Cuando viajas
El año pasado decidí en vacaciones ir por Castilla a dar una vuelta por ciudades que no conocía. Me tocó cuenca y Toledo antes de que un infortunado incidente de un familiar cortara el viaje. Este año he estado en Segovia y escribo esto desde el parador de Salamanca. Estoy impresionado, boquiabierto. He visto la cuna de la civilización, la verdadera historia de España. Arquitectura visigoda, románica, árabe, gótica, renacentista, huellas culturales de siglos de historia común. Me ha hecho reflexionar sobre quienes somos en realidad y de donde venimos. Cuando pisas estas ciudades resulta sobrecogedora la sensación de que el mundo se decidía entre sus muros. Imponentes edificaciones, catedrales, murallas, castillos, bibliotecas, universidades, alcázares, monasterios, museos, puentes. Es arrolladora y abrumadora la sensación de trascendencia histórica del conjunto. Notas, si te despojas de fanatismos, que Cataluña fue parte de eso pero no tanto. Es una obviedad, aunque le duela a los que se creen el ombligo del mundo. Fue menos protagonista coetáneo y se ve claro, como también se ve claro que el rastro histórico de lo que se hizo y significó Cataluña es hermano gemelo de lo que hay en esas ciudades. Notas que la cultura en mayúscula bebe de las mismas fuentes, que los origenes de nuestra civilización son idénticas.
Las diferencias entre Cataluña y el resto de España son circunstanciales, son fruto de las distancias geográficas, del aislamiento propio de la época, no de un origen etnico distinto ni de valores ni de principios éticos y morales diferentes. El idioma no es fruto de la voluntad de diferenciarse sino del aislamiento geográfico de las comunidades y de las dificultades de interacción entre ellas. A pesar de algún sujeto que defiende que el catalán estaba antes que el latín en sus territorios es obvia la similitud de sus estructuras gramaticales, es obvio lo emparentados que están los dos idiomas. Cuando veía esas ciudades sentía que yo era hijo de lo que se cocía en esos lugares en épocas pasadas. Soy hijo de los movimientos culturales de esos años, hijo de su pasado, de su arquitectura, de sus tradiciones, de su forma de ver la vida. Me he sentido honrado y orgulloso de que esa historia sea mia también. ¿Quien no puede sentir orgullo de algo tan imponente? De algo tan majestuoso que fue levantado por tus antepasados.
El supremacismo actual del independentismo, esas ansias de agigantar las diferencias, de remarcar lo distinto, me parece, después de vislumbrar lo que hay detrás de España, de un provincianismo insultante propio del que no ha viajado y no sabe de qué está hecho el mundo. El mundo no eres tú y tu terruño, el mundo no eres tú y tus tradiciones locales. El mundo es la suma de la generosidad de tus antepasados, de la riqueza cultural que compartieron y que son la fuente de lo que hoy somos todos. Apelar al catalanismo renunciando a la universalidad y a la monumental trascendencia del españolismo histórico común me parece de una pobreza intelectual propia de la ignorancia más rancia.
Cuando viajas creces, por dentro y por fuera. Y aprendes. Siéntete parte de lo que es el resto de España y verás lo bien que te sienta. Y lo rico que eres.
El año pasado decidí en vacaciones ir por Castilla a dar una vuelta por ciudades que no conocía. Me tocó cuenca y Toledo antes de que un infortunado incidente de un familiar cortara el viaje. Este año he estado en Segovia y escribo esto desde el parador de Salamanca. Estoy impresionado, boquiabierto. He visto la cuna de la civilización, la verdadera historia de España. Arquitectura visigoda, románica, árabe, gótica, renacentista, huellas culturales de siglos de historia común. Me ha hecho reflexionar sobre quienes somos en realidad y de donde venimos. Cuando pisas estas ciudades resulta sobrecogedora la sensación de que el mundo se decidía entre sus muros. Imponentes edificaciones, catedrales, murallas, castillos, bibliotecas, universidades, alcázares, monasterios, museos, puentes. Es arrolladora y abrumadora la sensación de trascendencia histórica del conjunto. Notas, si te despojas de fanatismos, que Cataluña fue parte de eso pero no tanto. Es una obviedad, aunque le duela a los que se creen el ombligo del mundo. Fue menos protagonista coetáneo y se ve claro, como también se ve claro que el rastro histórico de lo que se hizo y significó Cataluña es hermano gemelo de lo que hay en esas ciudades. Notas que la cultura en mayúscula bebe de las mismas fuentes, que los origenes de nuestra civilización son idénticas.
Las diferencias entre Cataluña y el resto de España son circunstanciales, son fruto de las distancias geográficas, del aislamiento propio de la época, no de un origen etnico distinto ni de valores ni de principios éticos y morales diferentes. El idioma no es fruto de la voluntad de diferenciarse sino del aislamiento geográfico de las comunidades y de las dificultades de interacción entre ellas. A pesar de algún sujeto que defiende que el catalán estaba antes que el latín en sus territorios es obvia la similitud de sus estructuras gramaticales, es obvio lo emparentados que están los dos idiomas. Cuando veía esas ciudades sentía que yo era hijo de lo que se cocía en esos lugares en épocas pasadas. Soy hijo de los movimientos culturales de esos años, hijo de su pasado, de su arquitectura, de sus tradiciones, de su forma de ver la vida. Me he sentido honrado y orgulloso de que esa historia sea mia también. ¿Quien no puede sentir orgullo de algo tan imponente? De algo tan majestuoso que fue levantado por tus antepasados.
El supremacismo actual del independentismo, esas ansias de agigantar las diferencias, de remarcar lo distinto, me parece, después de vislumbrar lo que hay detrás de España, de un provincianismo insultante propio del que no ha viajado y no sabe de qué está hecho el mundo. El mundo no eres tú y tu terruño, el mundo no eres tú y tus tradiciones locales. El mundo es la suma de la generosidad de tus antepasados, de la riqueza cultural que compartieron y que son la fuente de lo que hoy somos todos. Apelar al catalanismo renunciando a la universalidad y a la monumental trascendencia del españolismo histórico común me parece de una pobreza intelectual propia de la ignorancia más rancia.
Cuando viajas creces, por dentro y por fuera. Y aprendes. Siéntete parte de lo que es el resto de España y verás lo bien que te sienta. Y lo rico que eres.
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