Ayer volví a ver Perros de Paja y la presentación de Susan George es un plano a sus tetas sin sostén, de locos.
Es algo sublime toda la película, pero lo realmente fascinante es su ausencia total no ya sólo de corrección política en sus puntos básicos sino de cualquier resquicio de racionalidad en las escenas clave, es tal el salvajismo y el pesimismo de la película que no sé ni cómo explicarlo.
No hablo ya de lo más conocido como lo de la mujer, la provocación previa a la violación, la violación con "síndrome de Estocolmo", o el epílogo con Hoffman mandando a tomar por culo a la mujer, sino de cosas como que la "referencia moral" de la película, como es el personaje de Hoffman, es un marisabidillo pijo acomplejado a muy poquito de ser repelente y de hacer simpatizar con las risas de los paletos, que el gran asedio final dirigido por ese viejo (que da pavor sólo de verlo) no va en ningún momento contra Hoffman sino con una excusa bastante justificable como es el secuestro y desaparición de su hija (está claro que hay prejuicios contra el tonto, que su hija es una zorra, pero para más inri, sin querer el tonto la ha matado y la troupe del padre no lo sabe!), que Hoffman decide proteger al tonto sin tener ni puta idea de si es un pederasta, que un violador hace justicia con otro violador más chungo y que la mujer, al final, no tiene ni idea de con quién va y, si nos ponemos en su pellejo, es hasta normal que tenga dudas. Cómo me gustaría leer algo de Pan Metron sobre esta película.
La única verdad palpable es que Hoffman estalla a lo grande (y lo que disfrutamos) y se aferra a una de las normas básicas de la sociedad moderna: la propiedad. Todo lo demás es fascinantemente ambiguo.
Absolutamente única.