No comparto el entusiasmo de muchos de mis colegas respecto a
DRIVE, la película que consagró al danés Winding Refn. No me parece mala, pero creo que es más estilo que otra cosa. Así que no compartía la enorme expectativa que se sentía en la Sala Lumiere cuando comenzó
ONLY GOD FORGIVES. Y tampoco sentiré la decepción que algunos de los fans de aquel filme deben haber sentido al ver que la película no sólo no era
DRIVE 2, sino que ni siquiera era una buena película, aunque algunos muy fieles insisten que lo es.
Es que si
DRIVE era estilo sobre sustancia, aquí el estilo se multiplicó y la sustancia casi desapareció. El problema con realizadores como Winding Refn, para mí, es que es de los que creen que cualquier cosa que hagan será interesante, básicamente, porque la hacen ellos. Entonces, si se les ocurre que la mejor manera de contar la historia de un norteamericano enfrentado a una violenta situación en Tailandia implica, por ejemplo, hacer caminar a ese americano durante dos horas por pasillos lúgubres mirando con cara de nada a ninguna parte, eso será grandioso, bueno, porque sí. Porque son ellos los que lo hacen y ellos son talentosos, y dos más dos deberían ser cuatro…
ONLY GOD FORGIVES cree ser mucho más interesante de lo que es y ése es uno de sus grandes pecados. Es pomposa, soberbia, grandilocuente en su minimalismo, como si bajaran los Dioses de algún lugar con las Tablas de la Ley del Cine de Revancha a explicárselas a los mortales. “Y entonces Ryan Gosling dijo…”, o algún mandamiento así. El problema es que nada lo sostiene y, promediando el filme, uno tiene la sensación de que está viendo una película de zombies que no se enteraron que son zombies. Y es difícil no mirar a Gosling a los ojos pensando que siempre está a punto de lanzar una carcajada, mirar a cámara y decirle a Refn que se deje de joder…
La historia es imposiblemente básica, pero tiene algunos puntos que la tornan un poco más interesante en la segunda mitad, cuando ya es difícil volver a entrar en la película y en el clima moroso que propone. La trama tiene a Gosling en el rol de Julian, un norteamericano que ha huido a Tailandia, donde maneja un club de box en el que también se trafican drogas. Su hermano mayor, de sacado nomás, no tiene mejor que idea que matar a una prostituta menor de edad por lo cual un misterioso personaje llamado Chang, que oficia de policía, juez, gangster o dueño de la verdad absoluta, lo hace matar por el padre de la niña.
Chang es el enemigo de turno del filme, aunque en el ángulo más interesante que tiene la película, bien podría ser considerado el héroe. Un hombre tailandés que camina todo el tiempo muy lentamente (con ese ritmo parsimonioso, duro y autoconsciente de sus propios pasos que tienen para caminar muchas personas cuando se prende una cámara) y que es un experto cantando karaoke, representa al “Dios” del título. Y tiene el hábito de liquidar a sus enemigos con una especie de filosa y enorme espada sin punta que carga siempre en su espalda. Lo ayuda, claro, a su parsimoniosa aunque feroz forma de matar, que sus rivales no puedan nunca moverse. Calculo que si cualquiera de ellos pudiera caminar a paso normal, Chang nunca lo alcanzaría. Por suerte para Chang todos caminan igual de lento y mirando el empapelado rojo, por lo cual no hay problema de persecución alguno. Cada enfrentamiento es, básicamente, un shock violento y rápido, con excepcion de dos, sobre el final, que no conviene adelantar.
A la media hora del filme aparece un elemento que será central y que es lo mejor de
ONLY GOD FORGIVES: Kristin Scott Thomas, que interpreta a la madre de Gosling y la verdadera “Lady Macbeth” detrás de estos hermanos, la que liderará la supuesta venganza de la que Julian no quiere hacerse del todo cargo (su incapacidad de abordar el rol de vengador es un elemento que el filme no explora lo suficientemente bien). Scott Thomas sobreactúa como nunca su papel, tornándolo algo ridículo pero vivo, absurdo pero intenso, y gracias a ella esta película de zombies respira cada tanto, recibe una especie de shock eléctrico que la despabila.
El problema narrativo que genera el papel de Scott Thomas es que gira el asunto de la revancha a un asunto edípico sin resolver entre madre e hijo, con problemas familiares ad hoc y que le dan al filme otro eje vagamente shakesperano que Refn no tiene mucha idea cómo trabajar. Eso sí, genera la única escena divertida del filme entre madre, hijo y una prostituta tailandesa que se hace pasar por su novia.
Dedicada a Alejandro Jodorowsky (de quien Refn es fan) y con Gaspar Noé -cuya
ENTER THE VOID tiene algunas similitudes estéticas con este filme- entre los agradecimientos,
ONLY GOD FORGIVES es uno de los puntos más flojos de esta competencia. Y de la carrera del realizador de la trilogía
PUSHER.