Pasado el prólogo meta en el teatro con función musical que adelanta mucho del estilo de film que está por venir (cuando coño Spielberg va a dirigir un musical íntegro?), la película no empieza realmente hasta el aterrizaje en Londres. Todo lo anterior apesta hasta hacer dudar de si Spielberg lo dirigió realmente. Incluso se les niega la música de Johnny a esas escenas.
En el sermón que le suelta la mujer a Williams frente a la ventana (lugar muy apropiado como explicaré más adelante), se encuentra resumida la esencia de la película, “un día dejara de importarles que no estés, y entonces serás tú quien los busques para jugar”. Toda la película se podría condensar en esa imagen. Unos niños apartados por el brazo de su padre, unos niños que se alejan y un padre que debe viajar a su mundo para recuperarlos. Esta idea que puede sonar simple y edulcorada, esconde varios matices más interesantes.
Para empezar, es imposible crecer sin un referente, siempre hay un modelo. Si el padre desaparece, el niño buscara sustituto en cualquier parte, por ejemplo en el enemigo. Y cuidado porque aunque Pan recupere a sus hijos, Jack ha pasado el tiempo suficiente con Garfio para que este le haya dejado alguna huella (“que incorrección!” dice el niño cuando el pirata ataca marrulleramente a su padre). Hay algo traumático en la casa de los Banning, algo que tiene que ver con ventanas cerradas, con prisiones hogareñas (“nuestras ventanas tienen barrotes”). Los niños son instados a crecer al tiempo que sus vías para ello son obstaculizadas. Volar como metáfora de la libertad de acción e imaginación de la mente infantil, pero también como desarrollo de la persona, como momento del abandono del nido familiar. Empujar a tus hijos a volar cuando aún no les has dado alas para ello. Esas infancias paralizadas y encerradas solo pueden traer consecuencias violentas en la persona maltratada. No vemos pirata alguno en el secuestro, solo niños gritando. Una ventana abierta de golpe, un cristal roto que enmarca a los adultos. La llegada de los padres tras el acto conmemorativo es encuadrada desde el mismo ángulo desde el que Cruise miraba su ventana rota en WOTW. Desde la tragedia. En uno de esos cambios de tono locos que tiene Spielberg, el secuestro/fuga de unos niños se inclina hacia el terror, hacia la imagen potente de una pared rasgada.
Una ventana cerrada esconde otro problema. Ahoga a unos niños que acaban encontrando la manera de escapar al cautiverio, de volar sin estar preparados. Pero también imposibilita el regreso al hogar. Pan sufrió esa barrera y encontró a su familia reconstruida sin él igual que DiCaprio al final de Atrápame Si Puedes. Campanilla, imagen freudiana de la madre como la describe acertadamente Williams, se topara con el mismo problema en el momento en el que Pan decide no volver a Neverland.
A primera vista Nunca Jamás es el lugar perfecto para un crio, aunque contrariamente a esto los hijos raptados solo desean volver a casa. Su visión de Neverland es la del mundo pirata, análogo al mundo del que vienen. Se ha cambiado el escenario pero no la prisión. Nunca llegan a conocer el mundo de los niños pérdidos ya que no son huérfanos, solo tienen un mal padre (Banning/Garfio). En Neverland falta algo para completar la imagen idílica de la niñez. Faltan padres (todo Neverland se paraliza ante una nana cantada por la niña). Spielberg nunca reivindica la infancia por encima de otras etapas. Son una calle de doble sentido, un camino circular. Pan llegó a un Neverland anárquico y se marcha instaurando una jerarquía (“cuidad de todo el que sea más pequeño que vosotros”). Los niños necesitan la madurez de un adulto para crecer, y un adulto revive su infancia gracias a la paternidad. Círculos. Solo tras recibir un imposible pelotazo procedente de su hijo, Williams recuerda su infancia. Qué triste resulta el partido de beisbol entre Cruise e hijo (otra vez WOTW), donde cada lanzamiento furioso lleva implícito gritos de “quiéreme!”.
Hay cosas en Hook propias del Spielberg descontrolado y sin medida, de esas que solo perdonas si has entrado mucho en el juego y te compensa lo demás (mi caso). Puedo aceptar la laca en los pelos de Williamas, pero lo del rimmel debe ser algún chiste privado entre ellos o una metáfora de la desviación sexual en el desarrollo fruto de crecer solo con la figura plena de la madre, porque sino no me lo explico. Tampoco hay demasiada brillantez en la planificación, aplastada quizás por el nivel de la producción. Es una película que luce porque tiene escenarios para ello (aunque algunos deban ser ocultados con haces de luces de colores por la foto), pero cámara o composiciones estan a un nivel irregular. Tiene eso si una transición maravillosa, la del cielo epifánico spielbergiano fundido en el techo de la habitación de los niños (una imagen que podría valer para cualquier película de él) o el flashback sobre los orígenes es inmenso (fuck you Petticoat Lane!!).
También hay algo de Garfio en Spielberg, algo de ese cinismo que muestra el pirata en la escena de la clase (“os leen cuentos para que os calléis”, lo cual suele ser cierto). Vuelve el porro de Poltergeist por ello; el viaje se inicia con un vaso en la mano y acaba con resaca y botellas vacías barridas. Sobra lo de Tootles, cuyo final además rompe la posibilidad de la alucinación etílica.
A la vuelta en Londres y una vez más en Spielberg, la infancia ha terminado. Con Pan reencontrado, con el padre definido, es cuando los niños pueden crecer.