Dos autores tan diferentes como Ignacio F. Iquino y Eloy de la Iglesia fueron precursores en el cine español en el retrato de la juventud que, sin ira o sin ella, concentraba todas sus energías, anhelos y esperanzas en la noche: la noche que cobija no solo los cuerpos de los protagonistas, sino también las mentes de estos futuros perdedores, ganadores, cracks o bluffs de la sociedad adulta. A lo largo de una noche, sobre todo si ésta va seguida de un after, se pueden decir más cosas y más profundas que en varios años de vida. Como dice el mítico Dinio, la noche confunde, y metidos en la confusión, qué mejor que atreverse a desarrollar parte de esa personalidad escondida que la luz del Sol quemaría.
Vaya esta introducción para situar la nueva película de Menkes y Albacete dentro de nuestra industria y dentro de la misma filmografía de sus directores. Ya han pasado unos cuantos años desde su debut, y como ya les ha pasado a Félix Sabroso y Dunia Ayaso y su 'Los Años Desnudos. Clasificada S', a este ex trío (con Miguel Bardem) reconvertido en dúo les ha tocado la hora de la reflexión. Y no es que hayan convertido su nueva película en una versión extasiada de 'Gritos y susurros' o en una adaptación a ritmo de bakalao (en el caso de que la música que retumba en las orejas de Maxi Iglesias y compañía aún conserve esta vieja denominación) de 'La Dolce Vita'. No. Dentro de sus parámetros (comerciales, para empezar), 'Mentiras y gordas' es una sorprendentemente madura, agria y poco complaciente incursión en la vida de las marionetas de la pista, los lavabos, los cuartos oscuros y la zona de trapicheos de las discotecas. Marionetas que, pronto lo descubriremos, apenas han alcanzado la mayoría de edad, o están a punto de hacerlo, y ya piensan, desesperados, que no hay futuro.
En los personajes de la película, claro, hay diferentes niveles de desesperación, e incluso hay una autoinmolación prematura que servirá al resto para, quizá, seguir en sus trece o cambiar el rumbo. O modificarlo un poco. Antes, el film ha combinado las consabidas escenas de ruido atronador con otras en las que, desaparecida la banda sonora, los protagonistas se dedican al noble y doloroso arte de la conversación, conversaciones en las que, en varios y celebrados arranques de sinceridad, cuestionarán si van por el camino adecuado o no; si quieren seguir los pasos de sus derrotados progenitores, o si el mundo los está esperando con los brazos abiertos o, todo lo contrario, con la más triste de las indiferencias.
Porque triste es 'Mentiras y gordas', aunque, sí, nos riamos un montón con Alejo Sauras y Miriam Giovanelli y sus peripecias etílico-sexuales. Aquí los que cortan el bakalao son las parejas formadas por Mario Casas y Yon González, Duna Jové y Ana Polvorosa, y Maxi Iglesias y Marieta Orozco, esta última en una estupenda interpretación que recuerda a Isabelle Huppert. Seguramente no es la película que esperaban los fans de las series que han hecho populares a sus protagonistas, y eso irá en contra de su taquilla. Pero eso que ganarán los partidarios de la teoría de que no hay personajes o situaciones superficiales sino cineastas incapaces de sacarle punta. Lean las críticas sobre 'Mentiras y gordas', las favorables y las contrarias, porque aquí hay un debate. Y debatir equivale a pensar.