiano Pablo Victoria Vilches en El día que España derrotó a Inglaterra (Áltera).

Ya estoy ante la estatua de don Blas, bajo la mole del castillo de San Felipe. Oscura y desafiante, con su pata de palo, su manga vacía y su parche en el ojo, blandiendo la espada. A mi lado, el taxista comenta: “Cuando yo era niño, mi padre me trajo aquí, como su padre le había traído a él…”. Y yo pensé que nadie se hubiera atrevido a decirle en la cara a este vasco aguerrido que no era español.

Es más, la captura de la francesa "Acheron" (la fragata norteamericana "USS Norfolk" en la novela original) recuerda sospechosamente a la captura del navío británico "Stanhope" por Blas de Lezo.

La captura del Stanhope

Guillermo Vilaboa
Revista “Estadea” Nº12 (2008)

La fragata navegaba muy escorada a casi diez nudos, entre el mar de fondo del Atlántico. El navío inglés cada vez se veía más grande, y su lado de babor amenazaba con tres filas de portas abiertas: los cañones fuera listos para disparar. Todos los catalejos de la Valeur apuntaban al barco enemigo, viendo el frenético trajinar de los artilleros y el humear de las mechas lentas. Lezo estaba agarrado al estay de mesana, calculando el momento en el que recibirían la andanada. Esperaba la precipitación del enemigo al ver que la fragata se les venía encima, recibir poco daño y con el barlovento a su favor acercarse antes de que pudieran reaccionar y endosarles sus dieciocho cañones de estribor de penol a penol.

- Señor- el primer oficial se acercó titubeando- con el debido respeto. Los hombres están inquietos, nos acercamos a toda vela a un navío superior, no es de nuestra clase. Creo que deberíamos tomar precauciones.

Los dos mantuvieron la mirada, el capitán intentando escrutar que cosa le pasaba a su segundo. No podía ser cobardía; le conocía bien, de muchas batallas y tormentas. Temor a un motín o quien sabe.

- Por favor señor Harispe, reúna a los hombres inactivos en este momento frente al alcázar- en pocos minutos la mitad de la dotación estaba reunida frente a la toldilla, empujada sin miramientos por el contramaestre y sus cabos. Se acercó a la baranda renqueando con su pierna de madera, con cuidado para no resbalar con la escora del barco. Carraspeó para aclara la voz y gritar de forma que los reunidos y los artilleros y gavieros más cercanos oyeran sus palabras.

- ¡Marinos de la fragata Valeur! La mayoría sois guipuzcoanos como yo, otros muchos sois gentes venidas de toda Francia y las Españas. Nos acercamos a un navío inglés, de la Compañía de las Indias, cargado hasta los topes de riquezas y armas para nuestros enemigos. Esos piratas herejes que llevan siglos robando nuestros barcos, saqueando nuestras ciudades y mirándonos con desprecio ¿lo dejamos pasar?- un ”¡¡¡¡Nooooooo!!!!” le impidió terminar la frase- Esos ingleses quieren imponernos un nuevo Austria, otro degenerado que seguro nos llevará a la ruina. Ahora ya tenemos nuestro rey Felipe, nieto del rey de nuestros aliados franceses, que acata nuestros fueros, y con la ayuda de Dios, levantará nuestra patria de nuevo.- ¡Artilleros, apuntad bien, disparad alto, a las vergas y a cubierta! ¡Al que dispare por debajo de la línea de flotación lo mandaré azotar! ¡Infantes a las cofas y barrer el alcázar enemigo! ¡antes de la noche los que vivamos estaremos llenos de gloria y riquezas! ¡A sus puestos! – las últimas frases arrancaron un rugido en crescendo , y todos corrieron a los lugares indicados en zafarrancho de combate.
El capitán y el primer oficial cruzaron su mirada de nuevo.

- ¿Está satisfecho señor Harispe? Seguiremos rumbo a popa del navío enemigo hasta que dispare su primera andanada, viraremos a babor, barreremos su cubierta con los cañones de estribor, luego cambiaremos de bordada y repetiremos con los de estribor. Ellos están muy cargados, nosotros vamos en lastre y tenemos el barlovento.

Harispe dudaba, y el capitán De Lezo pensó que era mejor darle algo que hacer.

- Señor Harispe, vaya a proa, apunte los dos cañones de caza con máxima elevación y haga fuego cuanto antes.

- Pero estamos fuera de alcance…

- Si, pero con un poco de suerte les provocaremos y dispararan antes de lo preciso.

Harispe sonrió y corrió hacia proa. Decididamente era un buen oficial, aunque no tenía ni pizca de imaginación. Lezo sacó su reloj y miró hacia el enemigo, poco después sonaron los estampidos de los cañones de caza y pudo ver la sombra de las balas volando hacia su destino. Dos columnas de agua se elevaron a dos cables del objetivo. La fragata siguió recta en su rumbo, el capitán con el reloj en la mano miraba hacia las portas del navío, se acercaría tres minutos más después de que el enemigo disparara. Vio el primer fogonazo y tomó tiempo, veía como las balas enemigas venían hacia ellos y como caían a su proa, levantando grandes columnas de agua, solo tres o cuatro hicieron algún desperfecto en las velas del trinquete, de casi cuarenta que les habían disparado. Por los agujeros parecían cañones de 24 libras, mejor no darles la oportunidad de mejorar la puntería El ruido de los disparos fue llegando sordo y amenazador. Cuando faltaba un minuto para virar oyó dos estampidos de proa y esta vez Harispe dio en el blanco, dos nubes de astillas se levantaron en la popa del navío.

- Virad a babor ya- la orden fue ejecutada con rapidez por Dupont, el segundo oficial, y los hombres encargados de la maniobra, aunque la había dado antes de lo previsto.

- ¡Fuego las baterías de estribor!- uno a uno los dieciocho cañones de estribor machacaron las bases los palos de mesana y mayor, saltando astillas por doquier, vio por el catalejo que había muchas bajas en el barco enemigo. El palo de mesana de los ingleses basculó y cayó a babor, escorando peligrosamente el navío. Vivas y hurras recorrieron la fragata, un tanto para la Valeur. Vio por el catalejo como multitud de hombres saltaban sobre él intentando cortarlo para poder liberarse. Ahora mismo el navío estaba inmovilizado y no podía reaccionar a los ataques de la Valeur.

- ¡Virad a estribor y hagamos una pasada por popa lo más cerca posible!

Cuando pasaban por la popa pudo leer Stanhope en letras doradas, justo debajo de la bandera inglesa con franjas rojas. Recibieron las dos balas pesadas de los cañones de popa, que hicieron crujir el casco de la fragata. Pero todos los cañonazos de babor de la Valeur dieron en el blanco, barriendo la cubierta enemiga de popa a proa. Y el palo de mesana seguía trabando el navío, como una autentica ancla flotante.

- Señor Dupont, vire de nuevo a estribor y repitamos la pasada por popa cuando sea posible. Envíe por favor a un guardiamarina, a consultar en el almanaque los datos que tengamos de un navío de guerra inglés llamado Stanhope, al servicio de la British East India Company¹.

Harispe llegó corriendo sin aliento desde proa, sus ojos revelaban entusiasmo.

- Señor, pido permiso para organizar un destacamento de abordaje y comandarlo yo mismo. Con el debido respeto, mi capitán.

De Lezo no contestó pero alzó su mano para solicitar un poco de tiempo. Al poco apareció el guardiamarina con un papel donde había copiado apresuradamente unas letras y números, “Stanhope, navío de línea de segunda clase, 70 cañones, 1400 tx”. Le pasó la nota a Harispe, que se quedó pensativo. Una tripulación de unos seiscientos hombres contra los doscientos cincuenta de la Valeur. Eso sin contar los soldados de vuelta a casa que sin duda irían de pasajeros.

- Señor Harispe, dirija el fuego de las baterías. Daremos dos pasadas más por popa apuntando con balas al palo mayor. Cuando caiga o se dañe seriamente cargue los cañones con metralla y barra la cubierta.

- Sí señor.

Harispe había comprendido que antes de abordar era necesario castigar al barco enemigo y causarle más bajas. Incluso puede que se rindiera, aunque era poco probable. Es mejor que los oficiales se den cuenta de las cosas sin tener que decírselas, seguramente Harispe tendrá que tomar decisiones el solito dentro de poco. Vio los fogonazos de los mosquetes en el navío inglés y un marinero cayó herido a su lado. Mientras unos hombres lo llevaban a la enfermería, deseó que Harispe no tuviera que mandar un barco tan pronto, sin duda esa bala era para él. Los cañones de popa del Stanhope les sacudieron de nuevo, dañando alguna vela, y la batería de estribor de la Valeur hizo astillas la zona de la base del mayor. Miró con el catalejo, vio que el palo estaba muy dañado y que los marineros que no estaban heridos subían a rizar las velas por miedo a que se rompiera. Habían logrado desprenderse del palo de mesana caído, pero sólo con el trinquete, el palo mayor dañado, y tantas bajas… El Stanhope era como el burro cojo y cansado que quiere librarse del lobo joven y hambriento. Pero todavía es peligroso, una coz de la otra pata nos puede hundir. El inglés intentaba virar para dispararles con la batería de babor, pero la fragata tenía todos sus palos y el barlovento a su favor. Logro evitarlo y pasarle por popa cañoneando sin piedad, desmontando los cañones traseros del Stanhope. La sangre ya cubría la cubierta enemiga cuando hicieron la primera pasada con metralla.
A la vuelta, antes de disparar la andanada, De Lezo gritó.

- ¡Alto el fuego! Navío inglés Stanhope. Han luchado valientemente. ¡Arríen la bandera!

Se oyó un no débil y lejano y varios mosquetes dispararon todavía de las cofas, y fueron barridos por la metralla de la artillería de la Valeur. Lezo se llevó la mano buena al pecho, notó un poco de sangre y una astilla de madera despedida por algún tiro de mosquete. Definitivamente había que abordar a los ingleses. Harispe acudió raudo al alcázar, leyendo sus pensamientos.

- Señor Harispe, prepare el destacamento de abordaje, todos los artilleros, infantes y marineros con pistolas y sables. Yo me quedaré en el alcázar con mi timonel y unos pocos gavieros indispensables para maniobrar.

- ¡A la orden señor! Pero está usted herido…

- Solo es una astilla, he tenido suerte de que no me diera en el otro ojo. Acabemos pronto y así podré bajar a curarme a la enfermería.- acercó la cabeza a su oficial y se miraron a los ojos, nariz con nariz- ten cuidado Pierre, cumple con tu deber e intenta que se rindan, sin alardes innecesarios.

La fragata maniobró para acercar su proa a la popa del navío, mientras los ingleses colocaban redes para evitar el abordaje, pero todo fue barrido por los dos cañones de caza cargados con metralla. Los garfios se lanzaron y aferraron al navío, y el destacamento guiado por Harispe se abrió paso a tiros de pistola y sablazos. En la cubierta, los enemigos solo resistían en el castillo de proa, de las escotillas salían hombres que eran abatidos si no se rendían. Harispe corrió hacia el grupo de oficiales e infantes ingleses que todavía luchaban.

- ¡Alto! Rindan el barco. Detengan esta carnicería- los oficiales dudaban, la mayoría heridos. Todo el mundo quedó inmóvil unos segundos, cuando el que parecía más viejo y cansado se acercó a Harispe cogiendo la espada por la hoja y ofreciéndola.

- Señor, soy el capitán Combs. ¡Tirad las armas! ¡Arriad la bandera!- Harispe no entendía mucho inglés pero el gesto era elocuente. Aceptó con un saludo de cabeza la espada que le ofrecían.

- ¡Hay cuartel! ¡Hemos vencido!- varios hurras y vivas se escucharon mientras las armas caían a la cubierta. Iban apareciendo oficiales ingleses, que hacían cola delante de Harispe, para entregar sus espadas. Este las iba recogiendo ceremonioso, haciendo a cada uno una leve inclinación. Esperaba que no hubiera muchos más, porque ya parecía el siete de espadas de la baraja española. Un marino inglés dejo caer el hacha que llevaba, trepó taciturno para cumplir la última orden se su capitán, y volvió con la bandera. La Union Flag² en la esquina superior izquierda y siete bandas rojas horizontales con fondo blanco. Harispe pasó las espadas a Dupont y recogió la bandera doblándola con cuidado y respeto, palpando con sus manos los agujeros y desgarrones de la metralla.

- Señor Dupont acomode a los prisioneros y tome el mando del buque. Yo vuelvo a la Valeur con los oficiales ingleses y un tercio de los hombres.

Según recorría el gran navío que acababan de capturar fue sintiendo un enorme cansancio, la tensión de las últimas horas, y todo el miedo contenido le pasaban factura. Pero habían derrotado y apresado un East Indiaman³, que les triplicaba en tripulación y doblaba en cañones. Se lo repitió varias veces así mismo, mirando la bandera que llevaba apretada contra su pecho y el rostro de los oficiales ingleses. Poco a poco fue acelerando su paso, sintiendo la sangre fluir, hasta saltar a la fragata, donde ya corrió para entregar a De Lezo la bandera.


¹ Compañía Británica de las Indias Orientales.
² Bandera del Reino Unido de Gran Bretaña, en aquella época cruz roja, aspas blancas y fondo azul.
³ Gran navío que hacía los viajes a la India, similar a los galeones españoles de las Américas.

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Por si acaso, Weir remata la película con el quinto movimiento de "Serenata de las calles de Madrid” de Boccherini, también conocido como "el Pasacalle de los Manolos" (precedentes de los chulapos madrileños).

:)
 
Además, es la delicadeza a la hora de exponer las escenas calmas, sin prisa. Y muuuuuy detallista, mucho. Cierto también ese final, amigos a fin de cuentas, compartiendo partitura sabiendo que el enemigo podrán alcanzarlo más tarde.

Lástima que no veamos una segunda parte, con las ganas que le tuve (y le tengo).
 
Genial. Una gran aventura sin caer en las fantasmadas y con un mimo por el detalle muy de agradecer.

Yo también me quedé con ganas de más.

Tengo el DVD pelado de extras ¿Qué tal los del Blu Ray?
 
Y fue ninguneada en los Oscars. Uno de esos lugares donde debería premiarse la calidad cinematográfica. Claro que calidad y Oscars son antónimos en la gran mayoría de casos. Así que...
 
Ayer revisé algunas escenas sueltas en un pase en Lasexta y es apasionante el mimo que pone Weir en que sus personajes hablen practicamente más a través de sus miradas que a través de sus bocas. Por ejemplo, todos esos momentos en que los personajes mencionan a Lord Nelson dicen tantas cosas no sólo sobre la época sino también sobre el funcionamiento psicológico de personajes en el fondo tan desarraigados, la necesidad de creer en héroes, la fascinación de los mitos (aunque sea modernos)... Uno llega a comprender perfectamente la importancia de conceptos tan volátiles e incluso necios como el amor a la patria.

Toca tantos, pero tantos palos esta película de una manera tan natural, fluída, justificada, apasionante y de todo menos gratuíta, que creo que se aprende más sobre la época en estas dos horas que en interminables clases de instituto.
 
Exacto. Es un cine de miradas bien establecidas. Toda la razón.

Además, se me olvidaba, no sé si lo mencioné. Las clases de medicina/operación en plena acción. El momento de la trepanación, la operación con el espejo (haciéndonos partícipes de ello sin poder apartar la vista), la amputación del brazo del crío... o las clases de zoología con los dibujos al detalle del niño o del médico (la cara del doctor cuando el niño le da el escarabajo o cuando descubre nuevas especies o la misma cara cuando descubre que La Acherón está al otro lado de la isla y lo tiene que dejar todo... ¡el insecto palo!).

Ya digo, para mi el Stendhal lo representa esta película.

Me encanta el plano donde están pasando por un sitio (no recuerdo ahora cual, sorry) donde la nieve y el invierno pueblan el barco y está todo lleno de nieve y hielo. Es perfecta. O la sensación de ser partícipe de las aventuras y la sensación de tensión previa a la batalla es perfecta.

O esa sensación de jovialidad entre los altos mandos en los momentos de la cena ("¡el (ani)mal menor!").
 
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