Ellos eran los profesionales. Y se les suponía un rigor jurídico a resguardo de las tertulias de cafetería, pero
la Infanta se le ha ido viva a Castro y Urdangarin se le ha ido vivo a Horrach, no ya porque la condena aplicada al balonmanista es tres veces inferior a la que solicitaba el fiscal o porque las juezas han desestimado la oportunidad de la fianza, sino además porque han quedado en libertad diez de los 17 acusados que el ministerio público consideraba responsables inequívocos de la trama de corrupción.