El Megapost de los Ochenta MITOS DE VIDEOCLUB: Mas vale muerto...
Bueno, prometí que no tardaría tanto en retornar el Megapost y por una vez, sin que ello sirva de precedente, cumplo lo dicho
Debo empezar reconociendo que la categoría “MITOS DE VIDEOCLUB” me crea más de un debate interno. Ya que
puede ser usada de dos formas diferentes y no sé si decantarme por una de ellas, o por ambas, aunque al final, será esto último.
Por un lado, es una sección para
rememorar esos clásicos que todo ochentero recuerda: John Hughes,
Exploradores,
Los Goonies,
Loca academia de policía…
Por otro lado, la intención ORIGINAl era que sirviera para
redescubrir esos pequeños títulos de serie B que, sin ser tan recordados actualmente, en su día gozaron de una amplia difusión en los patios de recreo y en los hogares, aunque hoy se encuentren en diversos estados de olvido por parte de la población mentalmente sana: productos Empire/Full Moon (con
Re-Animator a la cabeza)
Critters, secuelas infames de
Aullidos,
Llegan sin avisar, la falsa Re-Animator 2, los bodrietes de Lamberto Bava… una serie de cintas que
consiguieron salirse del anonimato al que iban condenadas para lograr un estatus de culto, de “cintas prohibidas” o simplemente, de cachondeo guasón y a menudo casposo. Películas
patrocinadas por carátulas que las superaban, o por imaginativas contraportadas, o simplemente por el boca-oreja.
La cinta que hoy nos ocupa es importante, por varias razones. La primera, porque hoy, por primera vez desde que inauguramos el Megapost (no ha llovido ni nada) vamos a tratar el que fue
uno de los grandes pilares del cine ochentero: el cine para adolescentes. Si. ¡Al fin! Y es que hasta ahora, por H o por B me he ceñido a otros géneros (terror, fantasía, ciencia ficción, últimamente acción…) y ya basta de restar importancia a esos jovencitos cachondos.
También es importante porque la vi de crío y fue, durante años, una de esas películas que “vi hace tiempo y nadie más recuerda” aunque pude redescubrirla hace un par de años. En EEUU es cinta de culto, aquí no sé que tal andará de salud,
veamos cuantos de vosotros la recuerda, o la ha visto siquiera.
No obstante,
la película no es una típica de la época; no es John Hughes, ni los Novatos, ni Porky’s, ni uno de los INFINITOS
subproductos italianos que nos llegaron a las estanterías. Es una cinta americana con John Cussack, con todo lo bueno (¡que recuerdos!) y malo (nunca me gustó como actor ese chaval) que tiene.
Pero bueno, pongámonos manos a la masa. La criatura que hoy destriparé se titula “Mas vale muerto (Better Off Dead es su título original, en este caso
los traductores no se complicaron la vida) y está dirigida por Savage Steve Holland, un señor que debutó con esta película y volvería a trabajar con Cussack (y Demi Moore) en otra película ochentera titulada
Un verano loco (no la he visto, estoy a la caza y captura de una copia). Ha trabajado con bastantes chavalines de los 80 y 90, a Cussack y la Moore podemos sumar a Anthony Edwards (uno de los ya míticos Novatos) Curtis Armstrong (el mítico Pelotilla… también de los Novatos) Lara Flynn Boyle, Diane Franklin (luego hablaremos de ella).
Tras dirigir tres pelis en la misma línea, se metió en televisión con cosas como la serie de
Cariño he encogido a los niños y subproductos infames similares; hoy en día sigue en activo y
ha hecho un poco de todo; series, telefilmes, animación… uno de esos hijos de los ochenta hoy consumidos por el proceloso siglo XXI.
Pero vayamos con la película.
El a ratos infame, a ratos hostiable John Cussack es aquí Lane Meyers, un chavalín ególatra, un poco fantasioso y algo cobardica;
su vida gira en torno a su novia Beth (Amanda Wyss,
primera víctima cinematográfica de Freddy Krueger, a quien aquí homenajean cuando ella se cruza, en la cafetería del colegio, con un tipo que lleva el ya célebre e infame jersey hortera, rojo y verde).
En un mundo cuerdo y sano, la relación de Lane y Beth
sería calificada de patológica; él está obsesionado con ella, tiene su cuarto empapelado con sus fotos, y no concibe una vida sin su presencia. Evidentemente, esto agobia a la (por otro lado, superficial y estúpida) muchacha, que rompe con él al caer enamorada de
un esquiador rubio, pijo y y cachas (habría que hacer una tesis doctoral sobre este tipo de personajes en el cine 80s) un tipo que además se apellida… ¡STALIN! Y es que el pueblo en el que viven está junto a una pista de esquí con una montaña (K12) dificilísima de esquiar, y donde se está organizando una competición cuyo líder evidente es el rubiales, y donde Lane fracasa estrepitosamente en la prueba. ¿A que os suena?
Lane, evidentemente, hace lo que todos los chavales cuando de repente, se le corta el “suministro”, se deprime, y se ve incapaz de sobrevivir sin su adorada Beth, que pasa de él como de la mierda y se limita a reírse
mientras el rubiales Stalin se ríe de él por los pasillos del instituto. Así, el esqueleto de toda la primera mitad de la película
conlleva a Lane lamentándose por las esquinas e intentando suicidarse de mil formas absurdas, que o bien fracasan o son detenidas por su mejor (y único) amigo, Charles De Mar (interpretado por… ¿lo adivináis? ¡¡¡Curtis Armstrong!!! Si,
uno de los Novatos más emblemáticos).
La segunda mitad de la película entra en
terrenos más románticos (he de aclarar que esta
no es una de esas películas de “jovencitos cachondos” a lo
Porky’s, sino que tira más de la comedia romántica, absurda, en ocasiones ácida).
Y es que, si por la trama fuese, estaríamos ante una peli más, divertida, si, pero tópica a más no poder. Donde la película
se reinventa y se salva del sopor es en ese gran baluarte que tuvo el cine juvenil ochentero:
los secundarios. Y aquí, es para mear y no echar gota. Repasémoslos.
-Por un lado,
la familia de Lane, los Meyers. El padre es el típico cabeza de familia gordinflón, bienintencionado pero autoritario que no comprende a los jóvenes, es una pura parodia de este tipo de personajes a lo “Tío Phil”. Él hace todas esas cosas que hacían los padres de esa década en las películas: organiza a su hijo citas no deseadas con las chicas más horrendas del Instituto, le da sermones que solo sirven para deprimirlo, o
intenta hablar con él en la “jerga juvenil moderna” ayudado por una especie de diccionario. Impagable. La madre es aún mejor, un ama de casa un poco “cortita” también bienintencionada, pero sumida en un mundo absurdo; su handicap son sus guisos, incomestibles
monstruos con tendencia a salirse del plato y gozar así de vida propia a lo “Stuff el yogur asesino”. Cada vez que llega la hora de la comida, el padre se sienta con cara de “a ver que alienígena tengo hoy en el plato” incluso en alguna ocasión ponen música de suspense cuando ella va a destapar una olla. Por último el hermano pequeño, el personaje más jodido de la familia, un crío retorcido y cabroncete que apenas habla, liga más que su hermano (por correspondecia y con tías raras, eso si) y hace explotar un cohete para niños, entre otras varias lindeces.
Con estos padres, a mi también más me valdría muerto que...
-Los vecinos tampoco tienen desperdicio. Desde
el repartidor de periódicos (el personaje que yo más recordaba de la película) a los diferentes personajillos que pululan por el instituto, o la madre cotilla y cabrona de la casa de al lado, con el hijo gordito y asquerosamente imbécil, que tienen su importancia en la trama. Por último y desde luego, no menos importante, un viejo cabrón que tiene constantes choques con su furgoneta contra el coche de Lane; este personaje
está interpretado por el mismísimo CHUCK MITCHELL.
Ahora bien, para aquellos a quienes el nombre no les dice una mierda, este señor es el personaje que da título a la popular
Porky’s (de la que vendrían secuelas, imitaciones y plagios italianos sin par, algunos con su presencia, otros sin ella). Casi siempre hacía de lo que tenía pinta,
de viejo cabronazo que desayuna puros encendidos y caga clavos.
El actor comenzó pasando su careto por series de televisión como
Hospital General,
Remington Steele o
Canción triste de Hill Street, pero el papel que le inmortalizó y provocó que un tipejo poco recomendable de 34 años le dedicase más de un párrafo a su vida y obra en un foro ignoto de la España profunda fue
Porky’s, película que no tardará en aparecer por aquí. En ella, Porky era
el dueño de un prostíbulo sureño que la tomaba con un grupo de chavalines que acudían a su local a solicitar sus servicios porque estaban más salidos que el pico de una mesa. El viejo los timaba y les puteaba de diversas maneras, y la película consiste en cómo estos van planeando su venganza contra el viejo hijo de puta (cuando no están demasiado ocupados follando, intentándolo, metiéndose con el pobre Pee Wee o haciendo chistes verdes con sal gorda, algunos INOLVIDABLES). Algún día ya hablaremos de ella con el detenimiento que merece.
Pero volvamos a Más vale muerto, que aún queda rato. No os durmáis. Total, que como todo héroe adolescente de los ochenta con un conflicto, nuestro protagonista
tiene una serie de “pruebas” que resolver para recuperar la confianza y la chica que le ha sido robada por el chulo esquí apellidado Stalin. Por ejemplo, el chaval tiene en su jardín, muerto de asco, un coche Camaro hecho polvo que compró para restaurar, y ni ha tocado. Lo quería para ganar en las carreras a
una pareja de asiáticos que solo saben hablar el idioma de los locutores deportivos, y que constantemente le retan a carreras por la ciudad en los peores momentos. Esa será la primera prueba, y para lograr restaurar el coche y su autoconfianza, Lane contará con la ayuda inesperada de Monique Junot,
una estudiante francesa de intercambio que se ha ido a vivir a la casa de al lado (y que la vecina cotilla intenta convertir en novia de su hijo medio subnormal a toda costa).
Y aquí, amigos, lo que solo era una película divertida, pero sin nada especial, con humor absurdo que merece un visionado y ya, alcanza su punto culminante. La aparición en la película de
Diane Franklin, actriz más ochentera imposible, y que con esa cara de niña buena y angelical se nos ganó a todos en la época… y a mi al menos, me sigue ganando.
Diane
comenzó su carrera en la tele, pero rápidamente ascendió al estrellato (relativo, pero en nuestras mentes ochenteras, incuestionable) y a los corazones de más de un joven varón con
El último americano virgen (otro título emblemático que tarde o temprano deberé enfrentar aquí) donde interpretaba a Karen, el interés romántico del (feo) protagonista. La película
es recordada sobre todo por su final, mucho más similar a la dura y cruda realidad que a las películas, donde el prota, incluso aunque no fuera Tom Cruise o Michael J Fox precisamente, solía conseguir a la chica o al menos a
alguna chica.
Diane continuó su carrera con títulos tan poco prometedores como
Amityville 2: La posesión, o la recordada y entrañable, pero rato casposa
TerrorVisión. Sus cimas más altas son la mencionada
El último americano virgen y la película que aquí nos ocupa. A finales de los 80 ya andaba
estancada en series infames como
Las pesadillas de Freddy; hoy en día ha participado en algunos cortometrajes. Carrerón. Lo sentimos, Diane. Por lo menos
era jodidamente adorable (un estilo cándido a lo Elizabeth Shue, pero con un toque más pizpireto) y en esta película se luce.
Y es que, amigos, en la segunda mitad de la película, la trama
da un giro hacia esa vieja subtrama que todos conocemos (el chico pierde a la chica de sus sueños y para recuperarla recibe la ayuda de otra chica que… ¿hace falta que diga como acababan?). Monique, que habla bien el inglés (y en el doblaje, el español) simpatiza con Lane e intenta ayudarle a recuperar la confianza, cómo es una manitas y no teme mancharse las manos, le arregla el Camaro, e intenta entrenarle en el arte del esquí para que al final, el bueno de Lane le gane al cerdo de Stalin y recupere a la
zorra buena de Beth. Y todo eso viviendo en casa de una arpía que quiere que su hijo de 130 quilos se la folle; si eso no es ser una buena persona, que baje Dios y lo vea.
Dejo otros muchos momentos al descubrimiento del espectador que la vea hoy en día. Hay que ir sabiendo lo que se va a ver; una película divertida, con mucho humor negro y que se ríe de todo y todos, con algunas escenas de animación que sorprenden (no por su calidad sino por su mera presencia) un protagonista que
roza lo insoportable pero con el que no puedes evitar sentirte identificado (ay, esos amores adolescentes…).
A mi me alegró la tarde y a cualquiera que disfrute con este tipo de películas y con el estilo 80's en particular, sin duda hará lo mismo, pero tampoco quiero venderla como lo que no es; emblemática por su casting y por su estilo de humor ácido y extraño, y por no ser "más de lo mismo". Deseo animar a todos aquellos que lean el megapost a verla, pero tampoco ponérosla como la rehostia para que luego os decepcione.
Si sois auténticos ochenteros sabréis que personaje interpreta en la película
Este tipo de películas son muy valiosas; pequeños caramelos para ser degustados que nos dan nuestra
justa dosis de ochenterismo y sirven para animar un día tonto; hay algunas más de estas películas de adolescentes, que involucran el mundo del esquí (como la semidesconocida
Hot Dogs) pero esta película tiene el gran aliciente de no ser lo de siempre (con un protagonista algo menos hostiable, habría ganado enteros).
Poco más. El Megapost 2 de la Cannon se está cocinando y tratará del Charles Bronson, el abuelete que todos quisimos alguna vez que nos viniera a recoger al colegio cuando había lío con el capullo de clase; el próximo Blockbuster, por cierto, tratará sobre
La guerra de las galaxias... hasta entonces un saludo ochentero, y VED Y COMENTAD CINE ochentero, malditos.
PD: He recibido privados exigiéndome que ceda la presentación de este post a una señora. ¿Vosotros la preferiríais a ella o a mi? Sinceridad, por favor