Respuesta: La metastasis financiera: camino a la perdicion
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Nuestros héroes sindicalistas
Hermann Tertsch
RESULTA siempre un poco curioso ver como algunos tienen que hacer triples saltos mortales para disculpar u ocultar sus mentiras, tergiversaciones y formas torticeras de exposición. Emocionados estamos muchos con el hecho de que la huelga de funcionarios sólo la hayan seguido aquellos que no la pagan. Los liberados sindicales. Esos héroes de nuestro tiempo más mediocre. Esos monstruos de la lucha obrera que saben que siempre van a cobrar y comer. Esas figuras siniestras que intimidan en las empresas públicas a los trabajadores auténticos. Y que hace tiempo que en las privadas no se les hace mínimo ni maldito caso, cuando no se ha decidido, con muy buen criterio, su desaparición. Por inútiles, inválidos y contraproducentes. Y por la amenaza que siempre suponen para la libertad del trabajador independiente, libre y comprometido con un proyecto de empresa.
Nuestros sindicatos libres, que en su día fueron dirigidos por gente digna, que realmente se jugaban libertad y hacienda en la última fase de la dictadura, hoy son muy parecidos a aquellos sindicatos de estibadores del Chicago de los años veinte. O a los verticales del franquismo que con tanto éxito infiltraron. Muchachotes pagados, viejetes enfadados y nostálgicos de la Unión Soviética y mujeres dedicadas a gritar, también por supuesto subvencionadas y educadas en el odio. Para que digan que no sabemos bucear en la historia. Y encima jaleando lemas muy vulgares y tristes y encabezados por esos dirigentes ignaros y alguno que nos recuerda realmente lo que es el espíritu de Atapuerca. Es decir, unos renovadores puros para una sociedad moderna con propuestas valientes de renovación.
Encima no tienen unos personajes que los cubran y den lustre como en su día hacía Al Capone, Dios le tenga en la gloria a este ilustre pecador. No tienen a nadie que pudiera darles auténtico glamour de liberadores de la clase obrera. Porque los líderes sindicales no dan sólo lástima sino pura compasión cuando demuestran el grado de articulación de su pensamiento. Compasión o, siendo generosos, podríamos decir que piedad.
Pero hay que recordar también, sin abusar de la virtud cristiana, que viven mucho mejor que todos aquellos a los que torticeramente dicen representar. No los financia la mafia, cierto. Pero sí el Gobierno y muy bien. Comprenderán que esto quita mucho brillo y esplendor a la lucha heroica de todos los pesebristas supuestamente obreros y que no salen de los despachos de los líderes de unos sindicatos que representan poco menos que a nadie de esta clase trabajadora, salvo a sí mismos, a sus liberados y a sus protegidos. Y a quienes se encargan de pasarles la parte del erario público que todos nosotros les pagamos con una religiosidad que ellos no suelen compartir.
En fin, el ridículo de la huelga de funcionarios está hecho y muchos estarán encantados. La huelguita ha parido un par de sentencias o juicios. Unos dicen que el ridículo fue estupendo. Siempre hay gente así. Dicen que todo fue un éxito. Allá ellos. Otros saben que el Gobierno ha recibido un gran favor con la impotencia de esas tristes y sectarias organizaciones, porque podrá cumplir lo que desde fuera de nuestro país se le impone porque toda Europa, Estados Unidos y hasta China son conscientes del peligro que supone este Gobierno insensato.
De momento sabemos ya que los sindicatos paniaguados del Gobierno no sirven para nada. Ni siquiera cuando fingen rebelión contra la mano que los alimenta. Pero además sabemos que la inmensa mayoría de los españoles, que desprecia a organizaciones que existen para que unos personajes perfectamente prescindibles coman, no tienen compasión con la mamandurria. Buena suerte a todos los Méndez, Toxo y compañía. Tendrán entusiastas que quieran pegar a quienes les dicen verdades. Cada vez más, se supone. Pero su ridículo mendaz, su nula representatividad y su retórica grotesca y zafia ya no tiene un pase. Y se ha visto.