El 25%
Alumnos catalanes que llegan a la universidad y dicen que no saben hablar catalán porque no se habla en el lugar de donde vienen. Alumnos de aula de acogida que preguntan a sus profesores por qué les enseñan catalán si resulta que las clases se hacen en castellano. Alumnos que, el día en que el inspector asiste al aula, preguntan perplejos al profesor como es que les habla en catalán. Profesores de lengua catalana que son tachados de fundamentalistas cuando piden a sus compañeros que hagan las clases en catalán. Familias que llevan a sus hijos a la concertada porque quieren que reciban la enseñanza en catalán. Profesores que dicen que hacen las clases en castellano porque quieren que los alumnos los comprendan mejor. Profesores que hacen las clases en castellano porque dicen que se adaptan a la lengua de los alumnos. Tutores que hablan en castellano con familias que tienen el catalán como primera lengua. ¿Seguimos?
Un profesor de catalán que consigue que los alumnos le hablen en catalán se queda estupefacto cuando oye que la directora del centro le dice a una alumna que lo hace: '¡Anda, pero si sabes hablar catalán!' Unos padres convencidos de que sus hijos reciban la enseñanza en catalán en el instituto se quedan boquiabiertos cuando se enteran de que el inglés (!) y la tecnología la hacen en castellano. Los padres de una niña a la que llaman 'catalaneta' en el instituto preguntan al hermano mayor si a él no le dicen nada por hablar en catalán; respuesta: 'No, yo hablo en castellano y así no tengo problemas.' Una alumna comenta que en el instituto los únicos que hablan catalán son los marroquíes y los rumanos porque es la lengua que aprenden en el aula de acogida. Un alumno de primaria llega a casa enfurecido. Su maestra ha cogido la baja y la sustituta no le gusta nada: 'Es vieja, gruñona y, encima, no sabe hablar catalán.' ¿Seguimos?
Eso que la lengua vehicular de la enseñanza en Cataluña es el catalán --por lo menos, en secundaria-- es un mito o un autoengaño colectivo. Y no es ningún hecho reciente. En el año 2002, en el tercer simposio sobre enseñanza del catalán en Vic, se hizo pública una encuesta que mostraba que, si se preguntaba a los directores de los institutos el porcentaje de docencia en catalán, era del 67%; si se preguntaba a los alumnos, en cambio, el porcentaje bajaba al 33%. En ese momento, incluso 'La Vanguardia' se hizo eco de estos datos en una editorial. ¿Hubo alguna reacción? Ni una. Como de costumbre, el departamento echó tierra sobre la cuestión y así vamos tirando. Tampoco dijo nada cuando datos similares aparecían en un estudio de Vanesa Brecha y Xavier Vila en la Ciudad de Mataró publicado en 2012. Y la consellera, Irene Rigau, reveló que en Cataluña había 459 escuelas e institutos que impartían alguna asignatura no lingüística, como matemáticas, plástica o geología, en castellano. De estos centros, 332 eran escuelas de primaria y 127, centros de secundaria. ¿Y ahora nos rasgamos las vestiduras porque el tribunal supremo 'impone' el 25% de castellano?
Es muy fácil hacer el papel de héroe ante el estado. Es fácil y nos hace quedar bien. Pero no lo es tanto exigir que los profesionales hagan su trabajo. Si alguien declara que imparte la docencia en catalán, se da por hecho. Y, tanto si se comprueba la certeza o no, en las aulas todo el mundo hace lo que quiere, sea cual sea el compromiso que haya contraído. El resultado es que, demasiado a menudo, desde las aulas se transmite el mensaje de que el catalán es una lengua prescindible. Y no sólo porque no se asume la responsabilidad contraída con la lengua declarada, sino también porque se desprecia el trabajo de los compañeros, profesores de catalán y de aula de acogida. O si no, ¿cómo debe entenderse la justificación esgrimida tan a menudo de que lo que se quiere, cuando se hacen las clases en castellano, es favorecer la comunicación y la comprensión? ¿No nos llenamos la boca con el conocimiento paritario de ambas lenguas que tienen los alumnos? Una de dos, o los profesores de lengua catalana no hacen su trabajo, o, si lo hacen, no son tenidos en cuenta.
Y al final, cuando ahora te vienen con el 25%, acabas pensando: 'Sí, por favor, el 25%, pero de verdad.' Que podamos llevar a nuestros hijos a la escuela sabiendo que tendrán un 25% de la enseñanza en una lengua que nos imponen, porque hasta ahora los llevamos ignorando que, con suerte, la lengua vehicular que hemos elegido se utiliza en un 50%.