La derrota del 1-O
Voy a decir una cosa: el referéndum del 1-O no fue una victoria, fue una derrota.
Incluso a pesar de la insistencia de TV3 en dorar la píldora.
Sí, hubo cargas policiales. Desmesuradas. Un error -otro más- de los múltiples errores del Estado con el proceso.
Pero el independentismo debería hacer una reflexión: ¿cómo es posible que incluso a pesar de esas imágenes que dieron la vuelta al mundo nadie ha prestado apoyo a la causa en el exterior?
A excepción de un diputado lapón, Pamela Anderson, Yoko Ono y alguno más.
Porque el referéndum fue una derrota.
No es un "punto de inflexión histórico” como ha dicho Puigdemont en twitter.
Ni la “jornada fundacional” de la futura República catalana según Torra durante el acto en Palau en conmemoración del 1-0.
Ambos deberían ser conscientes de que incluso aunque participó mucha gente -unos dos millones de catalanes- no fueron todos los catalanes.
No serlo nos lleva, inevitablemente, al conflicto civill. Incluso a la violencia entre nosotros.
¿Pero por qué digo que fue una derrota?
Muy sencillo: ¿Qué resultados tangibles se han conseguido?
Nada.
Medio gobierno en prisión.
Y el otro medio, huido.
En política hay que valorar a los dirigentes por los objetivos alcanzados.
Y Catalunya ¿está ahora más cerca o más lejos de la independencia?
A todas luces más lejos.
El Estado estará ahora siempre avizor. No dejará pasar ni una.
Por otra parte, ¿los catalanes estamos mejor o peor que en el 2017?
Peor, sin duda.
No entro ya en las consecuencias del proceso: inestabilidad política, inseguridad, incertidumbre económica, incerteza institucional.
Lo digo también por el cabreo, la tensión, la mala leche. A veces se respira por la calle. O en los platós de TV3.
Una sociedad dividida.
Casi la mitad de los catalanes quieren dejar de ser españoles. Les han dicho que estaba
a tocar.
La otra mitad no quiere dejar de serlo. Ahora menos que nunca.
Por eso, vendan como lo vendan en la cadena pública, el referéndum no fue una victoria, fue una derrota.
El mariscal alemán Erich Von Manstein -uno de los más brillantes de la II Guerra Mundial- bautizó posteriormente sus memorias como “Victorias frustradas”.
Sin ánimo de comparar, desde luego, por ahí va la cosa: ganó grandes batallas pero su querida Alemania acabó perdiendo la guerra. No sirvieron de nada.
Por eso, Catalunya no puede ir de derrota en derrota.
Es cierto que, en un conflicto político, no se avanza a la primera.
La política son también estira y aflojas. Incluso derrotas. A veces parlamentarias o electorales.
¿Pero de qué han servido todas las gestas gloriosas del catalanismo?
El Memorial de Greuges (1885)
La Solidaritat Catalana (1906)
La proclamación del Estado catalán por Companys (1934)
La República Catalana de los ocho segundos (2017)
Bueno, sí: la unidad de Solidaritat Catalana duró apenas unos meses. La coalición fue fundamental en el surgimiento y posterior éxito electoral de Alejandro Lerroux en Catalunya. Como Ciudadanos con el proceso.
Por eso, los catalanes vamos de derrota en derrota.
Tanto que ahora incluso
venden que 1714 no fue una derrota.
“La Diada Nacional de Catalunya no conmemora ninguna derrota”, dijo Torra nada más empezar su mensaje institucional del Once de Septiembre.
Porque confía que, a la larga, Catalunya sea independiente.
Entonces, la derrota de 1714 será una anécdota, una etapa más en la larga marcha hacia la independencia.
Están reescribiendo hasta la historia.
Pero no vamos hacia la independencia, vamos hacia el desastre. Si me permiten: hacia el
puto desastre. Todavía más.
XAVIER RIUS
La derrota del 1-O