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Jodorowsky en vena, en una nueva colaboración con su inseparable amigo Moebius. Delirante autobiografía encubierta del chileno, disfrazada de comedia alocada en torno a las increíbles andanzas de un viejo profesor de la Sorbona, Alain Mangel; una suerte de gurú intelectual cuyas teorías, en las que fusiona misticismo y filosofía, atraen a un grupo de alumnos devotos que han formado poco menos que una secta en torno a él. Como quien no quiere la cosa, el hombre se ve lanzado a la aventura de su vida cuando descubre que va a ser padre, y que su paternidad cumplirá un importante papel en la llegada del próximo mesías… de esta manera, acompañado de un puñado de impagables sujetos, cada uno más freak e iluminado que el anterior, tomará contacto con la auténtica espiritualidad (a la que se accede por las vías más insospechadas, incluida la anal) y vencerá sus peores temores, los que le impiden ser quien realmente es y reconciliarse consigo mismo. El pobre Alain es un tipo acomplejado que vive en su burbuja: cuando ésta explota, su perspectiva cambiará y deberá enfrentarse, por ejemplo, con su recóndito yo adolescente, que encarna el egoísmo y los impulsos sexuales que había intentado reprimir con una vida de autocontrol y meditación.
No sabemos qué demonios nos espera en la página siguiente, cosa habitual en el pirado de Alejandro: parrafadas y constantes citas filosóficas, delirios chamánico-hippiescos (todo viene a ser una alegre exaltación del mas disparatado sincretismo/empanada mental espiritual), mujeres de más que deseable anatomía… así como elevadas dosis de violencia, atreviéndose incluso con temas políticos en torno a América latina (el narco, la revolución), tratados a su peculiar manera, claro está. No falta la critica a los medios, a las instituciones (tanto a la academia como a las religiones organizadas, cuyos popes no ven más allá de sus narices), ni la autocrítica del autor hacia sí mismo: como muchas veces en la vida, preferimos construirnos un personaje, una imagen pública que en el fondo es bastante endeble, con tal de no mostrar nuestra vulnerabilidad a los demás… el extremo patetismo de Mangel no está reñido, por otra parte, con la ternura y la comprensión con que es retratado, siendo un sujeto terrible y cómicamente humano. El sentido del humor oscila entre lo negro, lo zafio (con un running gag que es puro caca-culo-pedo) y lo ciertamente trasnochado (con chistes en torno a la esposa malvada que te deja por un negro que la tiene más grande). Un diez.