Hoy paseaba yo tranquilamente, a la hora en la que los que tienen la jornada partida gastan sus horas de sobra tras derrotar el hambre a bocados violentos, por una de las plantas del Fnac donde árboles muertos atestiguaban signos de gente muerta, pensando para mí en el significado de la vida y otras similares zarandajas para criaturas de inferior intelecto y bajo entendimiento, a la vez que reflexionando sobre el hecho de que los huesos de Cervantes había que dejarlos descansar de una vez, cuando un titulo, un nombre y una portada capturaron mi elusiva atención de sabio distraido. Dudé, incapaz de creerme semejante dicha antes de recordar que no tenía, en realidad, emolumento pecuniario suficiente como para adquirir tan ansiada prenda, medio maldiciendo mi estado económico de más bajas aguas de clase de las que mi natural noble y alta cuna merecerían, cuando pude deletrear para mi gozo de perro del hortelano el nombre de Cusó. ¿Y quién es Cusó? ¿De qué diablos estoy hablando?
Ah, impaciente lector, todo llega al que esperar no solo sabe, sino que sabe sufrir la mancha de la paciencia. Vi pues una edición de unos costosos 25 euros, tapa blanca, bonita portada pertinente, del Reino de la Noche de Hodgson. Creí que tendría que aguantarme con saber que alguien se había adelantado a Valdemar en sacar una edición completa de tamaña maravilla, cuando el nombre de traductor me ofreció el suspiro de un necesitado alivio. Cusó. El mismo traductor de la versión mutilada que ya editara Pulp Ediciones hace siglos, y que yo ya tenía. De menuda me había librado. La envidia no me roería durante el resto del año por no poder tener lo que quería, aunque este deseó repercutiese en el mal de mis amigos, más afortunados que yo en el salero del monedero. Pero soy hombre egoísta.
No obstante, como no me falta corazón, quedáis avisados: es lo que es, es decir, la versión con traducción antigua de la versión mutilada del libro, y no la versión integra y con nueva traducción que ya desde hace eones nos promete Valdemar. Estáis avisados, pues.
Yo continuaré, si me lo permiten, paseando lánguidamente por estas calles del Madrid viejo, aguardando, con sutil impaciencia, la llegada de Ultron.