Respuesta: El Spielbergpost
Vamos allá. Algún spoiler.
Viendo la película / telefilme (de lujísimo) me doy cuenta que ya en esa opera prima estaban los fueros internos y las ganas de sorprender de un veinteañero Spielberg. El tiempo iría perfilando y puliendo las aristas - si es que las había - para deparar en uno de los mejores directores del séptimo arte. Procedente del mundo de la televisión, donde le dejaron mostrar sólo una parte de su potencial y contando con las miradas pérfidas de los grandes al contemplar a ese ansia viva de poca edad moviendo una cámara con maestría, soltura y dándole una vuelta de tuerca a las maneras empleadas en la televisión: cuando antes se contaba con primerísimos planos Spi tuvo a bien emplear planos generales y un enfoque más cinematográfico a sus obras, contando con la gracia del público y la rabia (inconfesa) de los madamases asentados.
"El diablo sobre ruedas" (Duel para los entendidos), una especie de road movie perversa junto con terror y suspense a partes iguales, era su producto más arriesgado y en el que daba el todo por el todo (Star Wars dixit): se la jugaba a una carta. De no haber contado con el éxito del público y la crítica Spielberg hubiese estado sentenciado o no hubiese contado con el apoyo de los que dirigían el cotarro en aquel entonces. Procedente de un relato corto de la revista Playboy escrito por Richard Matheson, aquella historia de un hombre perseguido por un camión y sin poder definir o poner cara a su agresor, digna de cualquier capítulo de "Twilight zone", puso en marcha el mecanismo de dirección de Spielberg.
13 días fue los que empleó (querían que fuese 10). Se estrenó en televisión y aquello fue un alucine. Fue el principio de algo gordo. Le añadieron minutos de más para poder ser estrenada en salas de cine fuera del continente y Spielberg tuvo la bendición de Fellinni y del público en general. Spielberg dejó huella. Dejó constancia de que tenía muchas cosas que contar y que aún siendo un chico ansioso, con ambiciones mayores, podía ofrecer algo en la industria.
Y así lo demuestra su ópera prima (aunque tenga el título real su siguiente obra: "Loca evasión"). Es una bestia parda, que a pesar de contar con algunos fallos típicos de la época - los momentos donde la calma puebla son más justos en lo expositivo, al igual que la escena del bar, aún siendo necesaria para crear suspense, su realización es más acorde con una serie televisada que un filme de cierta embergadura - es un tour de force conciso y con una única premisa: sobrevivir a lo desconocido y no morir en el intento.
Hablamos de 41 años y sigue sorprendiendo. Hitchcock estaría orgullosísimo y me juego el cuello que lo hubiese apadrinado, no hay mejor homenaje a su cine que el camión Peterbilt 281 y su ansia incontrolable de matar, sin razón alguna. Porque aquí no hay camionero. Es el camión. Un monstruo oxidado, que colecciona matrículas de distintos estados cual cabezas de presa, que arrasa con todo. Su fisonomía, el "físico" facial de su cabina - como bien comenta Spi: "el camión tiene cara, tiene ojos, tiene morro" - y su fiereza en la carretera, rezumando óxido y muerte es un icono cultural de los 70 y en cine en general.
Incluso podría hablarse de cierta similitud simbólica de la lucha de clases (clase baja: camión - clase media: victima). Pero eso ya es otro tema. La planificación de escenas, el montaje agresivo - que no contó con la participación directa de Spielberg al realizarse en otro lugar - una BSO mínima, con sonidos tribales y metálicos, dándole ese tono siniestro, agresivo, ambiguo pero sobre todo tenso. Los primeros 15 minutos son una gozada visual. Esa cámara desde abajo, recorriendo la embergadura del camión y a pesar de verse un plano del especialista no reparamos en él, sólo vemos el monstruo. Un monstruo que no tiene límite.
La víctima, un simple trabajador que regresa a casa (Dennis Weaver) no logra comprender la razón del porqué. Algo perfectamente representado en su cara. Quizás el exceso de voz en off narrando cada uno de los pasos a realizar sea un tanto subrayado y peca de abusivo pero entiendo que son gajes de principiante. Pero su implicación en la fisicidad de ciertos momentos y esa transformación de perseguido a héroe enfrentado (ese cinturón - esa colocación de gafas) es una transición de huida a persecución. Con un ritmo impecable, una cámara vibrante, extrema y sobre todo enfocada en la enfatización del miedo a lo desconocido - dígase la escena de la cabina - "El diablo sobre ruedas" es una de las mejores cartas de presentación de cualquier director.
Aunque es cierto que el look del cine de los 70 (tristemente) ha envejecido, Spielberg supo contrastarlo o aderezarlo con elementos visuales que siguen estando vigentes a día de hoy como emplear la cámara enfocándola hacia lugares fijos mientras enfoca el movimiento del camión para acelerar la imagen, primeros planos bruscos para acentuar la monstruosidad del camión o hacer planos generales para darle mayor amplitud a la escena y enfatizar la agresión del momento, junto con la soledad del individuo frente a una amenaza. Y lo mejor de todo fue contar con un presupuesto limitado, haciendo incapié en las virtudes de la inventiva e imaginación en contraprodución de un presupuesto más abundante.
Un ejercicio de estilo marcado, que demostró una labor impecable, con un final digno de encomio y que en una sola toma, casi sin corte alguno, consiguió acabar con una agonía aplastante (el sonido de dinosaurio, como si el camión fuese un ser vivo, volvería a ser empleado en Tiburón, película semejante en cuanto a intenciones pero de mucha mayor embergadura).