(Rope, 1948)
Brillante propuesta de parte del maestro del suspense donde demuestra, una vez más, sus dotes para mantenernos atentos en todo momento a lo que acontece en escena. Un juego perturbador, ejecutado en un único escenario (el piso de dos estudiantes) y dando a entender que el crimen perfecto es posible si lo llevan a cabo personas inteligentes y por encima del resto de los mortales.
Realizada en una (supuesta) sóla toma - aunque se le pilla el cambio de rollo - Hitchcock nos pone en situación rápidamente, desde el primer instante, con ese asesinato a sangre fría, sin ápice de arrepentimiento. Conciso y directo, el director tiene guardado un as en la manga y es el mantener el ritmo en todo momento y aunque haya momentos que el género de suspense pase a segundo término cediendo paso a la comedia irónica y la diáfana fiesta, las pesquisas, los interrogatorios y las sospechas irán apareciendo con gran parsimonia para acabar en uno de los mejores momentos de la película.
John Dall, interpretando un personaje frío, calculador, irónico, amante de sí mismo (y de su compañero) y Farley Granger, vulnerable, dominado por la situación y los que le rodean, indeciso y sobre todo cobarde se enfrentarán a un James Stewart brillante como sólo él sabía interpretar ese típico personaje templado, sin perturbarse ante la situación y manejando la situación a su antojo sabiendo lo que se hace. El resto de intérpretes serán meras marionetas, piezas de ajedrez en una jugada que parece contar, sólo en apariencia, con la mano vencedora de Dall y Granger.
Con momentos realmente conseguidos como todos aquellos en los que Stewart va recogiendo datos, que a su vez son pistas, que le llevan poco a poco a descubrir el tétrico asesinato de la pareja protagonista o aquellos donde Stewart irá arrinconando con preguntas sencillas al inestable Granger. Pero incluso momentos que poco o nada tienen que ver con el asesinato como son los relacionados con Joan Chandler y Douglas Dick (pero que a su vez es parte del perturbado juego de Dall).
Con una fotografía complaciente, acomodada a la situación supuestamente diáfana de una fiesta (con esa paleta de colores casi pastel - también ayuda a ello que fuese la primera película en color de Hitchock), añadiéndole la ausencia de BSO durante toda la película (tan sólo en los créditos iniciales y los últimos instantes antes de llegar a los finales) y un juego de cámara que dota a la película de (cierto) realismo costumbrista hacen de esta película algo increíblemente atractivo / atrayente que aún siendo un título menor, las formas y la propuesta que contiene la convierten en una imprescindible.