La críticas no son para el verano, porque a pesar del sindiós de párrafos me he dejado cosas como Andrea Riseborough, que está fantástica como siempre.
No os recomiendo leerla, igual que no voy a perder más tiempo discutiéndola, que me ha gustado pero no tanto.
“Oblivion” (2013), de Joseph Kosinski
Con las cascadas de mierda que salen de los estudios de Hollywood para invadir las salas no estoy para desechar a la ligera una película que no me hace torcer el gesto continuamente. Así que aunque “Oblivion” no sea original ni llegue lejos, voy a defenderla.
Unos dicen que es un refrito. Y es cierto, como casi toda la ciencia ficción que consigue hacerse con un gran presupuesto en Hollywood. Sin embargo creo que la película, a pesar de su avance reposado y cierta frialdad con los personajes, se muestra bastante sencilla a la hora de no proclamarse nada del otro mundo, tirando más de la experiencia visual y sonora para ofrecer un atractivo espectáculo veraniego con algo más, pero en ningún caso una propuesta rompedora en el género. Al menos eso cabe imaginar dado el nivel de desarrollo en guión de la idea central sobre la memoria, con el énfasis justo por parte del director.
Algunos dicen que es previsible. Será que yo soy muy corto, pero sin haber visto trailers de previsible tiene que Morgan Freeman tiene que estar relacionado con los “malos” porque pasa mucho tiempo y no aparece, cosa que no es así del todo, y que Tom Cruise sobrevive, y ni siquiera eso es así del todo.
Porque otros dicen que tiene demasiados giros, siendo ese el principal. A mí no me parece que guardarse las cartas para destaparlas cuando toque y sin platillos sonando tenga que ver con la churrería de giros que tanto parecemos odiar todos. El hecho de que Olga Kurylenko sea la mujer de Tom Cruise no es un giro cuando se dan pistas desde el minuto uno. Que los malos sean los buenos tampoco es un giro por la escuadra cuando se ficha a esa insoportable Melissa Leo para hacer de único rostro humano de los buenos además del triángulo protagonista. Que Tom Cruise y Andrea Riseborough sean clones es el único giro (si es que “giro” es la palabra) y está perfectamente acolchado tras desvelar la casi certeza de que los buenos son los malos, además de que es la idea central de la película y tiene venia para utilizar un giro.
Y otros dicen que es un blockbuster más. Hay cosas que no va a cambiar en el Hollywood actual (y menos en el pozo de cafres que es Universal) un director con su segunda película, y son la pesadilla de dejar todo claro (esa vomitona inicial); las escenas de amor y ñoñerío bien recalcadas (esos insistentes flashes en blanco y negro, esa maldita niña al final); o las escenas de acción que accionan por accionar (ese ataque a la base rebelde…con más drones). Y sin embargo, todas esos momentos que en otros títulos me irritan, aquí entran mejor por estar ejecutados con mejor gusto o por incluir elementos de interés. La siempre torpe explicación inicial tiene al menos una escritura no-mala y una voz en off de Tom Cruise que no provoca rechazo con las potentes imágenes que sirven de introducción al mundo desolado y al trabajo de la pareja. (Nada que ver por ejemplo con la misma introducción de su película gemela “After Earth”, un despropósito por las prisas con las que seguramente fue concebida). La secuencia de acción mencionada no está mal dirigida y cumple bien sin más.
Hay tres cosas por las que positivamente me gusta “Oblivion”: por el acabado técnico, por la seguridad de su narración, y por el tratamiento sin ínfulas de la idea de la relación entre memoria e identidad.
El trabajo de Kosinski con sus colaboradores, especialmente en diseño de producción y efectos visuales, vuelve a ser superlativo, con una Tierra devastada por la guerra que se muestra en bellos y variados escenarios, desde ese peculiar paisaje islandés ya reconocible por muchos espectadores, hasta desiertos, parajes helados o el oasis idílico de la cabaña en el bosque, todos ellos con un mayor o menor trabajo de infografía impecable que se extiende igualmente a las secuencias de acción. También el sonido es fantástico, si bien no por ideas que eleven el lenguaje, sí por un gusto en no excederse y por ofrecer una galería de efectos atractivos y perfectamente coherentes con el resto de diseños. La banda sonora no es extraordinaria, pero también ambienta y apoya sin molestar, y la fotografía de Claudio Miranda (y/o de la gente de efectos) lleva al mandatorio formato digital la gelidez del mundo dominado por el ente kubrickiano con una delicadeza extrema no ya en la integración de efectos, sino en la belleza de la luz de algunos momentos, como aquel en que Cruise 49 se despide de Kurylenko en la cápsula, última vez que la verá con vida.
La narración es de una precisión insólita en el blockbuster actual, “arriesgando” con un arranque calmado que sin embargo está perfectamente ensamblado dentro de la estructura. Es discutible si era necesario invertir tanto tiempo en la presentación de los personajes principales en lugar de profundizar en la relación entre ellos, en la historia de los humanos o de los aliens, pero en el primer caso está justificado por la limitación de memoria de la pareja de operarios, y en los demás pueden no ser necesarios trasfondos accesorios al tema central, dejando al espectador la tarea de rellenar los huecos de la misma manera que debe hacerlo el protagonista. No conozco el guión, por lo que solo puedo apreciar que si el enfoque era este, el montaje se ajusta muy bien al mismo.
El tema central de la película tiene su mayor exposición en la escena de la cabaña con Cruise y Kurylenko y “A Whiter Shade of Pale” de fondo. Es el corazón de la película, y una escena tan simple (y poco memorable) como hermosa, el primer momento en que me creo algo de esa historia de amor entre una mujer que debe conformarse con una copia perfecta de su pareja, y un hombre que conoce de toda la vida y con todo detalle a alguien con quien no ha pasado más que unos días. Es un tema fantástico a tratar, la idea de que una persona es sus recuerdos y no sus experiencias, y lo escurridizas que se vuelven las certezas de vivir y de amar cuando los recuerdos se saben cambiantes. El reverso de esta escena pre-concepción de la dichosa hija es la escena final del “reencuentro”, donde es gracias a la niña que Kurylenko acepta de nuevo acoger a ese nuevo extraño como su marido. A mí me hubiese gustado que no hubiese niña/palanca de guión y que el drama de haber visto perder a la primera copia de su amado le hiciese dudar y luchar contra ese acechante final feliz y ese deseo de tener la polla de Jack Harper en casa, pero el protagonista de esta película es Tom Cruise.
Seguramente habré puesto más de lo debido como espectador, porque reconozco que algunas justificaciones que hago se pueden coger con pinzas o no tienen sentido si se aplican a la mayoría de películas, y porque también echo de menos mayor hondura en el tratamiento del tema y de los personajes, pero me ha parecido un blockbuster de un solo uso bastante majo.