Respuesta: El post del GORDO (Hitchcock)
Dedicada a mi compañero Elliott.
-
El hombre que sabía demasiado (
The Man Who Knew Too Much, 1956)
Cuando un remake tiene razón de ser
(Cuidadín: spoilers. No leerme, please, si no se ha visto la película).
Superar el original no era tarea difícil. Lo que nos contó el maestro en 1934 podía sufrir perfectamente una remodelación o ampliación de metraje para
darle mayor profundidad y/o mejor acabado aunque por ello recurriese a copiar sin lugar a dudas muchos fragmentos o escenas completas. Hitchcock decidió Cambiar el lugar de los sucesos encontrándonos aquí con la exótica Marruecos, donde el folklore y el hipnotismo de sus gentes, lugares y cultura hace que la película sea más llamativa y por ende que contenga un lugar propicio para entramados dignos del mejor suspense (al menos bajo mi punto de vista creo que la parte del Arca perdida en la que Indy intenta rescatar a Marion en el mercadillo bebe mucho de este apartado) y continuarlo todo en Londres, donde el contraste de lugares y situaciones hace que sea todo más homogeneo en su disparidad y por ende sea más interesante.
Aquí contamos además con James Stewart ofreciendo sus típicos personajes como hombre sufrido en circunstancias adversas y una Doris Day impagable como una mujer decidida a llegar hasta el final por tal de recuperar a su hijo secuestrado. Claro está, si uno ha descubierto el original el factor sorpresa afecta bastante pues sabemos en todo momento qué va a suceder y donde pero Hitchcock, que no es tonto (no lo tengo por tal, ni mucho menos) decide guardarse un (perfecto) as en la manga - mejor dicho: dos.
El primero es ampliar o incluso mejorar el apartado de las razones o intenciones de querar acabar con el Primer Ministro o al menos quien está detrás de todo el entramado (en la original no se explica y quedaba todo muy cojo, sin saber muy bien porqué el villanísimo Lorre deseaba elimiar al cargo político) y el segundo es
seguir el climax del Auditorio - del cual hablaré a continuación -
para darle un enfoque mucho más íntimo, sentimental y sobre todo más épico. Pero sobre todo, Hitchcock gana en soltura y en dirección, sin perderse y sobre todo dándole mayor enfoque a los motivos y atando los cabos sueltos sin recurrir a la espontaneidad de la situación (como en la versión anterior con el encuentro del lugar de culto).
Está claro que Doris Day no puede evitar cantar en sus películas. Al igual que Travolta bailar en las suyas. Pero si algo hay acertado dentro de todo el entramado es darle un motivo para cantar. Darle un énfasis y un clamor desesperado a esa canción (la mítica y sensible "¿Qué será, será?", escrita por Jay Livingston y Ray Evans y ganadora del Oscar) y que sirve sobre todo como elemento de unión, algo que transmite perfectamente la escena donde es cantada / tarareada por primera vez, entre Doris y su hijo. Hitchcock emplea la canción como reclamo, como llamada, como simbiosis entre una madre y su hijo y que la cámara, en el momento culminante, recorre cada una de las estancias a modo de búsqueda y que dará con el hijo avivando el sentimiento materno de la secuestradora (una escena tierna, emotiva y sobre todo intrigante).
Hitchcock juega en esta película con una cotidianeidad muy típica en sus filmografías que será destrozada en pocos minutos - como ya sucedía en "Con la muerte en los talones". Una familia acomodada disfruta de sus vacaciones, con momentos de pura comedia (la comida entre la pareja y sus nuevos amigos) para reventar esa harmonía en un elemento puramente emocional como el secuestro de un hijo y que da pie para un juego - menor en comparación con otras películas del maestro pero que no desmerece en absoluto - donde en este caso es cosa de dos cambiando las tornas del héroe solitario.
Acostumbrados, en el cine en general, a que el héroe de la función sea el hombre, en este caso Hitchcock decide que sea tanto él como ella los que compartan las pruebas a superar y a seguir las pistas para poder dar con el paradero de su hijo antes de que el mal sea mayor (
es irónico que Stewart, como médico, decida dispensarle un calmante a ella creyendo que la situación sea superior a sus fuerzas cuando es ella quien provoca que el asesinato no se lleve a cabo). Doris Day es una mujer decidida que no se quedará quieta ante la situación llevando la trama a hombros de los dos dando como resultado escenas realmente conseguidas como es el caso del taxidermista (tensión y patetismo cómico a partes iguales) o el encuentro de la capilla donde se encuentran ocultos los secuestradores (y que Hitchcock decide resumirlo en un golpe de gracia mucho más acertado que en la versión anterior dejando a un lado el culto esotérico).
Con una narrativa bien expuesta y sobre todo bien llevada donde las dos horas de metraje son necesarias para emplazar al espectador en las razones y contenido (la versión anterior tenía un montaje extraño y con una carencia de ritmo que acuciaba muchísimo a la película), Hitchcock vuelve a sorprenderme con
un ejercicio de suspense muy bien resuelto, bien filmado y sobre todo con la dosis de tensión paulatina y creciente haciendo su mayor acto de presencia en el el climax emplazado en el Royal Albert Hall (volviendo a recurrir al mismo tema empleado en la anterior versión y con el mismo modus operandi pero orquestado todo bajo la batuta del imprescindible Bernard Herrmann, con más minutaje pero con mucha más epicidad).
Que aquí no contemos con un personaje carismático (e histriónico) como Peter Lorre como el villano de la función no desmerece en absoluto haciendo que los villanos, en este caso, sean más mezquinos, más intrigantes y a la vez más humanos. Pero lo que perdemos por un lado - si es que se le puede llamar perder - lo ganamos en conseguir
un título homogeneo que depara un filme de dimensiones perfectas para conseguir el título de "remake que supera al original".