Desde aquí habría que empezar diciendo, obligatoriamente, que Jim Henson fue la polla. Un señor cuya imaginería
marcaría e influiría aquella década como pocos autores pudieron conseguirlo.
Suyos son los Teleñecos, y la nunca lo suficientemente recordada y mítica Barrio Sésamo, y fuera del ámbito de los muñecos dirigió para la BBC una curiosa producción
The Cube con un hombre encerrado en un cubo irreal donde hay puertas que se abren y se cierran, sin permitirle escapar, pero dando acceso a su cubo a los personajes más estrafalarios y, a veces, inquietantes o amenazadores, y que resulta todo un precedente para la película de Vicenzo Natali titulada, precisamente,
Cube.
Desde luego, a Henson pertenece una de las MEJORES series de los años ochenta,
El cuentacuentos, que ya fue comentada en el último Megapost, el especial navideño, y que
no descarto volver a mencionar en múltiples ocasiones, porque si hay una serie en los ochenta que se lo merece, esa es
El cuentacuentos. Bueno, y el
Halcón Callejero, pero de eso hablaremos largo y tendido en otro momento
Henson es responsable de las dos maravillas que nos ocupan. Irónicamente, la que considero ligeramente superior de las dos,
Cristal oscuro,
gozó de mucha menos popularidad que Laberinto en su época entre la chavalería, de hecho yo no la vi entera hasta la llegada del DVD y solo guardo dos recuerdos infantiles relacionados con ella: ver la carátula en el videoclub, y pillar un trozo en alguna cadena televisiva (creo recordar que casi al final de la película) pero nunca llegué a verla. En cambio, si que degusté infinidad de veces, hasta la náusea,
Dentro del Laberinto. Desgasté la cinta del videoclub, y también la vi cada vez que la echaron por televisión. El porqué de estas cuestiones, creo que es simple:
Cristal Oscuro es bastante más oscura (sic) de un ritmo más pausado, y tal vez el que todos los protagonistas fuesen marionetas echaría para atrás a alguien en su momento (
inmerecidamente). Pese a lo dicho, curiosamente,
Cristal oscuro recaudó bastante más dinero que su hermana en taquilla, según los datos de IMDB.
La historia de
Cristal Oscuro comienza con un prólogo maravilloso, donde una voz en off que a modo de narrador (y uno espera inconscientemente escuchar el “Érase una vez”) nos va poniendo en antecedentes: hace mucho tiempo, en un mundo diferente al nuestro, convivían dos razas diferentes en el mundo, los Místicos y los Skekses, siendo los primeros unos ancianos sabios y versados en artes pseudo mágicas, y los segundos unos bichos crueles y cabrones, tanto con otras razas, a las que esclavizan y destruyen, como entre ellos mismos. Durante mucho tiempo, han coexistido con cierto equilibrio, pero ahora
va a producirse un evento cósmico después del cual, solo una de las dos razas podrá existir… la única forma de impedir que los Skekses gobiernen el mundo es encontrar el fragmento del Cristal Oscuro, que fue dañado mucho tiempo atrás, y restaurarlo antes de que dicho evento cósmico tenga lugar. Para esta misión los Místicos envían a su hijo adoptivo Jen, el último de una raza extinguida, los Gelfling. En su misión, Jen se encontrará con una superviviente de su raza, Kira, y los dos juntos intentarán cumplir su misión, pese a que
su inocencia e ingenuidad no es precisamente una ventaja cuando están rodeados de maldad y corrupción por todas partes, que desprenden los villanos.
Y es que, por ahí tenemos la trama secundaria del Chambelán, un Skekse que, tras la muerte del decrépito Emperador de su raza, aspiró al trono, pero fue derrotado por un rival, y exiliado. Esta criatura intentará por todos los medios engañar a los Gelfring para recuperar el prestigio perdido y ocupar el trono de su raza, y
no dudará en utilizar la inocencia de estos seres en su provecho. Según la profecía, un Gelfling será quien finalmente destruya a los Skekses…
Solo se puede considerar como ACOJONANTE el trabajo realizado por Henson y su no menos meritorio colaborador, el entrañable Frank Oz, para que
unas simples marionetas hechas de plástico y de trapo ya no simplemente protagonicen una película, sino que
se conviertan en criaturas cuasi reales para el público, por las que el espectador llegue a sentir empatía y preocuparse de lo que les vaya pasando. No estamos ante un mero tetrillo de marionetas ya, sino ante un trabajo titánico para conseguir que estos muñecos se movieran y actuaran ante nuestros ojos como criaturas, vivas y entrañables. Cada personaje logra una entidad propia, independientemente del tiempo de presencia en pantalla, ya sea la irritante y gruñona Augra, que guarda en su alucinante casa muchos secretos, o los monigotes con los que se crió Kira.
Todavía recuerdo la carátula del videoclub (editada aquí por
Columbia) uno de aquellos
carteles dibujados que transmitían magia, misterio, promesas de aventuras extrañas y extraordinarias… yo diría que el 60% de aquellas carátulas no se correspondían con el contenido real, a menudo casposo y zetoso a más no poder, pero en el caso de Henson…
promete exactamente las maravillas que va a dar.
Decidme que esto no os maravilla
La película tiene momentos bastante dramáticos, aunque siempre deja sitio a la esperanza; el robo de energía vital a criaturas de otras razas capturadas por los Skekses resulta especialmente siniestro (fijo que
traumatizó a más de un crío) o esa forma de
mostrar la maldad sin tapujos mediante las características negativas (egoísmo, deseo de destrucción y de dominación, violencia injustificada, incluso lo que podríamos clasificar de odio racial). Los Skekses no se quieren ni a si mismos, ni entre ellos, y eso se nota en la película. Por contrapartida están los místicos, ancianos sabios y llenos de conocimientos y de bondad, con sus características positivas como contrapartida (tolerancia, uso apropiado del conocimiento, la no-búsqueda del poder o de gobernar, empatía). Una de las líneas generales más interesantes de la película es que ambas razas
están indistinguiblemente unidas, así, cuando un miembro de una de las dos razas es herido o muere, un miembro de la raza contraria sufre ese mismo daño. Las dos son semi-razas, dos partes de un todo separado, agonizantes y cerca del final de su existencia, solo podrán sobrevivir si son de nuevo un todo completo. Aunque sea simplista decirlo, los Místicos y los Skekses no son más que
una metáfora del ser humano, donde se nos viene a decir que es imposible mantener la existencia de criaturas totalmente buenas o totalmente malignas, el Bien y el Mal están destinados a compartir el mismo espacio.
¿Momentos para el recuerdo?
Muchos. En conjunto, me sigue FASCINANDO el prólogo y esa manera sencilla de narrar y poner en situación al espectador, como si un cuento se tratara, con esa magnífica maqueta del castillo. La muerte del Emperador de los Skekses (los cuales ya están deseando que palme) cómo se descompone convertido en piedra (otra escena increíble) o la posterior lucha por el poder que se desata (¡
A la piedra del Juicio!). Las primeras escenas de Jen, mostrado como símbolo de la pureza e inocencia, y muy especialmente (quizá, mi momento favorito en su conjunto) su encuentro con Kira y la manera en que inmediatamente, establecen conexión y cada uno ve la vida del otro en un segundo. Los momentos finales en el tenebroso castillo de los Skekses están llenos de joyitas visuales, también.
Dentro del laberinto es una película diferente: sus protagonistas principales son de carne y hueso, incluye numeritos musicales (algunos siguen siendo maravillosos, otros hoy en día los veo un tanto pasados de rosca) pero no se puede quitar mérito al trabajo de marionetas, pues de nuevo Henson y su equipo
consiguen crear muñecos que pasan por resultarnos casi reales. La historia es básicamente
un remake del Mago de Oz: una chica en pleno proceso de maduración que se resiste a dejar atrás la infancia, se ve trasladada a un mundo de ensueño donde se enfrenta a peligros que no son más que la representación física de sus problemas reales, y encuentra en los amigos que allí hace lo que a ella le falta para afrontar una nueva etapa vital, y finalmente vuelve a su mundo habiendo logrado madurar (aunque aquí, afortunadamente, eso no significa la pérdida de la ilusión o la imaginación).
Sara (una deliciosa Jennifer Conelly, creo que aquí y en
Phenomena de Dario Argento está especialmente apetecible) es una chica que
vive más en la fantasía que en la realidad, que gusta de disfrazarse, leer cuentos y después recrearlos con sus juguetes en su cuarto. No parecen gustarle las imposiciones sociales de su edad, tales como tener amigas o las primeras citas con chicos, como tampoco le gusta su madrasta o su hermano pequeño Toby (que representa las responsabilidades) por lo que prefiere refugiarse en ese mundo imaginario en su habitación, una existencia que intuimos solitaria, pero feliz. Tras una pelea con su madrasta, se queda obligada a cuidar de su hermano pequeño, al que aborrece, y fantaseando, pide a las criaturas de uno de sus libros favoritos, los goblins, que se lleven al irritante niño a su mundo. Lo inesperado viene cuando la petición se hace realidad, su hermano desaparece de su cuna y su habitación se llena de goblins, criaturas extrañas que preceden la aparición de su amo, Jareth (un David Bowie
engalanado con un traje cubierto de purpurina y ejem, exceso de equipaje) que intenta que Sara se olvide de su hermano tentándola con una de sus esferas de cristal. Al no conseguirlo, la reta a cruzar el Laberinto que él gobierna, en tan solo 13 horas, pues cumplido ese plazo, el niño se convertirá en una nueva criatura Goblin.
Así, la niña se interna en ese laberinto poblado por gusanos que hablan, monstruos peludos y bienintencionados o hadas (que muerden) intentando llegar al final del Laberinto, a pesar de las putadas que Jareth va haciéndole por el camino, y recoge como amigos a un arisco ser de origen incierto (Hoggle,
uno de los mayores logros de la película) Ludo, una especie de oso de peluche gigante con cuernos, o Sir Didymus, una especie de perro caballero andante que va montando, por supuesto, en un perro. La película está trufada por frases y momentos enormes (me quedo con la mil veces nombrada “las cosas no son lo que parecen en este Laberinto” o el encuentro con las dos puertas/guardianes, con su acertijo indescifrable, y la posterior caída al “agujero de las manos”). Maravilloso.
¿Lo peor? Algún número musical innecesario o que hoy ha quedado algo ridículo, sobre todo el de los bichos de color naranja que juegan al fútbol con sus cabezas (en mi casa los llamábamos los Espinetes yonquis, o algo así) y un tono un tanto naif en las situaciones (
se echa de menos algo más de mala leche existente en Cristal oscuro). Pese a todo, brillante, una de las obras maestras de Henson, ¡y qué banda sonora!
Al final de la película tenemos que Sara ha recuperado su hermano/aceptado su responsabilidad, y se ha enfrentado a Jareth (que no es más que, again, una representación física del despertar sexual adolescente) en su propio terreno, rechazando lo que este ofrecía;
vivir eternamente en un mundo de cuentos.
He de hacer especial hincapie en la figura de Hoggle, que a mi me parece en realidad, la propia Sara; como la protagonista, Hoggle es una criatura solitaria y algo egoísta que prefiere vivir una vida alejada de complicaciones, aunque sea una vida sin amigos. Elude sobre todo las responsabilidades, que finalmente acepta para salvar a su amiga, al igual que Sara acepta las suyas para salvar a su hermano. Al final, la vuelta a la normalidad no es tal, y aunque haya habido un proceso de maduración personal, eso no ha aniquilado su infancia o su imaginación.
De nuevo, si tenemos que seleccionar momentos para el recuerdo, resulta difícil decidirse. Mi momento favorito, el primer encuentro de Jareth y Sara (
la irrupción de la fantasía en el mundo real) sus primeros pasos por el laberinto y su descubrimiento de que este no es solo un camino en línea recta, sino que en realidad está lleno de entradas, el asalto a la ciudad de los goblins, el episodio del Pantano del hedor eterno... cada uno tendrá sin duda las suyas. Como única nota siniestra, recuerdo el episodio en que la chica es introducido en su habitación por una especie de enana deforme cargada de trastos, y vemos como poco a poco, Sara va cubriéndose también de objetos de su infancia, amenazando con convertirse en otro ser deforme
Como curiosidad, la mayor parte de objetos o situaciones que vemos a lo largo de la película están reflejadas en la habitación de Sara, reforzando la idea de que todo ocurre en su mente: un peluche naranja, un muñeco de Hoggle, un póster de laberinto de escaleras, un laberinto en miniatura, fotos de David Bowie… también resulta curioso que en el inicio de la película, donde la chica juega en un parque y relee pasajes de su libro favorito, vaya ataviada con una especie de disfraz de princesa, mientras que cuando penetra en el mundo de fantasía lo haga con vaqueros y camisa.
¿
CUAL DE LAS DOS GANA? En mi opinión personal, en este VERSUS, nadie pierde, todos ganan. Soy incapaz de decidir. Quizás Cristal Oscuro parece un poco más completa como película, no depende tanto de los números musicales y es una historia de fantasía un pelín más elaborada, pero... Dentro del Laberinto también lo es. Por mi parte, empate, y cierro el primer "Versus".
Aunque todavía no sé cual será el siguiente Versus, si que adelanto ya que la semana que viene, procuraré inaugurar la sección "Blockbusters de ayer y de siempre" y ya adelanto que trataremos no un Blockbuster cualquiera, sino LA MADRE de los Blockbusters...
necesitaremos un Megapost más grande