Respuesta: Inglourious Basterds
Bueno, he sacado un rato y me ha salido algo:
Alexandre Astruc equiparó en 1948 en su artículo La caméra stylo la cámara de cine con una pluma con la que el director se expresa al igual que lo hace un escritor. Este año, algunos periodistas preguntaron en Cannes por qué la última película de Quentin Tarantino se llama Inglourious Basterds y no Inglorious Bastards, a lo que el director contestó "es una pincelada a lo Basquiat”. Supongo que no hace falta recordar que ni Basquiat ni Tarantino son ilusionistas en sus respectivas disciplinas. Además, este nombre, Inglourious Basterds, aparece en los créditos iniciales con una tipografía manuscrita. Pero, ¿por qué?
Quentin Tarantino habla sobre la representación cinematográfica y no lo oculta, de ahí que sus personajes tengan relación directa con el cine: Bridget Von Hammersmark es una actriz, Archie Hicox es un crítico, Fredric Zoller actúa en El Orgullo de la Nación, Joseph Goebbles es el jefe de la UFA, Shoshanna es propietaria de un cine y sólo puede ser ella misma ante Marcel, Pierre LaPadite finge no saber el paradero de los Dreyfus, Christoph Waltz teatraliza sus interrogatorios y no duda en jugar a ser Sherlock Holmes, “El Oso Judío” y Hugo Stiglitz son conscientes de que se han convertido en personajes aterradores para los alemanes, etc. Y muchos de estos personajes interactúan como consecuencia del estreno de una película.
Pero la cuestión de la gramática cinematográfica, del discurso, de lo formal, está más presente si cabe en el hecho de que los personajes hablen distintos idiomas, y que el (des)conocimiento de dichos lenguajes sea tan determinante en los acontecimientos del filme. En el cine, la posmodernidad vendría a ser lo más parecido a la poliglosia. Y Tarantino es un políglota que habla sobre distintos lenguajes cinematográficos, sobre los géneros y subgéneros y, en última instancia, sobre la condición misma de la representación cinematográfica y el lugar que ocupamos nosotros, los espectadores, a la hora de valorarla. Y, más concretamente, a la hora de valorar la violencia en la ficción: Los nazis disfrutan de su película propagandística en un cine al mismo tiempo que nosotros estamos en otro cine, ¿disfrutando?.
Dicho esto, espero no oír quejas sobre la inmoralidad de Malditos Bastardos y la supuesta autoindulgencia de su guión...