Domingo de carpintería hogareña:
Asalto a la comisaría del distrito 13
Muestra primeriza de la habilidad de Carpenter, quien ya dirige, escribe el guión y compone (mítico tema, por cierto). O lo que es lo mismo, cine de autor en estado puro.
Más que haber influencias del western, ésto es un western literal ambientado en Los Ángeles, ciudad ultraviolenta donde las bandas callejeras libran una guerra sin cuartel contra la policía. Nada que ver, sin embargo, con cualquier atisbo de cine social, pues la premisa es una mera excusa para filmar un gran tebeo donde cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia; los malos son seres deshumanizados, cual sigilosas alimañas nocturnas que atacan en manada, la atmósfera es de cine de terror sin disimulo... y los personajes propiamente dichos están reciclados, también sin complejo alguno, de los estereotipos del oeste; el honrado sheriff, la mujer resignada hasta que llega el gran momento, y cómo no, el forajido que te la puede liar gorda, sin más ética que la de la supervivencia. Ante semejante situación, poco importan las fronteras entre el crimen y la ley.
El principal mérito desde luego es visual y narrativo. La cosa avanza con un montaje cronológico y preciso, donde las diferentes tramas desembocan en esa comisaría, último baluarte a punto de ser abandonado. Cada maldito plano es memorable y toda una declaración de intenciones. Falla un tanto la credibilidad en torno al personaje del padre (primero persigue a los villanos con dos cojones y luego se pasa la película entera en shock...), así como las motivaciones de los maleantes, que parecen actuar por venganza (la matanza inicial, con policías igualmente inhumanos y ocultos), por honor (hacia el compañero caído), por maldad (la muerte de la niña y el heladero, sin motivación económica), según como se tercie. El tal Napoleón, claro precedente de Snake Plissken, es un tipo memorable aunque demasiado “poser” con ese abuso del gag del tabaco.
Con ciertas limitaciones de serie B posteriormente pulidas e ideas poco originales, pero muy disfrutable mezcla de géneros y chute de cine muy primario en vena.
La niebla
Cuento de terror gótico que no elude ni un ingrediente habitual de la temática; a saberse, fenómenos sobrenaturales, venganzas fantasmales de ultratumba, pueblecito con un pasado turbio a sus espaldas... con la peculiaridad de una ambientación marítima que puede recordar a Tiburón. Consigue de nuevo el carpintero una atmósfera envolvente y cuidada, con un buen trabajo (sin aparentarlo) tanto de dirección (imágenes tan potentes como la niebla envolviendo edificios y calles, el gran plano de ella por las escaleras del faro...) como de narración a fuego lento, y desde luego, banda sonora. Muy acorde al clasicismo general el prólogo, con el relato marinero a una audiencia de niños (nosotros), así como una extensa secuencia de créditos que sirve como descripción del pueblo y de la irrupción en él de lo inexplicable.
Las pegas comienzan con unos personajes que, sinceramente, me resultan bastante lejanos; el drama de la locutora y su hijo carece del alcance emocional que debería tener, la Curtis y el chaval parece que pasaban por ahí... además, encuentro una tendencia a seguir ciertas modas del momento y de siempre, en realidad (el eterno susto-pero-no, el hallazgo también asustante del fiambre del barco...). El final supone una exhibición pirotécnica de efectos especiales, hasta ese momento bien llevados, que mata un poco el misterio; pareciera que Carpenter no confía del todo en ello y por eso deja la muerte de cierto personaje para el final-final, un tanto gratuitamente. No creo que ésto arruine el resultado final, pero me queda, en definitiva, una película simpática en lugar de una obra maestra como otras de este señor.