Vicky. Cristina. Barcelona
Vengo de ver
“Vicky Cristina Barcelona” de Woody Allen, y lo cierto es que me ha gustado bastante. Se trata de una película ligera y llena de clichés (el artista bohemio que además es un Don Juan, la española voluptuosa pasional enloquecida, la mujer rígida y atada al control, la muchacha rubia sensual perdida con pretensiones artísticas...) que funciona a la perfección como ejercicio de entretenimiento, y que, durante el visionado, consigue trascender su propia condición para mostrar una sensibilidad y meditación inesperadas, convirtiendo el tópico en lo opuesto, revelando una serie de matices que la ponen muy por encima de la mayor parte de comedias que llegan a nuestras pantallas. En su final, no exento de amargura, reside su mayor poder, sin duda alguna.
El elenco actoral está en su sitio, saliendo peor parada Scarlett Johansson, que está muy limitada en lo que a registros se refiere, y deslumbrando Rebecca Hall, que a su forma canaliza al propio Allen sin recurrir a histrionismos. No me puedo olvidar de Penélope Cruz, que aquí sí que está verdaderamente formidable y roba toda las escenas en las que aparece.
En el lado negativo diría que el papel de Cristina (Johansson) no está muy aprovechado, y que los de Juan Antonio (Bardem) y María Elena (Cruz) muestran su condición de secundarios por la cierta dejadez del guionista y director a la hora de cerrar sus historias. Lo mejor es la habilidad del neoyorquino de convertir algunos momentos verdaderamente terribles, violentos y profundamente tristes en motivo de carcajada en el espectador. Recomendable, pero no para el recuerdo.
Por su parte, Javier Aguirresarobe (que firma sin la coletilla A.E.C.), logra brindar un trabajo correcto, muy limitado por la concepción visual que le impone Allen de virar la paleta de colores hacia los naranjas en todo momento, pero que por la temática de la historia no se ve tan deslucido como lo estuvo Vilmos Zsigmond en
“El Sueño de Cassandra” (“Cassandra's Dream”, 2007). No tengo ni idea de los aspectos técnicos del trabajo, pero presupongo Kodak Vision2 500T 5218, lentes Zeiss Master Primes y ausencia de
Digital Intermediate y espero no estar demasiado desencaminado (¡qué bueno es saber que uno tiene una colchoneta para aliviar su caída!).
Lo que realmente empaña el producto es la aparición de algunos planos secuencia que, por escasez de tiempo, niveles lumínicos moderados y focales más bien largas (¿alguien ha visto 50mm o inferiores en el film?), están totalmente desenfocados (el encuentro entre Cristina y Juan Antonio en la habitación del hotel, el paseo nocturno entre el pintor y Vicky, la conversación que mantienen María Elena y la rubia en la casa del padre de Juan Antonio, la escena de la aspirina...) hasta resultar increíblemente molestos.
Obviando ese problema, se puede decir que el operador español está correcto, en su estilo, incluso planificando con elegancia y sencillez algunas escenas, aunque a veces utilice luz de relleno en exceso, pero le hace mucho daño la monotonía visual a la que le limita Allen, ya que se desaprovecha el color como expresión del mundo interior de los personajes. Me ha gustado mucho la escena que tiene lugar en el campo tras el paseo en bicicleta del trío, pero más que por el trabajo del vasco, por el del equipo de dirección artística, y es que el lugar era precioso.
A ver si Savides, sin obrar milagros, consigue deshacerse de ese lastre del zumo de naranja.
Por cierto, para todos aquellos que defendemos a día de hoy el celuloide sobre el digital (con no pocas razones), Woody Allen nos hace un guiño y todo en su película.
Buenas Noches.
P.D.:Veo que se está criticando la histriónica, delirante y magistral escena final de
“There Will Be Blood” de Paul Thomas Anderson. Todo llegará...
[Editado con foto]