Cuando no se reconoce el estado económico comatoso en el que estamos metidos en cataluña, no se asume responsabilidad alguna del mismo, se culpa al prójimo, se reafirma la intención de cometer los mismos errores y seguir dañando a la ciudadanía, cuando no se reconocen los resultados electorales y se sacan conclusiones fantásticas y fantasiosas y cuando se mantienen manipulados medios informativos públicos, cortadas diariamente calles de barcelona, acosados políticos y partidos legales y teniendo paralizadas las instituciones durante interminables meses, ha llegado el momento de cortar por lo sano. De decir basta, de impedir que gente que cree que juega con juguetes siga jugando. No es el momento de darles más juguetes cuando los piden. Su pueril e infantil comportamiento lo hace imprevisible, como lo es un niño, que coge una rabieta y es capaz de romper la tele con el mando. No sabe lo que vale la tele y si se puede comprar otra, pero ya la ha roto.
Indultar a los presos es jugar como ellos, con ellos. No dejarán de creer que están jugando. No es serio. Y mientras juegan, nos desangramos. Qué tiempos más agotadores. Luchamos a la vez varias guerras invisibles en cataluña, una contra una crisis económica inacabable, una guerra de imposición de un modelo ideológico de izquierdas, una guerra agotadora por una quimera independentista y una guerra contra un virus devastador de origen sospechoso. Ninguna ha derribado un edificio ni ha cortado un suministro de nada. Guerras modernas.