The french connection, contra el imperio de la droga
Obra maestra del cine policiaco, paradigmático thriller setentero donde la influencia de Melville y del cine negro francés está más que asumida, teniendo como resultado un híbrido fascinante de cine americano y europeo, muy rompedor para la época. El argumento, policías contra narcotraficantes, nada demasiado novedoso o sorprendente a día de hoy... si no fuera porque nos encontramos ante un juego del gato y el ratón llevado hasta sus últimas consecuencias. Toda la película viene a ser una persecución constante, llevada a cabo con pocos (pero significativos) elementos, diálogos tan sólo los imprescindibles, así como una caracterización tan rápida como eficaz de los personajes. En realidad, se trata de la confrontación de dos individuos absolutamente antagónicos, héroe y villano; el tal Popeye (Gene Hackman), policía brutal, obsesivo, de una carácter irresponsable y más dado a la acción que a la reflexión... y Charnier (Fernando Rey), delincuente de maneras aristocráticas, que planea cuidadosamente cada uno de sus movimientos.
Es muy recordada la febril secuencia del coche lanzándose tras el tren a toda velocidad, pero es la persecución en el metro la escena más significativa, la que muestra esa rivalidad sin palabras y ese contraste absoluto, con sus luces y sus sombras; el mal y su glamurosa fachada uno, la justicia y su lado más turbio el otro. Ambos sin caricatura ni histrionismo que valga, pese a lo fácil que podría haber sido caer en ello. La cámara recoge la atmósfera gris y el caos urbano de Nueva York, sin filtros, haciendo gala de una estética semi-documental (por contra, Marsella es una ciudad con un encanto ruinoso, pero susceptible de ocultar un oscuro submundo en sus callejones). Mucho realismo, una violencia que hace acto de presencia únicamente en momentos puntuales, y como resultado, una enorme impresión de fisicidad, de nervio y movimiento a lo largo de toda la narración. El desenlace, una patada en la boca que nos deja con el culo al aire, donde la idea de perseguir a un fantasma se torna completamente plausible.
Aquí tenemos a un cineasta en su mejor momento creativo, no hay duda. Imposible perdérsela.