Pues un poco como “Balada triste de trompeta”, lo último que había visto de Alex. Antología con los mismos temas de siempre, la fama, los egos, las puñaladas traperas, el mundo del espectáculo visto desde un prisma cabrón y despiadado, mas la sátira social y política actual, con menciones a la crisis, la corrupción, incluso el terrorismo, así como el esperpento ibérico elevado a iconismo pop que es marca de la casa. El contraste entre el famoseo de medio pelo (lo de Mario Casas y las chonis) y los artistas veteranos que son admirados desde su atalaya, como ese pedazo de Raphael convertido en villano lucasiano, es muy gracioso. Y en medio del percal, una comedia romántica con Pepón Nieto que tal vez sea lo más convencional. Como puede verse, todo muy disperso y heterogénero, más parece que la propia película asume, desde la propia idea de partida, una condición de espectáculo desfasado, disparando a lo loco, más que apuntando a un banco, a una intención concreta.
Y como tal, la cosa deviene en un cachondeo padre, que logra seducir a golpe de carisma actoral; las interpretaciones, las caracterizaciones de todo el reparto, son lo mejor de la función. Como se ha dicho, De la Iglesia puede ser visto como un discípulo de Berlanga, el mismo tipo de cineasta que prefiere moverse más por instinto y por afán de tocar las narices que por una enorme convicción en el arte y en la técnica. Aquí, sin embargo, vuelve a notarse que no controla lo que tiene entre manos, que el desfase va apoderándose de todo y no en el buen sentido; todo ocurre de manera precipitada y sin pausa, en un corta-y-pega de situaciones que funciona más por exceso que por verdadera sabiduría narrativa.
El bueno de Alex de Iglesia ha juntado una gala de “Noche de fiesta” con un Ángel exterminador navideño, y le ha salido una cosa muy suya, tanto con lo bueno como con lo menos bueno de su cine.