Mientras esperamos al megapost de John Hughes, que está cocinándose... he decidido salirme un poco de lo habitual.
Siempre he dicho que este post tenía la intención de hablar de nuestras pelis favoritas... pero no solo eso. Que podíamos extenderlo a libros, a comics, a juguetes... los ochenta se prestan a ello, fácilmente. ¡Que post no podrían hacerse! Pero he decidido hoy compartir con vosotros algo que me da mucha rabia. Los alimentos, y sus cambios.
Recientemente, las galletas Príncipe de Baukelar han cambiado; mayor tamaño y mayor precio. Y, por mucho que digan, otro sabor. El sabor del chocolate es igual, pero la galleta de toda la vida era doradita, mucho más cremosa; ahora es muy seca. Y eso me ha recordado otras GUARRADAS parecidas que el mercado nos ha hecho a los que ya acumulamos una edad. Sobre todo, me fijo en tres cosas que me joden especialmente:
-Yogures Chambourcy. ¿Que fue de ellos? Llevan décadas fuera de combate; no he encontrado aún yogures de chocolate que se equiparen a los que hacía Chambourcy. Y mirad que lo he intentado. Eran deliciosos. Además, la empresa proponía siempre promociones, sorteos, concursos... ¿Alguien más se acuerda?
-La segunda ofensa del mercado contra nosotros... los Cheetos verdes originales. ¡Una injusticia! En los 80 no había tanta variedad como hoy y hasta donde recuerdo, inicialmente solo existían las cortezas, los Fritos, y las Bolitas de queso. Luego vendrían los Drakis y demás marranadas, pero, las bolitas de queso... desaparecieron. ¿Alguien las recuerda? Cuando salieron los Pelotazos pensé que serían igual, pero ni de coña. Eran unas bolas con un sabor y olor intensísimo a queso (o según mi madre, a pies). Yo me hinchaba a comprar bolsitas en el quiosco.
-Dicen que hay que dejar lo mejor para el final, y así lo he hecho.
Señores de Cuétara, les hago carta abierta. Durante muchos años, he sido un consumidor fiel de sus galletas Tosta Rica acompañadas con Nocilla, y aún hoy con casi 35 tacos, las sigo consumiendo en navidad, mientras veo Gremlins con la familia. Pero, por favor, señores... ¿era REALMENTE necesario cambiar sus galletas Surtidas? ¿Les hicimos algo malo? ¿En qué fallamos los consumidores? ¿De quien fue la idea demoniaca? ¿En qué departamento de su empresa surgió tal conspiración? Porque las surtidas de ahora son una puta mierda, excepto las dos o tres clásicas que se conservan. Solo he comprado una caja, para testearlas, y nunca más. Nunca. Y prácticamente a todo el que conozco de mi generación y anteriores, piensa igual. ¿De verdad las ventas respondieron al cambio? ¿De verdad se venden suficientes de esas aberraciones como para justificarlo?
Cuando yo era pequeño, se compraban cajas de dos o tres pisos, y eran sagradas. Se guardaban en el estante más alto de la despensa y permanecían ahí durante lo que parecían eones. Uno de niño tenía la impresión de que eran muy caras, porque solo se sacaban cuando venían visitas, o en los cumpleaños y fechas señaladas. ¡Menudo día de fiesta cuando te dejaban comerte dos o tres de estas galletas para merendar! O cuando ibas a casa de tu abuela, que siempre tenía una caja y te permitía acceder a ella sin restricciones.
Pero con el devenir de los años, se popularizó la cosa. Se hicieron más baratas y comunes. Las comprabas en fin de semana y el lunes no te quedaban (excepto las que todo el mundo odiaba y nadie quería comerse... los más viejos sabéis de que hablo). Yo amaba esas galletas; era un consumidor fiel y adicto. me encantaban todas... las que iban envueltas en papel, y llevaban un delicioso chocolate dulce con leche. Otras alargadas que llevaban un chocolate más amargo. Esas que eran un mazacote de galleta cubierto de chocolate y chispas de coco. Aquellas de galleta en forma de flor cuyo centro era de chocolate... ¡coño, todas!
Cuando Cuétara dejó de fabricarlas me jodió, pero no me preocupó, porque Carrefour tenía una marca blanca donde estaban todas, con el mismo sabor, excepto algún cambio (el mazacote de chocolate y coco era aquí una galleta plana, por un lado galleta sola y por el otro, chocolateada y con el coco). Era aceptable, y pensé que si Cuetara dejaba de fabricarlas, allá ellos. Pero tras unos cuantos años, también Carrefour abandonó esa línea. Entonces si que, mis amadas galletas desaparecieron. Desde entonces oteo las galletas de marca blanca de todas las grandes superficies, con la esperanza de que alguien siga su ejemplo. Sin novedad en el frente.
Desde aquí hago un llamamiento a la paz. Señores de Cuétara, cerremos filas. Limemos las diferencias y amemonos los unos a los
otros, pero por favor, devuelvan lo que tanto echamos de menos.
Y vosotros... ¿que echais de menos?