He salido del cine un poco molesto, pues me he encontrado con una película que debería haberme dejado sin aliento, convencido de haber visto poco menos que una obra maestra, sin conseguirlo. He estado pensando en qué me ha podido fallar y aquí están mis impresiones.
Para empezar, lo bueno, que hay mucho; la planificación visual por un lado, la fotografía por el otro, son poco menos que irreprochables. Los dos mexicanos han unido sus fuerzas en un ejercicio de pura orfebrería visual, con momentos sumamente bien conseguidos (lo del oso, lo de la incursión inicial, son lo más comentado, pero es un no parar) y que te introducen en la acción con toda autenticidad. La manera en que el paisaje es integrado en el relato como un personaje con vida propia, el toque que aporta la banda sonora, son también algo destacable.
Lo malo, un sustrato dramático inexistente. DiCaprio, un saco de boxeo humano que no para de sufrir calamidades, es precisamente lo menos empático que hay. Con un personaje además muy poco definido. La interpretación es muy extrema, sí, y le darán el Oscar (eso espero, con ese plano final además que es toda una declaración de intenciones)... pero donde otros saben plasmar el infierno en vida con una imagen oportuna y sin tanto maquillaje hiperrealista, aquí me encuentro un torture-porn tan de manual y tan de Iñárritu, en el fondo, como lo más criticado que ha hecho.
Lo mejor, un Tom Hardy que derrocha carácter con un personaje canallesco y lleno de aristas, bien interpretado y sin grandes exhibicionismos. El resto de secundarios y tramas son más bien como un telón de fondo para la historia de supervivencia y venganza entre dos grandes antagonistas, que cobra tintes casi mitológicos, como inventada por un Cormac McCarthy. Pues si el trampero viene a ser el hombre realista, pragmático, enfrentado a la naturaleza en estado salvaje, el guía es como una fuerza viva de la naturaleza, que revive y sobrevive fundiéndose con ella.
Temas adyacentes; la religión, el racismo, la fidelidad a unos valores. Me estorba el rollo onírico con la difunta esposa y con el muchacho, como para darle más hondura a nuestro héroe, y los guiños a Tarkovski son un canteo (si no literales, se pilla la idea -el pajarito, la levitación...-). La importancia de los cuatro elementos también es muy del ruso, con un tratamiento igual de abstracto, habría que ver la interrelación del viaje físico y el viaje espiritual, y ese final que nos deja con la duda. En el fondo Iñarritu no ha cambiado tanto, con sus via crucis extremos de gente al límite.
Una película que funciona más como una suma de momentos y no tanto como un todo convincente, al menos eso pienso en un primer visionado. La deuda de Malick con su director de fotografía queda aquí en evidencia. Lo petará (y merecidamente) en los Oscars.