El Megapost de los 80: Repasando a Richard Franklin

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- "Hola ¿Qué tal? Soy Alonzo Hawk hombre de negocios sin
escrúpulos ¿Alguien me da fuego? ¿Alguien tiene un coche
escarabajo llamado Herbie o quizá un poquito de Gomabol?"

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- "¡Eh! Aquí abajo con barba y tal pero sigo siendo yo!"

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- "¿Otro como yo? Hombre... a lo mejor y entrenando un poco... ¿Estás ahí socio?"

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- "Pues claro... A.J. Arno a su servicio... siempre que me pague claro".

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- "Sí, me encanta quedarme con los inventos de los
estudiantes. Ya sea para convertirse en forzudos o
en invisibles. Si dan dinero... Soy su hombre".
 
Última edición:
Además, había (como bien ha expuesto Wontner) una plantilla de secundarios que aparecían en casi muchas de las películas de estudiantes (un subgénero en sí mimso en Disney).
 
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Bah! Humbug! Yo estuve en todas. ¿Villanos? Bah.

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¡Miradme! Soy Dean Higgins. Si yo fuese Bruce Banner, ya me habría comido en verde a Dexter un millón de veces. Es una manera ambigua de ser vegetariano, si ¿qué pasa?

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¿Que Cesar Romero estuvo en Batma? Jok... ¿qué? ¡Mira tú como me río! Yo también. Y daba más miedo.

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Estuve en blanco y negro...

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Y fui un dibujo animado también. Solo mi voz, que yo soy mucho más guapo.

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¡Odio a los estudiantes! ¡Odio la libertad! ¡Los hippies son el mal! Siempre dije que los estudiantes eran un mal necesario de las Universidades. Pero tendríamos que encontarr maneras de tenerlas sin ellos. Sería lo suyo. Pero si hay alguien a quien odio más que a nadie es a Dexter. Lo odio tanto, que hasta lo odié con otro nombre cuando yo mismo llevaba otro en la del mono ejecutivo de las narices.

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Si, fui asistente del señor Banks cuando asaltamos el reinado de Herbie, pero yo era demasiado grande como para ser segundón de un segundón (cierre esa boca, señor Tomlinson, no se me anonade despanchuflad, sabe que es la pura verdad, y dediquese a cantar Portobello Road que aún así Dean Jones canta Sondheim mejor que usted, so perdedor) Todo villano tiene sus comienzos. No me arrepiento.

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Hola, soy Joe Flynn. A veces me dan otros nombres, pero sabeis quien soy. No soy a man of wealth and taste. Me ofrecieron un puesto similar y lo rechace. Eso es para blandos. No soy malo. Soy peor. El mal mismo me teme. Hay quienes han sugerido que tengo un patetico síndrome de alucinacion perpetua sobre la valía de mi persona, pero creo que esa es teoria para porreros y drogatas, es decir, toda la juventud, que para algo tiene experiencia. La juventud es una enfermedad, y yo soy la cura. Nos vemos en vuestras pesadillas.
 
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- "¡Jode... esto... canastos cuánto villano!
Aquí donde me veis todo molón y melenitas
ligón de playa, no siempre fui así... me acuerdo que..."

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- "Lo sé... pagafantero total. Es lo que tiene cuando
quieres ser un Beatle y no sabes ni tocar la bocina".

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- "¿Cómo que has soñado que había un bicho marciano que se os comía a todos con su bocaza y tú estabas
en la Antártida y con barba de trampero de Wyoming? ¡Será posible la estrellita barata de turno!"

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- "¡Cruel destino del actor infantil! Aquí me tenéis aguantando las
latas de comida para que chupe cámara el criajo este de las narices!"

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- "¡Sí, mírame, mírame con cara de envidia gorrafeo ¡Rabia chaval! En esta ocasión yo me llevo a la chica!"
 
La semana que viene habrá algún nuevo articulo sobre cine ochentero. Pero he pensado que no está mal ir intercalando el asunto con otro tipo de artículos más personales; reflexiones, debates, recuerdos no cinéfilos, siempre, por supuesto, dentro de nuestra amada década. Hace poco escribí un breve artículo sobre sabores desaparecidos; hoy quisiera hacer algo parecido. Es por eso que creé una nueva sección, la sección Ñoñas; lloriqueos, rabietas, recuerdos inasumidos, reflexiones shakesperianas, y otras cosas. Espero que esta iniciativa os resulte cuanto menos, amena de leer! :ok Y me gustaría (es más, animo a cualquiera a ello) que todos os tomárais esa sección como si fuera vuestra y planteaseis temas que os apetecieran comentar. Por el momento, vamos con ello.

SECCIÓN ÑOÑAS: La P@#~€ PAGA SEMANAL

Algunos (ya oigo a Dussander) dirán que la paga semanal no es ni mucho menos algo exclusivo de los años ochenta; que sus padres, o sus abuelos, ya tenían sus "reales" para ir al cine. Y tendrán razón.
Pero cuando se dice que ser niño en los 80 fue algo grande, hay detrás de esa manida frase algo más que semántica falaz y pordiosera. Fue una de las primeras épocas en que en este país, los niños pasaron a ser consumidores, en el sentido en que hoy entendemos ese término. El ocio infantil/juvenil fue un modelo de industria y de hacer dinero a través de mil campos diferentes; gracias a que la televisión llegaba a todas partes, las campañas de publicidad agresivas y el bombardeo de productos estaban aseguradísimos.
No obstante, los mandamases de la época debieron reunirse en alguna oscura sala, y hacerse la pregunta crucial: podemos venderles a los niños, pero, ¿como van los niños a pagarlo?

Aquí entran los valores que había en cada hogar. Y cada casa era un mundo. Unos padres daban paga para que el niño aprendiera el valor del dinero, a administrarse a si mismo sus "ganancias" a ser ahorrativo y prudente con lo que se compra. En otras casas imperaba aquello de "el dinero no es un juguete, no es para niños", y eran los padres los que compraban a sus hijos lo que estos querían, en la medida que los ingresos y las costumbres paternas lo permitían.

Yo, personalmente, fui de paga semanal. No sé (soy malísimo para fechas y edades) cuando empezaron a darme la paga, pero debió empezar en torno a los 9 años, y serían unas doscientas pesetas, que con el paso de los años fueron aumentando (si la memoria no me falla, pasé a 350, a 500, y finalmente a pagarme los gastos con el sudor de mi frente).

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Pongamos 350 pesetas. 350 pesetas para subsistir siete días. Alojamiento, comida, ropa y material escolar ya cubiertos. ¿Que te hace falta entonces?, solía preguntarme mi madre. Pues todo lo demás.
Era una época en la que las tentaciones consumistas para los niños, estaban en todas partes. Competías con chavales de tu edad, ya en la infancia, había una cierta competición social por quien poseía las mejores cosas (ponga aquí lo que prefiere, juguetes, tebeos, libros, consolas, o lo que sea) en mayor cantidad, mayor calidad, y antes que nadie.

Pero, vamos a intentar sintetizar en qué infernales agujeros se iban esos dineros, o a responder a la pregunta de las madres: ¿Pero para qué quieres tú dinero?

1. Películas:

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Los 80 (y primeros 90, no lo vamos a negar) fueron una edad dorada para la tele española. Llegaron las cadenas privadas, con una mayor oferta de la que las exiguas cadenas públicas nunca pudieron competir. Nada que no haya dicho ya mil veces: Telecinco y sus Karate Kimura, Antena 3 y sus pelis de adolescentes guarrindongos, las autonómicas... no obstante, estaban los videoclubs. No voy a añadir aquí nada al respecto (ya he sido bastante pesadito al respecto :fiu) pero los videoclubs eran un punto de reunión social. Y muchas veces, en el colegio, oías hablar de tal, o cual peli, y te entraba un gusanillo en el cerebro, un no sé que, un... no puedo esperar, esto tengo que verlo. En un principio, las películas las pagaban mis padres, cuando era muy crío, y no sé exactamente que valdrían. Luego, cuando el gusanillo del videoclub me fue entrando... pues una novedad podía costarte entre 350-500 pesetas (depende de lo rata que fuera el dueño, o de lo que apretaran los distribuidores) y las películas "antiguas" en un principio valían más caras, pero se fueron desplazando rápidamente hacia las 150-100 pesetas muy pronto. En los 90, con la aparición de las franquicias videocluberas, surgieron ya ofertas de "5 películas por 500 pesetas todo el fin de semana". En un principio, si los sábados por la mañana iba con mi padre, él pagaba los alquileres. Pero con el tiempo, iba por las tardes con mis amigas, a alquilar una o dos pelis y verlas en casa de alguno; esos alquileres habíamos de sufragarlos entre todos, y por supuesto, mi parte salía de la paga semanal. Pongamos el precio más "benévolo" de una película que no fuera novedad; 150 pesetas. Suponiendo que la alquilaras con dos amigos, salías a 50 pesetas. Y la paga media que, como ejemplo, he dado, ¡era de 350!


La COMPRA de películas era un fenómeno temporal muy raro, extraordinario; en un principio solo podían comprarse en grandes almacenes de las grandes ciudades, a un precio elevadísimo. Más tarde, llegó la venta de películas por catálogo a la que fui asiduo. El precio medio de un VHS destinado a la venta era de 1.995 pesetas. ¡2000 pesetas! ¿Pero eso existía? Recuerdo que una vez, mi madre le soltó 2000 pelas a mi hermano mayor para ir de cena de fin de curso. Anonadado me quedé. ¡El precio de una película NUEVA soltado así, como si nada! Y yo tenía que ahorrar, mendigar, suplicar durante meses para conseguir una película, o directamente, esperar a fechas señaladas para que me las regalaran.

2. Libros / Tebeos / Revistas

Otra forma de quemar la paga rápidamente era la letra impresa. En general, con los libros no tenía problema, porque en mi casa se fomentaba la lectura, y cada tres semanas o así solía caer uno de Los tres investigadores, El club del misterio, selecciones de clásicos (El sabueso de los Baskerville, leído a temprana edad, no solo me acojonó sino que me enganchó a la lectura). Algunos libros si que me los tenía que comprar yo, pero generalmente necesitaba ahorrar la paga de dos o tres semanas para ello.
Pero los comics... en mi casa nunca se consideraron valiosos, aunque nunca me lo dijo, creo que mi padre los tenía por infra literatura. Aún así, por mi casa tuve algunos (Mortadelo y Filemón, Aliens contra Depredador, Superman). Mis favoritos eran los de la Tumba de Drácula de Marvel, editados por Vértice, que costaban 125 pesetas. Con esto, ya tendríamos 175 gastados.

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Las revistas, pues a mi me encantaban las de consolas, y me las tenía que comprar yo con mi paga, pero el coste se me llevaba buen mordisco de mi paga semanal. no recuerdo exactamente los precios, pero podían costar entre 200 y 400 pesetas, sobre todo cuando incluían "regalos" como demos, juegos, libritos con trucos y pokes, y esas cosas. Dicen que la pobreza agudiza el ingenio, así que personalmente, me las ingeniaba para ir al quiosco los viernes después del colegio, ya que me recogía mi abuelo, y conseguía sin demasiados problemas que apoquinara la pasta. El pobre hombre no se daba cuenta de que con su generosidad, estaba contribuyendo a provocar en mi economía infantil un superávit inmerecido e inmoral, que con el tiempo me convertiría en un burdo capitalista.

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3. Los cromos (o la cocaína de los niños)

Porque, admitámoslo, los cromos eran droga. Comprar el álbum solía suponer un desembolso insignificante (la mayoría de los que compré de niño costaban 100 pesetas o menos) pero eso no era más que una sucia estrategia de marketing: las ganancias estaban en los sobrecitos de los cromos. El intercambio entre amigos y compañeros de colegio ayudaba a rentabilizarlo, pero cuanto más completabas, cuanto más te acercabas a tener el álbum ya lleno, peor era: te podía tocar un mal sobre con casi todos los cromos repetidos, y eso era la ponzoña total. Te podías pasar semanas enteras buscando inútilmente a alguien que se estuviera haciendo el mismo álbum que tú, y aunque lo encontraras, nada te garantizaba que tus sobras le fueran a interesar, o que el otro "coleccionista" tuviera lo que a ti te faltaba. Un infierno.
Lo peor es que a mi no me gustaban los de fútbol (los más populares, para qué vamos a negarlo) ni los de dibujos animados infantiles, sino cosas relacionadas con el cine, y sobre todo, con el terror, la fantasía o la ciencia ficción. Muchos álbumes los completé a la fuerza de comprar sobres y regalar, o tirar en un cajón los cromos sobrantes, porque no encontraba a nadie que coleccionara; eso, o abandonar la idea de completar el álbum por puro cansancio. Aunque los álbumes "casi completos, pero inacabados" sentaban como una patada en los huevos.

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Otra cosa especialmente terrible que te podía pasar con los dichosos cromitos era que te los confiscaran. Y es que, muchos adultos, sobre todo los profesores, no veían con buenos ojos esa especie de tragaperras infantil que eran los cromos; muchos niños se distraían en las clases, se quedaban hasta tarde "negociando" en el patio, y eso debía sentar muy mal a aquellas figuras de autoridad. En mi caso, lo más sangrante fue perder un cromo de Dragon Ball, concretamente el de Mai (la sicaria de Pilaf esa que vestía de negro). Ese cromo me costó la vida de conseguir, no sé si es que era difícil o que yo tuve mala suerte, pero el mismo día en que lo cambié (encima, por uno de Krilin que salía repetidísimo y no valía una mierda) mi profesora de EGB me lo arrebató, junto con el resto del "género" en una redada donde caímos varios compañeros coleccionistas. Semanas después, la profesora "devolvió" algunos de los cromos, pero muchísimos habían "desaparecido" de su cajón, el de ellos, el mío de Mai. Desde entonces creo que abandoné el álbum con bastante rabia.

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4. Golosinas, Cheetos y otras porquerías: No le neguéis. Una gran parte de la paga se gastaba en las guarrerías que se compraban en el quiosco/panadería de barrio de toda la vida, al salir del colegio. Quien más y quien menos, todos gozamos de esas porquerías que, lo siento por nuestras madres, sabían mejor que un bocata de mortadela con aceitunas.
Aunque ya en lo personal, las gominolas y caramelos nunca me gustaron, y habré comido cuatro mal contados en mi vida. Mis favoritos eran unos bombones que venían con la parte inferior envueltos en un papel de colorines, tipo papel de aluminio, y que estaban rellenos de arroz. La locura; en serio, pegarles un muerdo era como comerte un trozo de turrón de chocolate. Había otros de chocolate rellenos con un mazacote pegajoso de menta que estaban de muerte también. Sin embargo, mis favoritos de verdad eran los cigarros de chocolate. Sabéis de que hablo, ¿verdad? Piezas de chocolate bastante bueno con envoltorio de cigarrillo; hoy en día creo que no se venden, aunque hace siglos que no entro a un quiosco buscando "material"; dudo que en esta época de politiquismos correctos, se permita la venta de algo que ayudaa los críos emular una acción perjudicial (aunque el gobierno no les negará la compra de tabaco cuando cumplan los 18. Paradojas).

¡Y que poco valían! ¡Nada! El paraíso por unas monedas, había bolsas pequeñas, bolsas más grandes según el dinero que estuvieras dispuesto a gastarte. Luego estaban las patatas fritas, gusanitos y demás, que valían 25 pesetas la bolsa, luego 30 y luego, por obra y gracia de la conversión peseta-euros pasaron a valer 30 céntimos. Vaya cara.

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Era extremadamente fácil que se te fuera el "sueldo" en estar porquerías. 350 pesetas en siete días no dan para mucho, ni siquiera para un crío; este tipo de bazofias se consumían a veces en el recreo, al salir de clase a mediodía, por la tarde en el parque... no había momento malo para consumirlas. En un par de días, los más golosos podían gastarse fácilmente una pasta.

5. Juegos de consola: En este apartado no me estoy refiriendo a COMPRAR juegos de consola. Eso era algo que quedaba fuera de nuestro alcance. Los juegos de las consolas ochenteras, por ejemplo la que yo tuve, Mega Drive, valían entre 3.000 y 5.000 pelas; eran juegos que a uno le regalaban por su cumpleaños, en la noche de reyes, por sacar buenas notas, y poco más.
No obstante, entre los 80 y primeros años 90 comenzaron a proliferar las tiendas de videojuegos. Hoy en día muchos videoclubs (llámese "24 horas con películas") tienen también videojuegos, y no sé si será posible sobrevivir solo a base de alquilar videojuegos, pero en su día se podía. La de mi pueblo se llamaba Mega-Games, y alquilaban juegos de todas las plataformas de la época, e incluso consolas (estuvimos a punto de pillar una NES mi hermano y yo, pero no cuajó).
Alquilar un juego costaba, si no recuerdo mal, 400-500 pesetas, y la primera vez que fui, era realmente impresionante: estanterías llenas de juegos; el primero que alquilé, aún me acuerdo, fue uno de la saga Splatterhouse.

No era nada extraño alquilar, entre hermanos y amigos, uno o dos juegos para pasarse la tarde del sábado viciado perdido con la MD; Streets of Rage, Cazafantasmas, Rambo 3, el Moonwalker, Revenge of Shinobi, el Warlock, Altered Beast... era un concepto muy sugestivo para un crío que se paraba en las vitrinas de un centro comercial viendo los juegos pero sin poder probarlos: pero había tiendas donde podías alquilarlos por unos "duros" y pasar unos días gozándolo; incluso había tarifas de "reenganche" en las que podías renovar la permanencia del juego que habías alquilado por algo menos de dinero de lo que costaba alquilarlo (excepto las novedades).

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Además,en sus inicios, estas tiendas eran lugares donde se juntaba todo tipo de gente, siempre dentro de un espectro de edad infantil/juvenil (los pocos adultos eran sufridos padres arrastrados a un mundo incomprensible): tenías al grupo de niños indecisos, maravillados y acompañados por un adulto con prisas, al típico adolescente friki (ese que hoy le dirían gamer) pandillas de heavies ya más talluditos... de tó. Hoy en día, con Internet y la piratería de por medio, no me puedo imaginar que exista ese modelo de negocio, aunque evidentemente, aún quedan franquicias que se dedican a ello. No sé, las pocas tiendas que veo que tienen videojuegos son los videoclubs-tiendas de 24 horas que lo tienen como una más de sus actividades; el dueño no tiene ni pajolera idea de videojuegos y se limita a cobrártelos. En el Mega-Games había un chaval bien majo que se le notaba gamer, y solía estar siempre jugando en alguna de las consolas que tenían expuestas. Vaya, igual que los videoclubs, estas "tiendas de barrio" primero mutaron a franquicias despersonalizadas, y luego desaparecieron. El fin de la era de los románticos :mparto

6. Las recreativas
: He puesto esto deliberadamente apartado de los juegos de consola u ordenador. Y creo que con un buen motivo: aunque todo son videojuegos, el ambiente, e incluso la forma de jugar varían, son dos mundos distintos.
La recreativa es, por detrás de las películas, en lo que más dinero gasté de chaval de todas las cosas que revisaremos en este post. Si los cromos son cocaína, esto ya es directamente una combinación de máquina tragaperras infantil y chute de LSD que, por un módico precio, te sumergía en un mundo completamente diferente donde te evadías por completo. O como decía aquel, hay otros mundos, pero están en este.
Personalmente, viviendo en un pueblo pequeño, solo conocí una sala recreativa como tal, aunque está fuertemente impresa en mis recuerdos: el olor pegadizo de las golosinas que te vendían, el murmullo y constante movimiento a tu alrededor que, una vez llevas cierto tiempo jugando, pasa a ser parte más del juego, o esa sensación que tenías al salir por fin a la calle después de horas metidas en el tugurio, de que se te quemaban las retinas en tiempo real. Míticos lugares, sin duda.

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Sin embargo el lugar más frecuente que asocio con estas máquinas son los bares, y más concretamente el Bar Escobar, donde mis primos y yo vaciabamos las carteras y monederos de toda la familia en Street Fighter 2, el Snow Bros, Altered Beast, Robocop o Mortal Kombat. En el fondo, la presencia de una o dos de estas máquinas en bares o restaurantes no hacen sino confirmar lo que ya todos sabíamos: que no eran más que "tragaperras para niños". Por 25 pesetas echabas una partida; sin tiempo límite, solo lo que tu talento y tu pericia aguantaran jugando. Y si en medio del torneo, después de superar a Ryu, a Ken y a Guile, te mataba Chu Li, quedabas humillado de por siempre entre tus compañeros de partida. Cosas del machismo que todavía se vivía por entonces, o simplemente, ganas de joder la marrana :diablillo Lo mejor eran las reacciones de los adultos, de desconfianza y desdén a partes iguales, o los estereotipos de gente que siempre se daban en torno a una de estas máquinas (el pro que te va guiando, el pro arrogante con aires de suficiente que te da consejos con enorme arrogancia, el que va de pro y no tiene ni puta idea, el mendiga-partidas, el novato acojonao...). Por cierto que al hablar de recreativas, podríamos hacerlo extensible a los futbolines, pinballs y demás maquinitas. Que levante la mano quien no se pilló alguna vez viciadas épicas al futbolín con los amigos :birra


7. Juguetes
: Quizás conscientemente, dejo lo mejor para el final :juas Si en algo fueron los 80 una época dorada, aparte de música, cine, y ocio electrónico/informático doméstico, fueron los juguetes. Mundos enteros que saltaron desde los anuncios publicitarios (brutales, explosivos, inmersivos) a los salones de nuestras casas: Masters del Universo, GI-Joe, Tortugas Ninja. los Bio-man... docenas de figuras por colección. Vehículos gigantes. Incluso "edificios". Todo se vendía por separado, y como buen aficionado, el niño no podía carecer de ninguno de los accesorios.
Naturalmente, por muy bien que fueran en España las cosas por aquellos años, los juguetes más impresionantes, los más y mejor publicitados en televisión, eran los más caros. Ahí estaba siempre, pequeña pero imposible de pasar por alto, aquella barrera que nos atormentaba: Más de 10.000 pesetas.

¿Quien no pasó alguna vez junto a una juguetería y se quedó embobado paseando entre los estantes, soñando con tener solo una porción de eso en su habitación, aún sabiendo que era imposible que le compraran nada? Alguna figurita podía caer, sobre todo de Masters del Universo en mi caso (mis favoritos) por parte de mis abuelos, en plan sorpresa, pero el resto era solo cosa de fechas señaladas: los cumpleaños, los reyes, y las notas (si estas eran buenas, claro :L).

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Y sin embargo, había todo un mundo de juguete barato (que con el paso de los tiempos aumentaría todavía más) de juegos baratos y asequibles: los juguetes de quiosco, como yo los llamaba (hoy los llamaríamos "juguetes de todo a cien"). Muñecos baratos de plástico malo, casi siempre. Pero si había imaginación, esto era más que suficiente. Grupos de soldados mal cortados, indios y vaqueros, cosas así.
Había unos que me encantaban, no recuerdo el nombre, que iban envueltos en plástico. Cuando llegabas a casa, echabas
la bolsa en un vaso de agua y fsss... ¡la bolsa se iba deshaciendo poco a poco al contacto con el agua dejando ver el muñeco! Acojonante :babas

Pero mis favoritos siempre fueron los Súper Monstruos; ya hemos hablado por este post de ellos, alguna vez. Representaban monstruos míticos del cine de terror, sobre todo de la Universal (Drácula, el Hombre lobo, la momia...) pero también monstruos más modernos como la Mosca, Freddy Krueger, un simio de El planeta de los simios... Venían envueltas en una bolsa de plástico, y no había manera de saber que figura había dentro, así que podías perfectamente tenerlas repetidas. Era una jodienda, pero te permitía ir reuniendo un pequeño "ejército" de hombres lobo, cíclopes, vampiresas, parcas... que la verdad, tampoco quedaba mal.

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En fin. Que entre unas y otras cosas, la paga, si te la daban, duraba menos que un billete de mil pesetas en la puerta de un colegio (ni yo ni nadie que yo conociera hubiera cogido un caramelo del suelo, con todas las leyendas urbanas macabras que corrían por ahí, de señores raros y golosinas drogadas). Espero que ese pequeño post sirva al menos para despertar un pequeño hálito de nostalgia :hola
 
Soy un pelín más joven que el Master 80 Henry pero allá va mi experiencia:

Mis padres no me dieron paga hasta los 12-13 años por presión familiar (la verdad es que no nos iban muy bien las cosas económicamente así que tampoco me quejaba) y subsistía con 200 pelas que me daba mi abuela cada semana que aumentaron hasta 400 en los últimos tiempos.
Siempre fui un niño ahorrador de cojones así que solía pensarme y mucho en que gastarme el dinero, alquilar videojuego lo alternaba con mi colega: una semana él, otra semana yo. No era de chuches pero además tenía un amigo "rico" que siempre me invitaba, en cuanto a libros y comics compraba una vez cada X meses generalmente.
Tampoco quiero sonar tan Oliver Twist :garrulo, que mis cromos de Dragon Ball nunca me faltaron (y también tuve la cole de He-man y Los trotamusicos entre otros) y nunca me faltaron muñecos de He-man para cumple y Reyes. :birra
 
Madre mía. Qué post más mítico, Henry y se me había escapado. Qué grande.

Lo cierto es que en mi casa me empezaron a dar paga a eso de los 10-12 años. Eran cien/doscientas pelas (creo) al mes. No es mucho, más bien poco pero en sí era más que nada para tener algo de paga. En mi caso no me la daban porque sí, para nada. Había que ganársela (recoger y poner la mesa, hacerse la cama, ir a comprar y demás) y claro, atrévete a no hacerlo.

Lo gracioso es que a veces mi madre (como todas las madres) se hacía la sueca cuando llegaba la hora de apoquinar y podía pasarse bien bien media semana sin darla. Yo lo que hacía era dejarle una nota "informativa" con un pareado tipo: "Madre, ¿qué rima con Málaga?" y cosas así. Si escuchaba de lejos risas sabía que me caía a los segundos. Si no, sabía que eso podía considerarse esperar 2-3 días más pero bueno quien no arriesga no gana.

En mi caso muchas cosas de las que mencionas yo las tenía cubiertas (alquiler de pelis eso salía de casa, juguetes como playmobils y demás muñecos articulados caían cuando correspondía, jamás fuí de videoconsolas porque era un viciado matado y si en mi casa entraba una consola no había nada más así que lógicamente nunca tuve una y en parte lo agradezco). Mi paga iba para los cromos, para las chuches, para juguetillos que pudiera alcanzar (las tiendas de veinte duros hicieron su agosto conmigo) y demás.

¡Recuerdo esos míticos juguetes que se deshacían en el agua!.

Yo era de coleccionar muchísimo muñequitos de plástico baratos que regalaban con los chicles o con bollería industrial tipo Bonny y Tigreton (venían dentro del envoltorio, casi incrustado en el bollo cual huella de dinosaurio) y había de todo desde la serie de moda animada a personajes clásicos de toda la vida.

En mi caso diré que era fanatismo absoluto por las colecciones de cromos. En Barcelona siempre existieron Los Encantes. La gloria en la tierra para los coleccionistas de cromos pues allí nos reuníamos todos los domingos padres e hijos con tacos enormes, listados, el clásico "falti-tengi" y memorizar colecciones enteras sin la necesidad de recurrir a la lista (de eso se encargaban los padres que siempre han sido más meticulosos y desmemoriados mientras los críos podíamos saber si ese cromo nos faltaba o no con sólo mirar la imagen).

Luego estaban los agoreros buscavidas que eran los dependientes, el último recurso pero que podías conseguir ese cromo que nunca salían en los sobres (¿alguien concuerda conmigo que el nº 1 jamás salía salvo en contadísimas ocasiones?) y que te permitían acceder a ese tesoro (ríete de Golum) a 1 cromo suyo por 5-6 de los tuyos repetidos (o casi lo que costaba un paquete de cromos por ese cromo ansiadísimo) pero ese mundo lo echo muchísimo de menos, ains.

Chucherías de todo tipo también. Desde las míticas nubes, huevos fritos, los míticos labios, los peta zetas o la gran variedad surtida de goma azucarada. Recuerdo aquellos sobres con un trozo de algodón de azucar de la feria, las barritas de plástico con gelatina de fresa dentro, los míticos Boomer (esa asquerosidad que representaba fresa derretida dentro pero que sabía a gloria), al igual que aquellas siluetas de gelatina dentro de un envase.

¿Y quien no recuerda la mano loca? Aquella chorrada de goma que pegaba, con forma de mano, el papel, la pared, el cristal, etc. y que en dos días acababa toda cubierta de polvo sin pegarse a ningún sitio. Luego tenías la "genial" idea de lavarla con agua y jabón y el invento a la mierda.

Un juguete que siempre ansié pero nunca pude acceder a él porque decía mi santa madre que "era muy caro" (aunque yo creo que era más bien porque le daba asco) era el Blandiblub. El original, el que venía dentro de una simulación de cubo de basura. Fue uno de mis tantos juguetes añorados y ansiados.
 
Muy buena parrafada, lo reconozco. Te ha salido muy bien :) Por cierto, sobre revistas, ¿os acordáis de una llamada Fantastic Magazine?

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La habría comprado alguna que otra vez.

Recuerdo que fui a uno de los videoclubs que tenían pelis de segunda mano a 500 y 1000 pesetas. Y uno compró de nueva la de Wayne´s World a 10.000 pesetas, creo. Lo cual ya me parecía demasiado cara en aquellos días para mí. Todavía iba al instituto.
 
Muy buena parrafada, lo reconozco. Te ha salido muy bien :) Por cierto, sobre revistas, ¿os acordáis de una llamada Fantastic Magazine?

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La habría comprado alguna que otra vez.

Recuerdo que fui a uno de los videoclubs que tenían pelis de segunda mano a 500 y 1000 pesetas. Y uno compró de nueva la de Wayne´s World a 10.000 pesetas, creo. Lo cual ya me parecía demasiado cara en aquellos días para mí. Todavía iba al instituto.

- Conservó el "fantasbuloso" reportaje del Drácula de Coppola como una de mis revistas más preciadas. :palmas

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¿Y Todopantallas? ¿Os acordáis de esa revista? Mezcleje de cine, literatura, rol, videojuegos... en el primer número prometías (para el segundo número, claro) un tutorial muy barato y asequible para que los lectores pudiéramos crear nuestro propio holograma. Ya me veía yo en plan Arnie en Desafío total acojonando a la peña con las 5.000 pesetas que tenía en la hucha, cuando en el segundo número finalmente, dijeron el precio "asequible": 100000 PESETAS. Se me hincharon los cojones de tal manera que estuve un tiempo sin comprar la revista. Inocente que era uno.
 
Yo compraba con mi paga cajas pequeñas de Playmobil (de una o dos figuras),comics (uno cada dos semanas) y jugaba a las máquinas recreativas.Me dejé un dineral (veinte duros como mucho) en varios salones recreativos. Y nada,era un maleta.:llanto
A día de hoy no tengo ninguna consola del trauma que arrastro de esos años.:mutriste
 
Se me olvidó.

Indicar que a las recreativas me acercaba en verano a un local típico con chorrocientas máquinas (y sus respectivos futbolines). En mi caso diré que yo era muy enclenque de chaval y siempre fuí el centro de todo gamberro. Dado el caso mi padre prefería acompañarme y como en mi barrio no había recreativas (quedaba bastante lejos de casa) pues me pasaba contando los días para que llegaran las vacaciones.

Míticos días. Qué tiempos aquellos de las monedas de 25 pelas gordas (luego vendrían las que tenían el agujero en el medio pero era cosa rara aquella moneda). Qué sensación ir con 2 monedas de cien pelas y que el tío del local, con aquella riñonera de cuero toda gastada te daba 8 monedas. Aquel momento de poseerlas en la mano, meterlas en el bolsillo e ir a tu máquina favorita... uf, no tiene precio aquello.

Mi padre era fanático de los marcianitos (aquella donde las naves formaban fila e iban bajando). Él la llamaba "la de las moscas".

Mis favoritas siempre fueron:

- Las tortugas ninja. Aquella máquina fue la mejor de la historia. 4 mandos, 4 opciones. Yo siempre fuí Donatello. Mítico aquel día cuando 4 chavales jugamos juntos. Pero claro, nadie quería el de la esquina, me tocó a mi por pringado. Pero es donde más pasta gasté en mi vida.

- Snow Brothers. Muñecos de nieve con forma de Apu Marroquí.

- Bubble bobble. Una de las más sencillas pero de lo más adictivo.

- Super Pang. Uf, nervios destrozados y biciadas enteras matando bolas para intentar conseguir aquella vida que se escondía en aquella última barra.

- Street Fighter. LA recreativa. Peleas eternas entre mi hermana y yo. Por extraño que parezca nunca fuí de Riu o Ken. Nunca me salían los kombos. Yo era más del resto de la trouppe. Mi hermana, lógico, era Chun Li. Su arte para conseguir el helicóptero era mítico. Lo peor de todo es cuando conseguía quitarle parte de vida y llamar a mi madre para que me riñera porque ¡la estaba venciendo! "No te da lástima ganar a tu hermana".

Yo pensaba para mis adentros... "a ver, se trata de eliminar al contrincante. ¿Se supone que tengo que sentir lástima aunque fuese mi hermana?". Eso lo pensaba, otra era ver como tenía que dejar a veces ganar a mi hermana.

Luego había una recreativa que tenía 4-5 juegos y que podías elegir el que tú quisieras apretando un botón. Claro está, ese botón estaba a la altura del ombligo. Si te acercabas mucho a la máquina cambiabas de juego consiguiendo perder la partida por completo.

Más adelante apareció las máquinas que costaban cien pelas la partida y aunque eran realmente atractivas eran un gasto demasiado grande para mi. Luego ya de mayor mi padre y yo pillamos una buena viciada al de Jurassic Park 2 con la mítica ejecución de echar la pistola hacia atrás para cargar. Los nervios que provocaba aquella máquina son míticos.

Nunca conseguimos llegar al final. Gracias a Youtube el otro día descubrí como termina.
 
El temible mundo de "la paga", donde siempre parecía (o así era), que la paga que daban a tus hermanos o amigos era totalmente desproporcionada comparándola con la miseria que uno recibía.
En mi caso, para que la paga rindiera, me buscaba la vida, llegando a ser un falsificador de medio pelo. Me explico con algún ejemplo...

En su día, los Patapalo de Miko, el helado mas barato de hielo cuyo valor creo recordar era de 25 ptas. en aquellos tiempos, cuyo gasto suponía un terrible saqueo al bolsillo, tenían premio inscrito en el palo que solo veías cuando lo finalizabas. El rótulo que venía quiero recordar que era "Mikopremio" y, como he dicho, venía escrito en el palo. Las letras eran muy parecidas a las producidas por la máquina de escribir que tenía mi hermana ¿Hace falta que os cuente mas...? Costaba mantener el palo quieto en la máquina al teclear, pero quedaba bastante curiosote.
Al verano siguiente, supongo que en mas pueblos habría cerebros maquiavélicos como el mío que harían lo mismo, y debido a que entre todos casi mandamos a la Miko a la bancarrota, cambió las letras como las de su logotipo y esas eran imposibles de falsificar, al menos por mi parte.
De todas formas, aquel verano dejaron mi estomago saturados de Patapalos practicamente de por vida.

Otra anécdota que tengo, es que mis padres tenían un bar y, durante una temporada (creo que era por el Mundial 82), vendieron unos llaveros que eran una especie de aro con unas pequeñas puntas que agarraban una moneda de 25 ptas. Esta moneda, como no podía ser de otra forma ya que el llavero costaba menos, 15 ptas., era mas falsa que Judas, pero mis amigos y yo, con gran pericia, comprábamos (alguna también fue birlada...) y extraíamos dichas monedas y, aunque se notaban marcas de las sujecciones del aro en los laterales y tenían un brillo cantoso, estas colaban que daba gusto en las tiendas que vendían chuches en mi pueblo.
Mi padre no se explicaba el furor desatado de mis amigos por aquellos llaveros.

Luego existen docenas de anécdotas como las de hacer de monaguillo para birlar del cepillo "solo" 100 ptas. para ir a jugar al futbolín hasta que un día el cura nos agarro de las orejas, ect.. pero esas ya son las típicas.


Hago un inciso y cambio de tema un momento, solo para mostraros lo que ha entrado hoy por casa. Para calentar con los peques la llegada de Navidad...
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A la cajota, para completar...
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¡No se vayan todavía, aún hay mas!
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Recuerdo una recreativa con el tema de los Juegos Olímpicos y una serie de pruebas a pasar,por lo que contaba la mejor marca. No tenía mandos,pero sí cuatro botones (cada uno con una función,según fuera una carrera,salto de longitud y demás modalidades).Llegué a tener ampollas en la yema de los dedos de lo fuerte que tenía que dar.:sudor
Luego recurrí al truco de los malotes de los recreativos...un mechero.:mparto

Otras máquinas a las que solía jugar eran "Alien vs. Predator","Golden Axe",el primer "Mortal Kombat","The Punisher",etc.
 
Pues se me olvidó hacer foto o algo, pero ayer continuamos la tradición Gremlins+Nocilla :mparto Nocilla a las 5 de la tarde y canapés y gambas regados con cerveza a las 9, así tengo el estómago esta mañana. Y hoy toca ver El secreto de la pirámide, que para mi es una de las grandes películas navideñas que NO son navideñas. Y si, ese subgénero existe :garrulo
 
Pan con nocilla y Barrio Sésamo. Qué tiempo. Al menos en mi caso. Y ahora ¿qué tienen los niños? ¿Sálvame y chuminadas? Hemos cambiado, pero a peor.
 
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