Antes que nada, aquí tenéis un Capítulo III de los Trailes Ochentosos. 30 minutos de trailers sacados de mis VHS donde hay espacio para todo: Michael Jackson, Arturo Fernandez, pelis de chinos, ciencia ficcion barata de videoclub...
y mucho más. Hay un pequeño error, ya que el segundo trailer se ha grabado dos veces, la primera, solo los 49 primeros segundos, la segunda, completo. Tenedlo en cuenta; a pesar de que había bloqueado el incompleto en el CD, me ha vuelto a aparecer al volcar la copia a .avi.
Podríamos decir que estamos ante un caso de posesión infernal de CD. Eso, o que soy un torpe tecnológico absoluto. Espero que lo disfrutéis! Y ahora... el VERSUS.
https://mega.co.nz/#!PkJC3ASa!1LV22b3akXBUDzubI5-0DaJS2Xzv0tIPSyod8Kc6rCI
El final de la cuenta atrás VERSUS El experimento Filadelfia: El modelo de megapost VERSUS ha ido decreciendo con el tiempo, sobre todo porque muchas de las parejas que se me ocurren encajan en otras secciones, pero creo que con este acertaré.
En los 80,
los viajes en el tiempo estaban a la orden del día; conceptos tales como las paradojas temporales dejaron de ser ciencia ficción
hard entendidos solo por unos pocos freakies voraces de la literatura
, para pasar a ser ideas que todo el mundo comprendía, y que llegaron al imaginario colectivo gracias a su aportación, en un idioma más comprensible, en películas como
Terminator, o
Regreso al futuro.
Pero antes de que pudiéramos preguntarnos cómo iba a ser Kyle Reese el padre de John Connor, o si era posible que Marty cambiara el pasado para salvar el futuro y recomponer la dichosa fotografía,
hubo otros ejemplos de viajes en el tiempo en el cine, más o menos populares. Vamos con ellos.
El final de la cuenta atrás es una cinta solvente, muy entretenida, y que
maneja sin pudor los problemas morales que suscita el viaje temporal hacia un pasado funesto que ya conoces.
Se nos cuenta la historia del USS Nimitz, un portaaviones que está haciendo operaciones de rutina en las costas de Hawai. A bordo se encuentran el capitán del portaviones Matthew Yelland (el gran Kirk Douglas) un burócrata que se encuentra realizando inspecciones rutinarias bajo las órdenes de su jefe, el misterioso señor Tideman, Warren Lasky (Martin Sheen) y el comandante Richard Owens (James Farentino).
Durante el viaje de rutina, el portaaviones se ve metido de lleno
en una extraña tormenta eléctrica de proporciones desorbitadas (probablemente, un agujero de gusano). Cuando la tormenta se disipa, los ocupantes del portaaviones se percatan de que ya no están en 1980, sino en el día 6 de diciembre de 1941, en mitad de la segunda guerra mundial, y tan solo
un día antes de que los japoneses hagan pedazos Pearl Harbour.
Evidentemente, surge enseguida la confrontación de moralidades sobre lo que habría que hacer al respecto. El recio y cascarrabias militar interpretado por Douglas
lo tiene claro:
su tarea es defender a los Estados Unidos de cualquier ataque extranjero, y tiene los medios para hacerlo; que la amenaza sea pasada, presente o futura no cuenta en su decisión, ha de cumplir la función a la que ha dedicado su vida. El comandante Owens parece en principio reacio a cambiar nada, aunque descubriremos más tarde que
es un historiador aficionado que parece no estar diciendo lo que piensa, y que si tiene interés en cambiar la historia, nunca se sabe a ciencia cierta si por interés humano hacia la tragedia o por interés personal. Lasky representa el punto medio del conflicto moral. No obstante, acabarán mojándose cuando los japoneses vuelen un barco cercano a ellos, rescatan del barco a un senador de los estados Unidos (interpretado por Charles Durning) y su secretaria y ayudante Laurel Scott (Katherine Ross). Puesto que se suponía que el senador y todo su séquito tenían que haber muerto en el ataque, parece que
ya ha cambiado la historia...
Dirigida por Don Taylor, un competente director para todo que tampoco destacó demasiado: suyas son
La maldición de Damien,
Huida del planeta de los simios o la versión setentera del Doctor Moreau; la película a pesar de todo está
muy lograda: la tensión entre las tres figuras humanas que representan distintas posturas ante un dilema moral que seguramente, no tenga solución posible; el pequeño añadido del japonés belicoso rescatado del agua y dispuesto a todo por cargarse a cuanto norteamericano se ponga por delante
añade un poco más de tensión física; peleas, secuestros, persecuciones por los agobiantes pasillos del submarino (por cierto, es un submarino real que existe y se llamaba así realmente). Hasta hay tiempo para una historia de amor breve, directa y que en absoluto molesta o entorpece las otras tramas, casi más sugerida e implícita que mostrada en pantalla.
A pesar de todos los valores que le pueda sacar, como
una gran banda sonora de John Scott (compositor de una de mis BSo favoritas, como es la de Greystoke, la leyenda de Tarzán) la película se basa, incluso por encima de los elementos de ciencia ficción,
en la relación entre los tres hombres, que a pesar de discrepancias en sus puntos de vista, e incluso entre cierta enemistad que surge entre los personajes de Farentino y Sheen al conocerse, acabarán estrechando lazos y convirtiéndose en hawsianos amigos a la fuerza (que no me malinterprete el sector koplekiano del foro)
Qué se puede decir de Kirk Douglas; bueno, en aquella época ya poco, los 80 no fueron demasiado gratos para el gran actor, y aunque no conozco todas sus películas rodadas en esta década, me atrevo a decir que
El final de la cuenta atrás es la mejor.
Martin Sheen
tampoco es que necesite una gran presentación: después de exitazos en su carrera como la enorme
Malas tierras, o la incuantificable
Apocalypse Now, en los 80 tuvo una carrera no tan desagradecida como Douglas (
Ghandi, su incomensurable Greg Sillson en
La zona muerta de Cronenberg) aquí interpreta el papel de hombre ligeramente escéptico, de motivos no del todo declarados, pero moralmente puro,
destinado a que el espectador empatice con él antes que con nadie; al final, su postura de ayudar a evitar el desastre de Perl Harbour se saldará con una genial frase que le lanza Owens; la historia no es tan moldeable como él se cree.
James Farentino, para muchos, estará el peor situado de los tres.
Para mi, no es así. Iniciada su carrera en televisión, esta fue su primera película importante; después protagonizó esa joya de la serie B que es
Muertos y enterrados, aunque es recordado sobre todo por protagonizar la serie ochentera
El trueno azul, basada en la película que protagonizó Roy Scheider. Después,
volvió a hundirse en la televisión. A pesar de su corta y poco lograda carrera, poseía el clásico "talento vulgar", la apariencia de un hombre corriente con quien podías empatizar,
y a quien podías colocar casi en cualquier papel; su rostro corriente y sus modales de ciudadano medio ayudaban mucho a empatizar rapidísimamente con él. La clase de papel que hoy en día, en un cine colmado de adolescentes cachas, se echa de menos. Una lástima que su carrera se estrellara poco después de despegar.
Katharine Ross, en fin, interpreta a la ayudante del senador y al posible interés romántico del comandante Owens; una actriz que no sé si parecerá guapa, pero que para mi, "tiene algo". Comenzó su carrera a los 60 (quizá su primer gran papel fue el de Elaine, la hija de la señora Robinson en
El graduado) y es conocida también por su papel de maestra en
Dos hombres y un destino, y por protagonizar
Stepford Wives, película muy original y lograda, que
ha sido remakeada, copiada y plagiada hasta la saciedad en telefilmes infames. En los 80, su carrera no fue a más de un puñado de telefilmes, y de interpretar a una de las Colby en
Los Colby (vaya) el spin off de
Dinastía.
Como digo, sin ser ninguna obra maestra, es una película muy bien parida, entretenida, adictiva incluso, y para quien quiera saber algo sobre los postulados que plantea acerca de los cambios que trastear el pasado pueda tener, no diré más que fíjense en la sombra o sombras que esperan a Lasky en el coche; los que hayan visto sabrán a qué me refiero. Y todo esto,
varios años antes de que Marty consiguiera el increíble y casi imposible reto de enamorar asu propia madre.
Cuatro años después de
El final de la cuenta atrás se estrenaba en cines
El experimento Filadelfia;
producción basada en una leyenda urbana, la del USS Eldridge, barco americano con el que supuestamente, se hicieron pruebas de invisibilidad al radar enemigo (otra versión más fantasiosa defendió que fueron pruebas de invisibilidad total del dichoso portaaviones). Según la leyenda
la prueba salió mal, muchos participantes murieron y el gobierno ocultó el experimento. Uno de los vendehumos de Mundo Magufo escribió un libro sobre ello, Charles Berlitz, y la cosa tuvo la suficiente gracia como para producir una película que, obvio es,
se enmarca en la pura ficción, sin intentar llevar a cabo una reconstrucción de los hechos que (podrían) haber ocurrido.
En 1943, un grupo de la marina norteamericana
se dirige al puerto de Filadelfia para llevar a cabo un experimento secreto, al cual se han presentado voluntarios. Entre ellos van dos amigos de toda la vida, David Herdeg (el ochenterísimo Michael Paré) y Jim Parker (Bobby Di Ciccio) que durante el viaje hacen bromas sobre el secretismo, y el periodo de cuarentena que tendrán que pasar una vez terminado el experimento. Este resulta ser un dispositivo que conseguirá
hacer al portaaviones invisible ante los radares enemigos, lo que supondrá un importante avance en el fin de la segunda guerra mundial.
A pesar de las dudas del jefe del proyecto, el científico doctor Longstreet
que teme haber pasado algo por alto, la prueba se lleva a cabo y es un éxito; otros barcos americanos colocados cerca del USS Eldridge en alta mar no pueden detectarlo en sus radares una vez iniciada la prueba. Esto sume a todos en una celebración, puesto que significa prácticamente el fin de la guerra; pero
poco después el barco empieza a desintegrarse y tienen lugar toda clase de fenómenos atmosféricos extraños.
David y Jim, por su parte, deciden saltar del barco en el último momento, y se encuentran (sin saber como) en medio de una ciudad desierta, patrullada solo por monstruosos helicópteros militares que intentarán darles caza. Una vez consigan huir, no tardarán en percatarse de la cruda realidad: Se encuentran
no ya en su época, sino en 1984.
Tras los primeros (y lógicos) encontronazos con los lugareños de la época, llegan a un bar
donde Jim sufre un extraño dolor en su mano, que provoca involuntariamente la destrucción de una maquinita de marcianos; se ven obligados a huir de unos parroquianos furiosos, para lo que secuestrarán a una chica que pasaba por allí, Allison (Nancy Allen). Durante la fuga van enterándose de lo más vital (el fin de la guerra) e intentan comunicar con sus superiores militares en la base, cosa lógicamente imposible dado que la mayoría están muertos y retirados
y sus nombres no les suenan ya a nadie.
Tras la huida, son finalmente detenidos por la policía, y Jim, agonizante en un hospital,
acaba desapareciendo ante los atónitos médicos, mientras que David se libra de los cargos de secuestro porque a la secuestrada le pone sexualmente. Lo cual, dicho sea de paso,
tiene menos lógica que un capítulo de Falcon Crest. Y es que, si en la anterior peli, la historia de amor era casi sugerida, muy por encima, más con miradas y momentos de silencio que otra cosa, aquí la historia de amor roba demasiado tiempo. Y es increíble.
Pero increíble. Señora secuestrada y obligada a conducir por parte de unos tipos de los que nada sabe, acaba enamorándose ¿? del secuestrador, tras cruzar cuatro palabras con él, y no solo retira los cargos, sino que se convierte en su compañera de aventuras, lo sigue cual perrito faldero, da la cara por él, y al final por supuesto, acaban en la cama. A esta ristra de incredulidades no ayuda
la nula química de Paré y Allen, especialmente sosos.
A pesar de lo dicho, no todo es malo. La película tiene ideas bastante interesantes, como ese barco donde los marineros reaparecen
fundidos con el propio barco tras el experimento (una idea muy cronenbergiana de aquellos tiempos) o el encuentro entre David y su amigo, que al desaparecer, volvió a su época, y "ahora" es un anciano resentido porque al regresar a 1943
nadie creyó su historia y perdió media vida en un sanatorio mental. Por lo demás, vamos siguiendo la evoluciones de un envejecido doctor Longstreet, que ha vuelto a intentar su experimento en 1984; al fallar este tanto como el de 1943, se
ha abierto un bucle entre las dos épocas, que amenaza con succionar el mundo entero; el doctor no tardará en percatarse de la aparición de David (que legalmente constaba como desaparecido/fallecido en 1943) e intentará que las autoridades militares lo encuentren a toda costa.
También son interesantes, e incluso irónicas,
en pleno auge de la era Reagan, los equívocos de un confuso e
inocente David de 1943 ante los cambios que se han producido en su propio país, y que ahora le parece Marte: la presencia de punkies y travesties,
la divertida idea de que ahora Alemania y Japón son aliados de América y Rusia es el enemigo, el escandaloso concepto de tener hijos sin antes casarse, o sus pequeñas torpezas con la tecnología de los 80 (es incapaz de abrir una lata de Coca Cola o de conducir un coche moderno).
A pesar de todo lo dicho, la película
consigue mantener un interés constante y razonable, cuando se aleja de la historieta de amor, y en sus mejores momentos no le faltan ritmo y suspense. Producida por el mismísimo John Carpenter en sus buenos tiempos, cierta sosería visual y narrativa, la sensación de que los elementos son buenos pero que a la peli le falta "un hervor" para ser redonda, se explica fácilmente si nos fijamos en quien es su director, Stewart Raffill; director que en ese mismo 1984 dirigió
una mediocre aunque visionable película de aventuras espaciales muy videoclubera,
Guerreros del espacio, y en 1988 dirigió la película que marcó su destino y quedó para siempre atado a un destino funesto: Mi amigo Mac.
¡Coño! ¡¡¡
Que este tío dirigió Mi amigo Mac!!! Muy buena me parece El experimento Filadelfia, después de saberlo. Hay peores abismos en los que caer.
El reparto está compuesto por un
Michael Paré que se hizo famoso con la gran Calles de fuego (a pesar de su enorme sosería y cara de palo). Dado a conocer como uno de los alumnos rebeldes de William Katt en El gran héroe americano, su carrera ha estado siempre sometida (y sigue estándolo) a infra-productos de consumo doméstico, fantásticos sobre todo. Tuvo una breve aparición en
El pueblo de los malditos de Carpenter, y apareció en el remake televisivo en 2012 de El experimento Filadelfia; carrerón.
Nancy Allen... por lo general suelo ser uno de sus grandes defensores. De Palmiana total, y bastante bien en todas sus apariciones;
1941 de Spielberg,
Robocop... por lo general, es una actriz que me gusta pero aquí
está para matarla: ni su papel (insisto, totalmente increíble) ni su aparente desgana consiguen levantar esto.
El resto del reparto, pues una mezcla de secundarios sólidos y desconocidos: un joven Stephen Tolobowsky aparece por ahí, Eric Christmas, Bobby Di Ciccio, y poco más. La película
tuvo una tardía secuela en 1993 (directa a vídeo en España, si no me equivoco) donde iban a matar a Hitler; y una secuela televisiva relativamente reciente..
Lo cierto es que
me gusta El experimento Filadelfia, a pesar de sus fallos, aunque leyendo este texto pueda parecer lo contrario; es una película que se puede ver sin ningún problema, modesta, FX caseros de la época con bajo presupuesto... es una hija de su tiempo que por si sola, puede defender un aprobado, es en la comparación con otras donde sale perjudicada.
Porque, hablando claro,
cual de las dos protagonistas de este Versus gana... yo no tengo ninguna duda.
El final de la cuenta atrás, muy solvente, directa, con una historia mejor cimentada, mejores actuaciones... mejor resuelta y más atractiva. Pero no desaconsejo en absoluto echarle un vistazo a Filadelfia a pesar de todo lo dicho.