Carta abierta al alcalde de Palma
Jaime Cervera
Como ya hiciera la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en 2018, la izquierda vuelve a atacar a prohombres de nuestra historia despojándoles de sus calles en las ciudades españolas. Hasta
24 avenidas y plazas rebautizará el regidor socialista de
Palma de Mallorca, entre ellas la que rinde homenaje a mi tatarabuelo,
el almirante Pascual Cervera y Topete.
Así pues, en calidad de familiar (pero también de historiador), agradezco a ‘El Liberal’ este espacio para dirigirme a José Hila, el susodicho alcalde de la capital balear, que
tacha de «franquistas» y «fascistas» a hombres que sirvieron heroicamente a su país.
Empecemos por lo evidente. El almirante Cervera, que comandó la flota española en la batalla de Santiago de Cuba, en el llamado Desastre del 98, murió en 1909. O lo que es lo mismo, cuando
Franco no había cumplido la mayoría de edad y cuando aún faltaban 13 años para que Mussolini llegara al poder en Italia. Poca pinta de franquista o de fascista, de momento.
Podría venirme, entonces, el alcalde socialista con que el almirante era uno de esos militares decimonónicos, derechosos y carcas. Una especie de
protofranquista, vamos.
La historia, sin embargo, vuelve a ser tozuda. Y es que resulta que
mi tatarabuelo defendió la Primera República enfrentándose a los rebeldes cantonales en Murcia y en Cádiz. Además,
fue ministro de Marina de uno de los gobiernos liberales de Mateo Sagasta (nota para el señor Hila: los liberales del siglo XIX eran «los de izquierdas»).
En realidad, todo esto es mucho más sencillo. Aunque quieran camuflarlo de ignorancia histórica, lo que este tipo de iniciativas denotan es una
tirria ideológica hacia ciertas profesiones y épocas de nuestro pasado.
La decisión del alcalde de Palma es sólo un ejemplo más de una tendencia muy española: el desprecio por nuestros héroes y por nuestra propia historia. Es por eso que en demasiadas ocasiones debemos
buscar el reconocimiento a nuestros hombres y mujeres ilustres en labios de extranjeros.
En el caso del almirante Cervera, quien mejor lo expresó fue Robley D. Evans, comandante del acorazado ‘Iowa’, el buque que hizo prisionero a mi tatarabuelo al término de la batalla de Santiago de Cuba.
La tripulación del navío estadounidense recibió a Cervera con honores militares y se negó a recibir los sables de los oficiales, símbolo de rendición, por la bravura que los españoles mostraron en combate.
El resumen que Evans hizo de la actuación del almirante fue el siguiente: «Nada hay registrado en las páginas de la historia que pueda asemejarse a lo realizado por el almirante Cervera. El espectáculo que ofrecieron a mis ojos los dos torpederos, meras cáscaras de papel, marchando a todo vapor bajo la granizada de bombas enemigas y en pleno día,
sólo se puede definir de este modo: fue un acto español«. Tal vez ese sea el problema del señor Hila, que llama «facha» a todo lo que simplemente es español.