Acuse de recibo (si puede ser)
A quienes corresponda, una petición, ni tan solo un consejo, que no me atrevo a darlos: no lo empeoren, no es necesario. A día de hoy, con la inercia de todo lo hecho, dicho y publicado, es previsible que la distancia entre la mayoría absoluta de los catalanes y el Estado, sus medios y sus poderes sea ya insalvable. No sigan estropeando una relación que todavía puede ser protocolaria. Es poco, pero dudo que se pueda ir más allá.
Escribir esto no es agradable y creo que tampoco leerlo pero no queda otra, no se quejen de que ningún puente se tenga en pie, los han hundido todos y puede que estén haciendo innavegable el río. Hace años que el tono y el contenido de declaraciones, actos y editoriales son insoportables. La narración y explicación de lo que ha sucedido y sigue sucediendo en Cataluña ha sido tan sesgada que podemos decir que es falsa, hiriente y malintencionadamente falsa.
La distancia pasó de ser enorme a insalvable cuando escritores, periodistas e intelectuales que podían hacer las funciones de puente se sumaron a quienes jamás dijeron necesitarlos. Fue el día que los ciudadanos comprobaron que sus escritores y los medios que también consideraban propios daban por buena la definición del totalitarismo ambiental, de la enfermedad mental del nacionalismo, del virus del independentismo. Han pasado cuatro años y no han sido capaces de articular una respuesta digna de tal nombre.
No, eso no sucede a la inversa, la desproporción de poder y de representación es tan grande que la comparación no se sostiene, dejen esa discusión, que no les ha hecho ningún favor. Tienen altavoces tan potentes que solo se escuchan a sí mismos. Pero es que eso ya no sirve y cuando la idea es consistente, y no hay nada más consistente que votar, la idea encuentra su camino. Algún día se estudiará la relación entre las redes sociales y la eclosión definitiva del movimiento independentista.
Por primera vez la gente se ha reconocido, aunque sea a través de las pantallas. Para los medios, jamás existieron y cuando han empezado a existir han encontrado en ellos una imagen que se han encargado de deformar. ¿Cómo quieren que la gente no se reconozca como semejante y no cree vínculos de solidaridad cuando se les llama nazis? ¿Cómo, si han respondido a manifestaciones pacíficas y cívicas con sarcasmo en el mejor de los casos o con comparaciones con el fascismo en el más habitual? Que la violencia puede ser también descriptiva es algo que se aprende rápido, cuando lo describen a uno.
La petición no es que defiendan a nadie, ni tan solo que digan que no han dicho lo que sí que han escrito. De hecho, la petición que encabeza este artículo ya ni siquiera está en la agenda de tanta gente que ha desconectado. Es más sencillo: se trata de reconocer que fue un error destrozar el estatuto, que se equivocaron despreciando los movimientos posteriores y, finalmente, que ha sido injusto calificar de desafío y órdago una consulta sin valor referendario, propuesta de manera pacífica, acordada y legal.
A fuerza de negar la posibilidad, la han descrito y materializado y han hecho lo mismo con la ficción nacional, identitaria, económica e incluso afectiva. Las ficciones son comunes, y tan mítica es la Cataluña de hace mil años como la España de hace trescientos o dos mil. No les cuento la ficción económica porque ahí tienen la historia reciente. Pero sucede que algunas ficciones se respetan, sobre todo aquellas que sirven para crear una cierta diplomacia de la vida.
Unos respetamos que se creyeran que España era el país del siglo XX que decía ser y, ya puestos, incluso la ficción democrática española. Es lo que tiene respetar afectos, creencias y sentimientos que, si tienen legitimidad en un lado, también deberían tenerla en el otro.
Muhammad Alí lo definió con claridad cuando le preguntaron por qué no quería ir a Vietnam: “Ningún vietnamita me ha llamado negro”. Cierto, algunos convergentes me han llamado pobre y se cabrean cuando fabulo sobre Millet o tabúes como Caixa Girona. Es verdad, un segundón de ERC pisotéo tres de mis libros en público y puede que en la CUP se califique alguno de mis artículos como neoliberal. Y algo habrán dicho en ICV sobre lo que he escrito de la desalinizadora y la deuda del ACA, yo qué sé. Con todo, no pasa de la zancadilla y del barro, fútbol es fútbol, que dicen. Pero, saben qué, ninguno de ellos me ha llamado totalitario, ni xenófobo, ni paniaguado, ni profesor adoctrinador, ni ETA, ni me han ridiculizado por ir a una manifestación. Es comprensible, lo que me acerca a ellos es que jamás me han llamado nazi.
A quien corresponda: el daño está hecho, no lo empeoren. Se les acaban los adjetivos y sus sinónimos. La distancia a la que han situado a la mayor parte de Cataluña, se vote o no se vote dentro de un mes, hace inconcebible que haya camino de vuelta. Llegados a este punto puede incluso que la independencia sea, además de inevitable, también para ustedes, a quien corresponda, el mejor de los escenarios.