Guerra Civil, Franquismo y transición

Yo no sé si darme por aludido, porque me temo que soy mayor que sikander, lo bastante mayor por ejemplo para recordar la patinada de Suárez no yendo a Ortuella después de la explosión de gas.
 
Dicen que hubo más peña hace años en el entierro del antiguo alcalde de Madrid y profesor, Enrique Tierno Galván. También figura importante en la transición.
 
Antes la gente aún apreciaba a los políticos.

Hombre el caso de Enrique Tierno es también peculiar. A su buena imagen (sobre su gestión desconozco) se unió que falleció de manera más o menos repentina y en el ejercicio de sus funciones. Es un poco como el caso de Azkuna por estos lares...
 
¿Esto no se enlazó ya hace tiempo? Me sigue pareciendo lo mismo que entonces: un tipo con un afán de protagonismo insufrible.
 
Yo no sé si darme por aludido, porque me temo que soy mayor que sikander, lo bastante mayor por ejemplo para recordar la patinada de Suárez no yendo a Ortuella después de la explosión de gas.
Esa sólo es una de las que hizo. Hubo muchas otras, sin duda. Pero como todos los presidentes que hemos tenido hasta ahora.

Lerink lo que he dicho antes es porque a veces se tiende a analizar las cosas con una perspectiva actual. Mirar las cosas con perspectiva es bueno, por supuesto. Aplicar los baremos actuales no tanto. Es como juzgar las guerras Púnicas, las Cruzadas, la conquista de América, o la Revolución Francesa con parámetros del S.XXI. Salen unos despropósitos de lo más curioso.
Pues lo de la Transición es igual: perspectiva histórica (curioso concepto), sí. Juzgar con parámetros actuales, pues hay que tener cuidado de no pasarse de frenada.
 
exactamente eso opino yo, y aunque algunos lo piensen España no es precisamente un país inmutable sino uno de los países occidentales que más ha cambiado en el último medio siglo (no hay que remontarse a las Guerras Púnicas)

ya digo, me parece que a veces se hacen unos juicios sobre la Transición excesivamente frívolos y pesimistas cuando ha sido un referente para muchos países.
 
Última edición:
Yo quizás el problema que vería es que fue una transmutación, era lo fácil para un pueblo tan zafio como el español. Pero las mismas familias son las que siguen.
 
las mismas familias "siguen" ahí desde hace 300-500 años en España... Holanda, Japón.... no es culpa de Franco ni de Fernández Miranda.

hay Poderes inmutables que poco tienen que ver con el Gobierno, la Dictadura o la Transición de turno (salvo que te monten un genocidio social que ponga la cuenta a cero, como en Camboya)
 
Eso también es verdad, los Rothschild no mueren de hambre. Bueno, hablaba más bien de líderes del movimiento reconvertidos en socialistas, demócratas, etc. De alguna manera, el fin del franquismo y la llegada de la democracia pareció casi una evolución natural muy cercana. Pero vamos, que vale.
 
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Resulta que nos salvaron ellos
ARTURO PÉREZ-REVERTE | El Semanal - 12/3/2006

Han pasado un par de semanas, pero no lo olvido. Memoriae duplex virtus, etcétera, como decía uno de aquellos fascistas -nacido en Calahorra, por cierto- que en elsiglo I, antes de tanto derecho pseudohistórico y tanta cutrez provinciana, llamaban ya Hispania a esta casa de putas. Me refiero a la pintoresca declaración institucional con la que, en el aniversario del 23-F, nos obsequió el Congreso. Es digno de recuerdo el párrafo donde nuestros hombres públicos, en un ejercicio de fastuoso onanismo político, atribuyen el fracaso del golpe de Estado, por este orden, al comportamiento responsable de los partidos políticos y los sindicatos, en primer lugar, y luego a la Corona y a las instituciones gubernamentales, parlamentarias y municipales. Como saben ustedes, el párrafo resultó de una modificación del texto original, donde se reconocía el papel decisivo del rey como jefe de las fuerzas armadas, al ponerlas del lado de la democracia con su discurso por la tele. Pero por presiones de dos partidos minoritarios, uno catalán y otro vasco, el Congreso decidió rebajar el papel monárquico y meter a todo cristo en el baile, afirmando que el mérito no fue del rey, sino del conjunto. O sea. De los políticos españoles, valerosos demócratas aquel día, unidos como un solo hombre y -hoy no me llamarán machista esas perras- como una sola mujer.

Habría sido precioso, de ser cierto. Comprendo que nuestra infame clase política, acostumbrada a reinventar España según cada coyuntura de su oportunismo y su desfachatez, quiera pasar a la Historia con esa tierna milonga de la liberté, la egalité y la fraternité defendida el 23-F como gato panza arriba. Pero están mal acostumbrados. Esto no es tan fácil como inventarse reinos y naciones que nunca existieron, o independencias ancestrales de ayer por la tarde, ocultando por otra parte realidades ciertas como la España romana, o la visigoda. Cuando deformas la memoria histórica, el truco puede funcionar con los tontos, los ignorantes y los que no quieren problemas. La gente ya no se acuerda, o no sabe. Pero otra cosa es manipular hechos que todos hemos vivido y recordamos perfectamente. Y eso es lo insultante. Que sólo veinticinco años después, esta gentuza nos considere tan olvidadizos y tan estúpidos.

Aquel día, la democracia y la libertad sólo las defendieron una cámara de televisión encendida, los periodistas que cumplieron con su obligación -fueron tan torpes los malos que sólo silenciaron TVE y Radio Nacional-, unos pocos representantes gubernamentales que estaban fuera del Parlamento, y sobre todo el rey de España, que, por razones que a mí no me corresponde establecer, se negó a encabezar el golpe de Estado que se le ofrecía, ordenó a los militares someterse al orden constitucional y devolvió los tanques a sus cuarteles. El resto de fuerzas políticas y sindicales, autonómicas y municipales, salvo singulares y extraordinarias excepciones, se metieron en un agujero, cagadas hasta las trancas, y no asomaron la cabeza hasta que pasó el nublado. Quienes velamos esa noche ante el palacio de las Cortes sabemos que, aparte de ciudadanos anónimos, negociadores gubernamentales y periodistas que cumplían con su obligación, nadie se echó a la calle para defender nada hasta el día siguiente, cuando ya había pasado todo -lanzada a moro muerto, se llama eso-. Y respecto a los sindicatos, su único papel fue el de los carnets rotos con que atrancaron los retretes de toda España. En cuanto a la digna integridad constitucional que ahora se atribuye el Congreso, lo que pudo ver todo el mundo por la tele, y eso no hay chanchullo que lo borre, fue a los ministros y diputados tirándose en plancha debajo de sus escaños para quedarse allí hasta que se les permitió levantarse de nuevo -aún entonces siguieron mudos y aterrados-, con tres magníficas excepciones: Santiago Carrillo, que fumaba cada pitillo creyendo que era el último, el presidente Suárez y el anciano general Gutiérrez Mellado. Y cuando éste, fiel a lo que era, se enfrentó forcejeando a los guardias civiles, y el miserable Tejero, pistola en mano, intentó, sin éxito, tirarlo al suelo con una zancadilla, el único hombre valiente entre todos aquellos cobardes que se levantó para socorrerlo, fue Adolfo Suárez. A quien, por supuesto, España pagó y paga como suele.

Así que menos flores, caperucitas. En lo que a mí se refiere, nuestra heroica clase política puede meterse la poco elegante declaración institucional del otro día donde le quepa. Que imagino dónde le cabe.

http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/85/resulta-que-nos-salvaron-ellos/
 
Resulta que nos salvaron ellos
ARTURO PÉREZ-REVERTE | El Semanal - 12/3/2006

Han pasado un par de semanas, pero no lo olvido. Memoriae duplex virtus, etcétera, como decía uno de aquellos fascistas -nacido en Calahorra, por cierto- que en elsiglo I, antes de tanto derecho pseudohistórico y tanta cutrez provinciana, llamaban ya Hispania a esta casa de putas. Me refiero a la pintoresca declaración institucional con la que, en el aniversario del 23-F, nos obsequió el Congreso. Es digno de recuerdo el párrafo donde nuestros hombres públicos, en un ejercicio de fastuoso onanismo político, atribuyen el fracaso del golpe de Estado, por este orden, al comportamiento responsable de los partidos políticos y los sindicatos, en primer lugar, y luego a la Corona y a las instituciones gubernamentales, parlamentarias y municipales. Como saben ustedes, el párrafo resultó de una modificación del texto original, donde se reconocía el papel decisivo del rey como jefe de las fuerzas armadas, al ponerlas del lado de la democracia con su discurso por la tele. Pero por presiones de dos partidos minoritarios, uno catalán y otro vasco, el Congreso decidió rebajar el papel monárquico y meter a todo cristo en el baile, afirmando que el mérito no fue del rey, sino del conjunto. O sea. De los políticos españoles, valerosos demócratas aquel día, unidos como un solo hombre y -hoy no me llamarán machista esas perras- como una sola mujer.

Habría sido precioso, de ser cierto. Comprendo que nuestra infame clase política, acostumbrada a reinventar España según cada coyuntura de su oportunismo y su desfachatez, quiera pasar a la Historia con esa tierna milonga de la liberté, la egalité y la fraternité defendida el 23-F como gato panza arriba. Pero están mal acostumbrados. Esto no es tan fácil como inventarse reinos y naciones que nunca existieron, o independencias ancestrales de ayer por la tarde, ocultando por otra parte realidades ciertas como la España romana, o la visigoda. Cuando deformas la memoria histórica, el truco puede funcionar con los tontos, los ignorantes y los que no quieren problemas. La gente ya no se acuerda, o no sabe. Pero otra cosa es manipular hechos que todos hemos vivido y recordamos perfectamente. Y eso es lo insultante. Que sólo veinticinco años después, esta gentuza nos considere tan olvidadizos y tan estúpidos.

Aquel día, la democracia y la libertad sólo las defendieron una cámara de televisión encendida, los periodistas que cumplieron con su obligación -fueron tan torpes los malos que sólo silenciaron TVE y Radio Nacional-, unos pocos representantes gubernamentales que estaban fuera del Parlamento, y sobre todo el rey de España, que, por razones que a mí no me corresponde establecer, se negó a encabezar el golpe de Estado que se le ofrecía, ordenó a los militares someterse al orden constitucional y devolvió los tanques a sus cuarteles. El resto de fuerzas políticas y sindicales, autonómicas y municipales, salvo singulares y extraordinarias excepciones, se metieron en un agujero, cagadas hasta las trancas, y no asomaron la cabeza hasta que pasó el nublado. Quienes velamos esa noche ante el palacio de las Cortes sabemos que, aparte de ciudadanos anónimos, negociadores gubernamentales y periodistas que cumplían con su obligación, nadie se echó a la calle para defender nada hasta el día siguiente, cuando ya había pasado todo -lanzada a moro muerto, se llama eso-. Y respecto a los sindicatos, su único papel fue el de los carnets rotos con que atrancaron los retretes de toda España. En cuanto a la digna integridad constitucional que ahora se atribuye el Congreso, lo que pudo ver todo el mundo por la tele, y eso no hay chanchullo que lo borre, fue a los ministros y diputados tirándose en plancha debajo de sus escaños para quedarse allí hasta que se les permitió levantarse de nuevo -aún entonces siguieron mudos y aterrados-, con tres magníficas excepciones: Santiago Carrillo, que fumaba cada pitillo creyendo que era el último, el presidente Suárez y el anciano general Gutiérrez Mellado. Y cuando éste, fiel a lo que era, se enfrentó forcejeando a los guardias civiles, y el miserable Tejero, pistola en mano, intentó, sin éxito, tirarlo al suelo con una zancadilla, el único hombre valiente entre todos aquellos cobardes que se levantó para socorrerlo, fue Adolfo Suárez. A quien, por supuesto, España pagó y paga como suele.

Así que menos flores, caperucitas. En lo que a mí se refiere, nuestra heroica clase política puede meterse la poco elegante declaración institucional del otro día donde le quepa. Que imagino dónde le cabe.
http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/85/resulta-que-nos-salvaron-ellos/

AMEN
 
sobre todo el rey de España, que, por razones que a mí no me corresponde establecer, se negó a encabezar el golpe de Estado que se le ofrecía, ordenó a los militares someterse al orden constitucional y devolvió los tanques a sus cuarteles
jejeje, jejeje
 
Suárez y el Rey ¿amigos para siempre?

En todo caso, la compenetración entre los dos viejos amigos seguía siendo absoluta, aunque algo descompensada, porque el rey aspiraba a una autonomía personal que Adolfo veía con recelo. No es casualidad que, poco después de las elecciones del 15-J, exigiera -y consiguiera- el relevo de Alfonso Armada como secretario de la Casa Real.

La incompatibilidad entre Armada y Suárez venía de lejos y el presidente del gobierno decidió cortar por lo sano. En realidad, por grandes que fueran sus diferencias políticas -que lo eran-, en el fondo Armada y él compartían la idea de que al rey había que atarle corto, aunque discreparan abiertamente sobre los peligros y las personas que, según ellos, ponían en riesgo a la Corona. Con Sabino Fernández Campo, el nuevo secretario de la Casa Real, las cosas irían mucho mejor.

(...) sus relaciones con el rey se habían deteriorado gravemente, como pudieron comprobar aquellos con los que el monarca compartió su preocupación por los derroteros que seguía el presidente en los últimos tiempos. "Adolfo tiene que cambiar": ése era el mensaje que pretendía hacerle llegar a través de sus amigos, sin que él se acabara de dar por enterado. En una ocasión, Suárez le confesó a Sabino Fernández Campo su extrañeza por la nueva actitud del monarca, antes siempre pródigo en abrazos y carantoñas; ahora, frío y distante. En julio de 1980, don Juan Carlos le confesó a alguien de su confianza su malestar con Adolfo, tanto por su escaso tacto para la política internacional, por ejemplo, en las relaciones con Francia, como por su obsesión por tenerle controlado, como cuando le reprochó haber recibido en la Zarzuela a un ministro francés sin conocimiento suyo. "El rey recibe a quien le sale de los cojones", fue su respuesta al presidente del gobierno.

Aquello iba de mal en peor, y el empeño de Su Majestad en traer a Madrid a Alfonso Armada, a quien Suárez consideraba un peligro público, creó entre ellos una tensión extrema, de consecuencias irreparables. En diciembre, Santiago Carrillo salió de una audiencia en la Zarzuela convencido de que Suárez había perdido la confianza regia. A esa misma conclusión llegó el propio presidente cuando, por esas fechas, recibió de la Casa Real el texto del mensaje que el rey pensaba dirigir a los españoles en Nochebuena, con recriminaciones, más o menos explícitas, al gobierno que Suárez consideró intolerables. A pesar de los cambios introducidos en el original, la emisión del mensaje produjo en él una sensación desoladora, de humillación y desamparo al mismo tiempo.

Unos días después, el 4 de enero de 1981, se entrevistaba en secreto con el rey en Baqueira Beret, acudiendo seguramente a una misteriosa e imperativa llamada suya para verse de inmediato. Tal vez pensó que don Juan Carlos quería tener un gesto conciliador con él después de su distanciamiento de los últimos tiempos. O más probablemente relacionó todo aquello con la presencia por allí de Alfonso Armada en su condición de gobernador militar de Lérida, cargo con el que Suárez había intentado apartarle del entorno de don Juan Carlos, ya se ve que sin mucho éxito. Sabemos que Armada tuvo la víspera una conversación con el rey que dejó a éste profundamente preocupado. Y que Adolfo volvió de su entrevista en Baqueira "roto (...), moralmente destrozado".
http://www.elmundo.es/espana/2014/03/23/532c31c222601ded178b4576.html
 
"A mi juicio la transición fue, sobre todo, un proceso político y social de reconocimiento y compresión del ‘distinto’, del ‘diferente’, ‘del otro español’ que no piensa como yo, que no tiene mis mismas creencias religiosas, que no ha nacido en mi comunidad, que no se mueve por los ideales políticos que a mí me impulsan y que, sin embargo, no es mi enemigo sino mi complementario

Adolfo Suárez, 1996"

Que Suárez ha sido el mejor presidente de la democracia es algo tan obvio, pasados los años, que da escalofríos. Comparar su legado con el imperio de la corrupción de González, la vuelta a la Edad Media de Aznar o lo que han hecho los patéticos títeres Zapatero y Rajoy es abrumador.

Me da mucha rabia leer este discurso de Suárez porque ahora es ciencia ficción, porque me doy cuenta de que cuando era niño tenía bastante apego a España, me sentía identificado, pero me pasé mi adolescencia viendo noticiarios de políticos que robaban a mansalva y después con otro caudillo (prácticamente sin disfraz) que literalmente se cagaba en mi cultura.

Consecuencia: desde que tengo edad para votar me da ganas de vomitar la clase política, estoy muy cerca de no creer ni en la democracia, probablemente me considere nacionalista de centro-izquierda pero no he ido a votar en mi vida y hace 15 años que puedo.

Me da mucha rabia ver que todo esto sí empezó bien, con gente válida (con todos sus defectos) y con palabras y hechos que sí me hubieran dejado participar de todo esto que se curró el bueno de Suárez, esa solución menos mala que es la democracia, que ahora mismo no sentiría absoluta indiferencia cuando veo mi carnet de identidad y me da mucha rabia la mierda en la que se ha transformado lo que empezó Suárez.
 
:palmas

Más ciencia ficción :no:

"La gran misión para el pueblo español: se trata de la definición de una gran política de objetivos nacionales comunes, que no pueda ser rechazada con fundamento por ningún grupo, por ningún partido, por ninguna institución que participe de la esencia de esa comunidad de ideas e intereses que llamamos España [...] No es lógico que cada gabinete que llegue al poder cambie de objetivos, cuya consecución solo se obtiene tras largos años de esfuerzos [...] No es presentable para un país necesitado de seguridad que la política educativa cambie cada pocos años; que la falta de claridad en política agraria lleve al desaliento a los hombres de nuestro campo; que la Administración se vea sometida a seísmos cada vez que hay un relevo en los puestos clave".

Adolfo Suárez, 1976


No me he quejado en ningún momento de la crítica. Siempre la he aceptado serenamente. Pero creo que tengo fuerza moral para pedir que, en el futuro, no se recurra a la inútil descalificación global, a la visceralidad o al ataque personal, porque creo que se perjudica el normal y estable funcionamiento de las instituciones . La crítica pública y profunda de los actos de Gobierno es una necesidad, por no decir una obligación [...] Pero el ataque irracionalmente sistemático, la permanente descalificación de las personas y de cualquier tipo de solución con que se trata de enfocar los problemas del país, no son un arma legítima”.

Adolfo Suárez, 1981
 
Desde luego, si la portada de hoy de El Mundo es cierta, quedaría bastante claro quienes querían democracia y quienes querían seguir repartiéndose el pastel y dándose la gran vida a nuestra costa. Y quien ganó.
 
Armada sí que habla con el Rey ese día, aunque luego en los juicios se quiso borrar la interlocución del Rey esa noche. No aparece en las actas, como si se hubiera pasado un típex: en lugar del Rey aparece Sabino.

(...)

Le pregunté a Sabino por el famoso tema del Elefante, y me confesó que don Juan Carlos metió la pata en el libro de Vilallonga (una biografía del Rey, basada en varias conversaciones con el protagonista), cuando dijo que él «sabía, desde el primer momento, quién era el Elefante Blanco». Suárez también dijo que «sólo dos personas saben quién era el Elefante Blanco, y yo soy una». Si Suárez lo sabía, y desde luego él no lo era, y el Rey también lo sabía, según él mismo le dijo a Vilallonga, y está en la edición francesa y en la inglesa. Ergo... Después, en la versión española eso se corrigió, porque se hubiese tenido que reabrir el sumario del 23-F. El Rey también decía en la primera edición, la francesa, que él habló con Armada varias veces esa noche.
Trocotró.
 
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