La oligarquía catalana y la traición en Iberia (y 4)
20.01.2014
Este cuarto y último artículo sobre la oligarquía catalana contra España lo inicio con profunda indignación ante lo sucedido en el viaje de Mariano Rajoy a Washington, donde, después de dos años de espera, Barack Obama decidió recibirle. Una demora que la Casa Blanca sólo aplica a los gobernantes de tercera clase. Rajoy fue acompañado de una caterva de empresarios catalanes. Todos los grandes no catalanes Botín, Alierta, Roig, Isla, González o Villar Mir declinaron la invitación.
El grupo de oligarcas catalanes, que sigue creciendo en época de crisis gracias a las subvenciones estatales (1) y a costa de expoliar a los consumidores, no ha parado de insistir a Rajoy durante el viaje para que resuelva el problema catalán que ellos han inventado y alimentado, con un pacto bilateral Cataluña–España, ¡como si Cataluña fuera un Estado soberano, algo que no ha sido jamás! Aunque lo que quieren no es independencia, sino convertir a España en una colonia. Y Rajoy, como esencia de la cobardía y la traición, en lugar de prohibirles que le hablen de política y que dejen de apoyar el separatismo, les escuchó y dijo que en la Constitución caben todos, incluso si niegan la existencia de España como unidad política.
Hoy no se trata de la apropiación gratis de empresas o entidades financieras, que también, sino del desmantelamiento de las comunicaciones aéreas internacionales de España y, particularmente, las de Latinoamérica
Mientras tanto, el Parlamento catalán acuerda pedir al Parlamento español que le conceda la facultad de destruir España y Rajoy, en lugar de aplicar el artículo 155 como es su obligación constitucional, les entrega 7.000 millones para que puedan seguir financiando la secesión. Es casi lo único que les queda; la semana que viene Volskwagen anunciará que no construirá ya el todoterreno previsto para la planta Martotell, sino que lo hará en Chequia. Y todas las multinacionales tienen planes de evacuación. Si Rajoy les ha permitido incumplir la Constitución y aplastar a los no nacionalistas, ¿qué puede hacer pensar que este nuevo obispo Oppas no tenderá una alfombra roja a la secesión catalana?
La calidad española de esta oligarquía catalana se ha puesto una vez más de manifiesto en el desmantelamiento de Iberia y el aislamiento aéreo de España.
Un plan diabólico
Hoy no se trata de la apropiación gratis de empresas o entidades financieras, que también, sino del desmantelamiento de las comunicaciones aéreas internacionales de España y, particularmente, las de Latinoamérica. Así como del aislamiento de Madrid/Barajas del mundo y de Europa a favor de Heathrow y de El Prat, por la colusión de intereses entre la oligarquía catalana y los británicos, un plan auténticamente diabólico, bendecido por un presidente, Rajoy, que ha incurrido en un presunto delito de lesa patria, es de decir, no sólo de alta traición, sino también de felonía, opinión que no es la de un jurista, sino la de alguien preocupado por la ruina de la España que legaremos a nuestros hijos y nietos.
La diferencia esencial entre España y los demás países europeos estriba en la lengua y la cultura española, que comparten 500 millones de personas en el mundo, 750 si incluimos el portugués, un país con el que España debería buscar una estructura única de carácter federal. Idioma y cultura comunes son hechos diferenciales que suponen una ventaja política y económica colosal. Pues bien, de la misma forma que la derrota de Trafalgar en octubre de 1805, cuando España perdió el dominio de los mares para siempre, lo que afectó gravemente a nuestro comercio con Latinoamérica, el desmantelamiento de Iberia y el aislamiento de Barajas es el equivalente moderno de una segunda derrota de Trafalgar, donde esta vez lo que se pierde es el dominio del aire. Las líneas maestras de este plan diabólico fueron:
Siendo ministro de Industria el catalán José Piqué –y su director general de Industria Pau Guardans Cambó (nieto de Cambó), de quien dependía el transporte aéreo– abrió el melón pactando una entrevista con La Vanguardia a cuatro columnas y en primera página, en la que afirmaba que Iberia debía ser fusionada (absorbida) por British Airways. Paralelamente, se inicia una campaña, encabezada también por La Vanguardia, cuyo propietario es el Conde de Godó, vicepresidente de La Caixa, a favor de que El Prat se privatice y quede en manos de Abertis (La Caixa).
La Generalitat impulsó una línea low cost centrada en Cataluña, para lo que presionó a la oligarquía local a que participara y financiara el proyecto. Vueling, la sociedad resultante, con el apoyo del Gobierno y con Piqué como presidente, empezó un desarrollo disparatado comprando hasta 26 aviones, todos basados en El Prat. Esto le provocó pérdidas espectaculares y una situación financiera insostenible. Increíblemente, en lugar de dejarla quebrar, Iberia, presionada por la oligarquía catalana, aceptó su fusión con Clickair, controlada por ella. No menos increíble es que IAG, la empresa derivada de la fusión British-Iberia, hiciera una generosa OPA por Vueling, lo que permitió a la oligarquía catalana forrarse y no perder hasta la camisa.
Simultáneamente, se implementó la fusión British-Iberia, que llevó al desmantelamiento de la segunda y al aislamiento aéreo de España.
La oligarquía catalana puso en marcha el proceso y recibió los beneficios, pero no es la única culpable. Hay otros actores en la tragedia.
La desmesurada ambición de los dirigentes y los accionistas de referencia de Iberia, apátridas sin limitación moral para vender a trozos su propio país, ha marcado los hitos vergonzosos de esta perfidia nacional. Especialmente Antonio Vázquez o '007 al servicio de su Majestad'. En Trafalgar se combatió con coraje y honor. En el nuevo Trafalgar aéreo hemos sido víctimas de la avaricia y el deshonor.
El egoísmo corporativo y la ceguera estratégica de los pilotos, una élite de 1.500 empleados sobre un total de 25.000 trabajadores, que estaban entre los que más cobraban y menos horas trabajaban. El ínclito Rajoy, sin un mínimo sentimiento de apego a su nación y con absoluta ignorancia de las consecuencias inmediatas de su insensatez, después de nacionalizar Bankia –convirtiendo así al Estado español con un 15% de participación en el primer accionista de la sociedad fusionada–, en lugar de hacerse con el control de IAG, a lo que estaba obligado, vendió la participación de control del Estado español, regalando la posición dominante de España en las conexiones aéreas con Latinoamérica a la compañía inglesa, ya que es en Londres donde se decide hoy lo que hasta esa traición se decidía en Madrid.
La segunda derrota de Trafalgar
Antonio Vázquez, el hombre que había desmantelado Tabacalera, una empresa española mítica, creada nada menos que en 1636, entregando la industria del tabaco español y francés a la británica Imperial Tobacco, preparó para Iberia el mismo proceso de desmantelamiento, a través de una fusión-trampa. Su mano derecha y consejero delegado ha tenido que dimitir por lo que en Fomento denominan eufemísticamente “déficit de gestión”. Sin embargo, Vázquez, responsable de ello, ha sido nombrado presidente no ejecutivo –solo está para cobrar– de IAG. Estos son los hechos:
Se realiza la fusión entre una empresa quebrada, British, e Iberia. British Airways estaba quebrada, porque además de estar en pérdidas operativas sufría un déficit en su Fondo de Pensiones de 3.700 millones de libras, equivalente a unos 5.000 millones de euros, cifra que doblaba su capitalización bursátil. Además, las previsiones en su Memoria Anual de 2011 eran de pérdidas, aún mayores las de 2012 y 2013. Por su parte, Iberia llevaba 12 años en beneficios hasta que llegó Antonio Vázquez, tenía una caja acumulada de 2.200 millones de euros y un potencial enorme de crecimiento en su tráfico con Latinoamérica.
Se la denomina una “fusión entre iguales”, cuando no lo eran. Se adjudica a los accionistas de Iberia el 45% de la nueva sociedad y el 55% a British. ¿Cómo rayos se hizo esta increíble valoración? Las acciones de Iberia se valoraron a 2 euros frente a los 3,6 que había ofrecido en 2007 el fondo americano TPG. Iberia en 2011 valía mucho más.
Pero lo peor estaba por llegar. Primero, el regulador de pensiones británico obliga a Iberia y a IAG a financiar el déficit de pensiones de British. Segundo, el verdadero gestor de la empresa fusionada IAG, el CEO de British, Willie Walsh, un auténtico matón del East End en su comportamiento (2), empieza de inmediato el desmantelamiento sistemático de Iberia.
El resultado es pavoroso. Iberia despide a 4.500 empleados, British contrata a 2.000. Iberia pierde un tercio de sus aviones, IAG compra 42 de larga distancia y ¡120 para Vueling! Y mientras, se dejan caer de viejos a los de Iberia. El dinero en caja se ha “evaporado”. De 700 vuelos diarios se ha pasado a 100, y los vuelos nacionales y europeos los han transferido a Vueling.
Han eliminado las rutas de Madrid a Johanesburgo, Washington, Boston, Recife, La Habana, Santo Domingo, Montevideo, Puerto Rico, Berlín, Ámsterdam, Estocolmo, Atenas, El Cairo y Estambul. Y nos han “concedido” Madrid, Luanda, Accra y Noukchott. Iberia sólo vuela a Londres, Vueling a Londres, Cardiff y Edimburgo. La política de British, además, es ofrecer siempre precios más bajos que Iberia, al menos hasta que la destruya.
Y esto es sólo el principio, porque lo verdaderamente aterrador es que British compra las joyas de la larga distancia, A380, A350 y B787, y Vueling los A320 de nueva generación, cuyo consumo de combustible es muy inferior a los “viejos” aviones de Iberia, ¡y luego dicen que Iberia no es competitiva! Esto es pura y simplemente el final de Iberia y el aislamiento de España de Latinoamérica y el resto de sus conexiones intercontinentales, así como Madrid de Europa, cuyos enlaces pasan a Barcelona con Vueling.
¿Y qué puede hacer el Gobierno? Lo puede todo. Primero, activar las salvaguardas que blindaban a Iberia hasta 2016 y que los ingleses han destruido
¿Y qué puede hacer el Gobierno? Lo puede todo. Primero, activar las salvaguardas que blindaban a Iberia hasta 2016 y que los ingleses han destruido. Segundo, anular la fusión aunque cueste dinero. Tercero, abrir una investigación por la CNMV y la Fiscalía Anticorrupción de todo el proceso de la fusión, especialmente por quién y por qué se tomaron esas decisiones tan nefastas para los intereses de España. Cuarto, ordenar a la Agencia Tributaria que investigue todo el tráfico de dinero inherente a esta operación y la variación de los patrimonios de los agentes de esta perfidia, tanto dentro como fuera de España , y en particular en las islas británicas del Canal, en las British Virgin Islands y en las Bahamas.
Una vez rota la fusión, el Gobierno debe tocar a rebato e implicar a los grandes empresarios españoles y especializar a Iberia en los recorridos de larga distancia, que son los trayectos más rentables y políticamente más ventajosos, adquiriendo los nuevos A-380, A-350 y B78, y dejar que Vueling se arruine en Europa compitiendo con Ryannair, Easy Jet y demás hermanos mártires, que la enterrarán, ofreciendo a estas aerolíneas low cost Barajas como hub principal.
Pero todo esto estando Rajoy de presidente es un cuento de hadas: ni siquiera alcanza la talla moral del almirante Villeneuve, quien sintiéndose culpable de la derrota en Trafalgar prefirió quitarse la vida antes que seguir viviendo sin dignidad.
(1) 15.000 millones de euros ha costado la entrega de la CAM a Sabadell.
(2) En un consejo de administración de IAG en Madrid, un consejero español preguntó tímidamente y sin ofender por qué se estaban eliminando o recortando las líneas servidas por Iberia. El CEO de IAG, Willie Walsh, cual matón del East End, respondió airadamente: “Usted cállese, que no sabe nada de esto, ¿es que acaso pone en duda mi capacidad de gestión?”. El tema fue tan brutal que Alierta tuvo que pedir a Walsh que se disculpara.