He recibido una amenaza de muerte anónima con letras recortadas de Interviú, pero quiero dejar claro que no pretendo cambiarle la opinión a nadie.
- The Thing (La cosa, 1982)
Dos noruegos en helicóptero persiguen con insistencia a un perro por los vastos hielos de la Antártida. Deben acabar con él a toda costa, por el bien de todos.
Película basada en el relato "Who Goes There?" de John W. Campbell, Jr., que ya sirvió de inspiración a la producción de Howard Hawks "The Thing from Another World" (El enigma de otro mundo, 1951), sin duda el origen de este proyecto de Carpenter. Resulta sorprendente que lo que decidieran aprovechar del relato en aquella primera versión fuera solamente el punto de partida, para construir a partir de él una discusión en torno al peligro del ansia por el conocimiento científico en el marco de una (muy buena) película con monstruo, pero más convencional: este era una especie de zanahoria comunista que se limitaba a alimentarse de sangre para cultivar las plantaciones con que se reproducía, y el clímax era una típica lucha-trampa. Además, se cambiaban personajes y localizaciones, y la atmósfera opresiva se convertía en un despliegue de ingeniosos diálogos a veces demasiado desenfadados para un título de supuesto terror.
Por eso uno puede imaginarse la excitación del responsable de esta nueva encarnación cinematográfica al leer el relato de Campbell y descubrir que ahí había no un remake, sino una película muy diferente, mucho más interesante y terrorífica que la primitiva. Pero el texto no era perfecto para ser trasladado directamente, y Carpenter y/o el guionista Bill Lancaster se pusieron a hacer limpieza.
Así, se mantienen aquí la localización antártica, varios de los personajes principales y la premisa esencial: la asfixiante angustia por estar encerrado con una bestia de otro mundo que habita en el cuerpo de alguno de tus compañeros, o en el tuyo propio. El cambio más significativo y hábil es el principio, donde con el perro y la base noruega se proporciona un muy buen gancho de entrada, se sienta la base para una secuencia de exploración perfecta para la escalada de suspense y se sirve de esta más tarde (con las cintas de vídeo) para exponer el origen de la Cosa en claro homenaje al título de Hawks. Porque en aquella y en el relato los personajes principales formaban parte de la expedición que descubría todo, mientras que aquí con el nuevo principio se pone en marcha un mecanismo propio, nuevo y engrasado, sirviéndose de los oxidados que usaron anteriormente para así ahorrar tiempo y explicar sin subrayar.
El guión elimina partes que visiblemente agotan demasiado tiempo sin aportar mucho y se sustituyen por variantes simplificadas pero de nueva creación que consiguen erigirse como soluciones y secuencias fantásticas como el enfrentamiento por el sabotaje del (primer) test de sangre, la sospecha que cae sobre MacReady, o el sublime y amargo final. También se retocan muchas cosas aquí y allá: la dimensión de la base y sus cuarenta habitantes ahora se reducen acorde al ambiente pretendido, la meteorología es en teoría más severa, la dinámica entre personajes es distinta. En definitiva, parece que detrás de la pluma hay gente con firme propósito y capacidad de hacer una adaptación ejemplar cambiando lo necesario. Sin embargo, a lo que quiero llegar con esta comparación con el relato que os la traerá al pairo, es a que veo un par de cosas que no me gustan.
El pegote más gordo, recurso infame, es la simulación por ordenador que estudia Blair tras sospechar el riesgo de "contagio". No sé si viene de guión porque tiene toda la pinta de ser una escena parche para dejar cosas claras, pero es triste y barata. Lo fácil habría sido cortarla, pero lo cierto es que la progresión del personaje de Blair necesita de más material para hacerse creíble. Aun así, podría haberse dejado con los contraplanos del biólogo y cerrar con él cogiendo la pistola del cajón. Al fin y al cabo, poco después hay una escena con el gafitas y MacReady donde leen sus preocupaciones en un informe y se deja más o menos clara su desconfianza.
Pero a mí me sigue pareciendo que el estallido en el cuarto de comunicaciones es excesivo por poco justificado. Sí, se conocen las razones por las que llega a cargarse los vehículos y la radio, pero no para que se alcance ese cabreo feroz. Se pone una botella de vodka para explicarlo, pero creo que tendría que haber algún apunte al principio de que sea gruñón o explote fácilmente. En el relato esto estaba justificado porque desde el principio lo presenta como un tipo huraño, obsesionado con estudiar la Cosa congelada en el bloque de hielo sin importarle los riesgos y, cuando ya es tarde, la culpabilidad por haber abierto la caja de Pandora hace el resto.
Luego están los detalles tontos que el guionista confía en que disimule la buena mano de Carpenter, como que solo se use un escalpelo para hacer el test de sangre y no haya preocupación por el contagio, que después de lo ocurrido a Blair le encierren con media botella de vodka o que le hagan una visita en mitad de su proyecto de bricolaje y nadie note nada raro. Y no notan nada porque en una semana está excavando un túnel al centro de la tierra, y porque actúa como si no fuese la Cosa comiendo conservas y pidiendo salir. Algo que puede verse como un acierto de psicología inversa, o como una torpeza cuando has dejado claro con el gordo que quien lo tiene dentro no lo sabe. Estas cosas no tengo problema en disculparlas porque no pasan de ahí, pero más grave es que después de descubrir que la Cosa puede imitar a humanos los personajes pasen horas y horas solos para poder sacar escenas de amenaza con puertas abiertas a sus espaldas. Además, si se hubiesen propuesto estar acompañados, bastaría con que Blair se durmiese para que al despertar toda su furia paranoica tuviera perfecta razón de ser al desconfiar de todo el mundo. Esto en el relato está más cuidado, aunque hubiese complicado la escritura del suspense en el guión.
Y luego está lo que a mí me hubiera gustado que se explorase más: el interrogante de que la Cosa pueda estar dentro de uno mismo. Hay en este sentido un buen apunte con la muerte del gafitas, que posiblemente se sacrifica pensándolo, pero se queda corto para transmitir la desconfianza de uno mismo, el no poder saber si tu consciencia es tuya, o la Cosa continúa haciendo que lo pienses. Claro que esto ya es por pedir, y no es fallo de nadie.
Yo soy el primero al que los agujeros, inconsistencias y detallejos pasados por alto le dan completamente igual si el director sabe disimularlos. Y aquí Carpenter se acerca a conseguirlo, pero una obra maestra, como se califica por aquí a esta película, no debería dejarse ganar en puntos que afectan a la esencia de lo que cuenta. No hablo, pues, de actos poco "creíbles" como que MacReady se cargue un ordenador por perder una partida (esto va por Fell), porque cosas así pasan el filtro y deben pasarse si se coge el tono.
Porque yo entiendo que la película tiene un tono de cierta contención ni muy grave ni muy leve, que busca jugar en primera liga como bien deja claro el soberbio tramo inicial…hasta que hacen aparición los efectos de Rob Bottin. Está claro que el bicho es un monstruo y que hay que provocar repugnancia y pavor en el espectador, pero hay dos cosas en el diseño de los efectos de maquillaje que no trago: las patas de "araña", y la dentadura que se traga los brazos con desfibrilador. Son cutres, y lo primero distrae de la idea de que la Cosa imita lo que se traga uno por uno. Al final hay también un mix de humano, perro y Cosa en sí que lo paso sin problemas por el despiporre que manda un clímax, pero esas dos baratijas me sacan de sus escenas. No me meto con la ejecución ni con el diseño del resto de efectos, que son cojonudos, asquerosos e imaginativos. La cabeza del gordo desgarrándose, Palmer zampándose con su cabeza a Windows (precisamente a Windows) o Blair metiéndole la mano en la cara a Garry son delirios deliciosos.
Para terminar con los defectos y defectillos debo mencionar los típicos y patéticos sustos de gato a golpe de sintetizador del amigo John. La banda sonora en general es magnífica, ambientando y acojonando con muy buenos efectos de viento (la perrera), de plástico moviéndose (el helicóptero), o de gritos extraterrestres (el pelirrojo). La poca música de Carpenter en el principio o en el final no desentona demasiado con la sutil y efectiva creación de Morricone, que entiende a la perfección la simplicidad de Carpenter con el sintetizador y utiliza la orquesta para meterte el terror dentro, poco a poco, como si la música se tratase de otra Cosa. Escenas como todo el principio con el perro, la exploración de la base noruega, el descubrimiento del pelirrojo en la nieve o la luz encendida de la cabaña de MacReady son ejemplos del buen hacer en este campo.
Voy a pasar por alto el trabajo en el diseño de producción, vestuario y fotografía, porque todo aquel que tenga ojos puede apreciar el nivel de excelencia, para acabar de una vez comentando la dirección. Sí me gustaría compartir la impresión que tengo de que los interiores de la base principal no están iluminados de forma tan inspirada como otros espacios (genial la base noruega o el final), aunque seguramente se deba a que los puntos de luz de la propia base no den mucho juego.
Y termino con Carpenter, quien en plena forma y consciente de que esta era la ocasión de su carrera, despliega su ojo, su metrónomo y su buen rollo para sacar adelante este clásico del género. Su labor raya a un nivel muy notable durante todo el metraje, dirigiendo a los actores a la perfección y sacando el máximo partido del panorámico del que parece ser capaz, consiguiendo composiciones bellas, limpias o desasosegantes (el inicio con el helicóptero, la organización de todos los personajes en el cuadro, el paisaje desolador en la noche del final). Destaca por ejemplo la escena en la que el gafitas está solo en un cuarto con la puerta abierta detrás, donde la bifocal acentúa el suspense que ya se ha vivido antes con otra puerta abierta a espaldas de MacReady. Otro uso de la bifocal más obvio es ese escalpelo que entra deslizándose en la mano de Clark por la izquierda del cuadro.
La dirección de actores brilla con toda su potencia en la ya comentada escena donde se descubren pinchadas las bolsas de sangre. El tono de la conversación sube hasta explotar en esa carrera en steady por el pasillo con Windows cogiendo una escopeta y Garry apuntándole con su revólver. Toda la secuencia de la prueba de la sangre está muy bien (menos tratar de engañar al espectador con ese Windows cabreado y cabizbajo que luego resulta ser humano), con el apunte cachondo, me parece a mí, del corte al plano del bueno de Garry solo en el sofá, último en hacer la prueba, para desfogarse a continuación. También me encanta la escena del pelirrojo, aunque en la anterior en la que la Cosa tumbada le ataca Carpenter aguanta demasiado tiempo al actor sin hacer nada de espaldas (le pasó lo mismo con la escena similar de La niebla). Y por supuesto el extraordinario final, con MacReady recostado, riendo de impotencia y perplejidad por todo lo que ha pasado, y por el nada incierto final que les espera a Childs y a él. Incierto al menos en el fondo de la cuestión, que es lo que de verdad ni siquiera importa.
- How will we make it?
- Maybe we shouldn't...
Hablamos de cumbres cinematográficas, pero solo hay en mi opinión un tramo donde se alcanza un nivel de excelencia continuado; ese que si se consiguiera a lo largo de todo el metraje y con el que se emplease el lenguaje de forma brillante para elevar cada escena, daría como resultado lo que yo entiendo por obra maestra. Este tramo es el principio, desde que comienza la película hasta que el perro es encerrado en la perrera. La persecución en helicóptero tiene el ritmo medido y la duración ligeramente alargada con el fin de dar tiempo suficiente al espectador para maravillarse con el paisaje y el perro, preguntarse qué pasa, mosquearse con el ataque del helicóptero, incomodarse con la llegada a la base, compadecerse del perro corriendo entre bidones de sustancia inflamable (mala leche Carpenter), y finalmente aliviarse un poco cuando es puesto a salvo.
Porque lo mejor de la película es el perro. Nada de lo que viene después me produce la misma inquietud que ese perro que acaba de ver cómo al noruego que venía dándole caza se lo acaban de cargar estos panolis. Y cómo se arrima a Clark, el amigo de los animales, sin perder de vista la escena. Y cómo observa bajo la mesa la partida de MacReady y compañía hacia la base noruega, sabiendo que tiene que actuar cuanto antes. Y cómo abre la puerta de un pasillo solitario cuando nadie mira, se cuela dentro y se dirige a esconderse en una habitación. Entonces se da cuenta de que hay alguien solo más adelante, se acerca sigiloso, y la sombra del humano se vuelve hacia él. Fundido a negro. Más tarde Clark le lleva a la perrera, donde entra cauteloso, casi nervioso ante la posible reacción de los que pueden delatarle. Pero también de los que puede servirse para no perder tiempo. Se tumba con máximo cuidado entre el silbido del viento, incómodo y alarmante. Sabe que tiene que actuar ya.