Respuesta: El post del GORDO (Hitchcock)
- La ventana indiscreta (Rear window, 1954)
Que curioso es el cine. Siempre he sido fan del mítico TBO de Ibáñez, "13 Rue del Percebe". Uno podía descubrir en un vistazo un bloque de vecinos y sus inquilinos, a cual más histriónico pero con la realidad cotidiana y cercana de la vida diaria y en la que uno se convertía en una especie de vouyeur inocente de las vivencias de la portera, del gorrón, de la familia numerosa, etc. Aquí, en parte, James Stewart, se convierte en el espectador que acaba matando el tiempo observando desde su ventana un panorama poblado de historias y vidas ajenas pero que constituyen un auténtico mapa de personajes diversos y cada cual con su historia.
Ahí está la barbie bailarina, la solterona solitaria, la pareja que celebra sus nupcias con la persiana bajada pero que se intuye perfectamente lo que sucede en el interior, la matrimoniada que duerme en la ventana a causa del calor (descacharrante, casi digno gag de Black Edwards, el despertador colgando) y por último, pero no menos importante, la pareja que dará pie al eje central de la historia y que será el centro de atención tanto del malherido Stewart como el nuestro.
Hitchcock, con un montaje exquisito, compone un puzzle de cámara obsesiva y un ejercicio de vouyerismo morboso del cual nadie en este mundo es inmune y más de uno disfruta con ello. Está claro que de haberse rodado en la época actual todo lo que contempla el protagonista iría volcado directamente a una red social pero aquí contamos con una cámara de fotos, unos prismáticos y el deseo humano de querer saber. Y como no podía ser de otra forma, Hitchcock juega perfectamente criticando el vicio como algo amoral pero acaba poseyendo a todo aquel que mira (la enfermera y la novia no pueden evitar ser partícipes de las pesquisas, las dudas y los intereses por saber y chafardear).
El maestro juega con un suspense perfecto, primero diáfano, como si no se tratara más que de un pasatiempo inocente para ir poco a poco adentrándose en un perverso juego de tensión latente y paulatina que crece hasta estallar como las bombillas utilizadas como arma (todo el montaje donde vemos al indefenso Stewart mientras la gallarda Kelly, el glamour, corrección y presencia en estado puro, se adentra en la guarida del monstruo es de toma pan y moja). Un filme que utiliza la claustrofobia como elemento común y que la sensación de ser un elemento observado se convierte en moneda de cambio: toda la parte final es puro masterpiece.
Lo gracioso del caso es como Hitchcock utiliza un mero romance con las dudas existenciales en un elemento de rechazo y diferencias hacia el matrimonio se tranforme en un elemento común de las vidas ajenas y el personaje de Stewart utilizará como paseo hacia las miserias: el amor pasional, la soledad del individuo, la incomprensión de la soltería o la discrepancia de un matrimonio que se torna en insulto y malestar y que el protagonista no dudará en entrometerse en la privacidad sin ningún descaro, amparándose en que es un mero pasatiempo.
Un tempo pausado pero que nunca decae, un montaje milimétrico con la cámara en constante movimiento aunque se quede estática y que el director utiliza como ojo mirón y que envuelve en un estilo marcado que serviría más tarde como elemento a imitar, remakear y parodiar en un sinfín de títulos pero que nunca podrían estar a la altura del original.
Obra maestra absoluta.