PECKINPAH

[QUOTE="Ropit, post: 1378343, member: 620"personaje de Hoffman, es un marisabidillo pijo acomplejado a muy poquito de ser repelente y de hacer simpatizar con las risas de los paletos, [/QUOTE]

Joooo... Pues es un personaje muy Sorel... :pensativo :mutriste

No digo que sea la mejor, aunque sin duda está entre las mejores, pero es mi personal pelicula de Peckinpah favorita, quizas, junto a Kid. Si, si, Grupo Salvaje y compañia son Stendhal, pero en mi corazón soy un marisabidillo pijo acomplejado y claro...

¿Alguno aquí ha visto noon wine?
 
personaje de Hoffman, es un marisabidillo pijo acomplejado a muy poquito de ser repelente y de hacer simpatizar con las risas de los paletos,

Joooo... Pues es un personaje muy Sorel... :pensativo :mutriste

Yo creo que ese perfil de personaje es clave, el entorno hostil que estalla en violencia lo provocan tanto los del pueblo con sus fechorías como la represión que lleva encima Hoffman y como choca y alimenta la atmósfera que genera la violencia. De hecho la que le provoca más represión e ira contenida es su mujer que, no olvidemos, seduce a los paletos, incita a Hoffman a enfrentarse a ellos y él, en lugar de canalizarlo, va tragando mierda y acomplejándose más y esto, a su vez, provoca más actitud hostil de los pueblerinos. Los 3 entes de la película (él, ella y los del pueblo) se retroalimentan todos entre sí para hacer estallar la bomba.
 
lo realmente fascinante es su ausencia total no ya sólo de corrección política en sus puntos básicos sino de cualquier resquicio de racionalidad en las escenas clave, es tal el salvajismo y el pesimismo de la película que no sé ni cómo explicarlo.

Yo siempre la había visto como una especie de documental sobre animales salvajes; me daba la impresión de que, en cualquier momento, saldría el director mirando a cámara comentando las jugadas en plan El Hombre y la Tierra; más adelante leí (en el libro de Simmons) lo de la obsesión de Peckinpah por ciertas obras de Robert Ardrey (Strother Martin fue el que lo inició en ellas) y todo encajó finalmente en mi cabeza.

La única verdad palpable es que Hoffman estalla a lo grande (y lo que disfrutamos) y se aferra a una de las normas básicas de la sociedad moderna: la propiedad. Todo lo demás es fascinantemente ambiguo.

Lo de la propiedad yo lo matizaría; en realidad pienso que se trata de pura territorialidad animal (la película casi tiene más de etología que de antropología). Es fascinante el hecho de que, antes de que el personaje de Hoffman vea amenazado su territorio y explote, son los del pueblo los que sienten amenazado el suyo; y aún más fascinante como lo van tanteando desde el principio y cómo le van perdiendo progresivamente el respeto: ahí están esas preguntas que le hacen acerca de la violencia en el país del que procede (casi acojonados) y cómo sus respuestas y demás acciones acaban por transformarlo, ante sus ojos, en un tipo débil, extraño y pusilánime... y por lo tanto una amenaza para su supervivencia (como el "tonto" del pueblo). En esa pérdida de respeto hay mucho de la personalidad del director, que también castigaba con virulencia las debilidades de los demás (tal vez porque él también se sentía débil y se odiaba por ello; todo el tema de los despidos, etc.) y sentía un respeto instintivo hacia los que no se dejaban intimidar (la anécdota con Ben Johnson en el rodaje de Mayor Dundee es un ejemplo perfecto); una personalidad compleja, donde también había inseguridades y contradicciones, pero siempre honestidad (e incluso humildad).

Para mí, lo más interesante de la condición burguesa del personaje de Hoffman no es tanto lo de la propiedad, como la negación de lo instintivo del ser humano (toda la crítica al pensamiento políticamente correcto que, desde entonces, aún sufrimos). Él es un pacifista que niega la propensión natural del hombre a la violencia (es un reprimido y por eso acaba por explotar... lo está deseando sin ser consciente de ello); y es imposible resolver o atenuar un problema si se niega (algo básico en psicología). Las costumbres y el pensamiento moderno nos dicen que tenemos que negar nuestros instintos por cojones (es decir, por ley, como hace el policía del pueblo) y así es imposible mejorar nuestro comportamiento o evolucionar; sólo nos convierte en seres frustrados que, al agitarse un poco la botella, explotan y mandan el corcho a Parla. De eso va la película, creo: de aceptarnos sinceramente tal y como somos para poder avanzar. De hecho, la superioridad intelectual del personaje de Hoffman hace que su violencia sea más refinada, devastadora, eficaz y cruel... aún más peligrosa (y por eso logra imponerse a los asaltantes), en lo que parece una velada referencia a la carrera nuclear. Del mismo modo, a la hora de recrear ciertos instintos, frustraciones o deseos reprimidos femeninos, Peckinpah no está criticando, censurando o juzgando a la mujer desde un prisma moral; sólo trata de describirlos, de hacerlos conscientes y de resaltar el peligro real que su negación (por parte de ciertas corrientes de pensamiento) puede acarrear. El mundo (y el ser humano) no es lo que nosotros queremos que sea; es lo que es. Y si no miramos de frente su rostro menos amable, nos podemos llevar un leñazo de impresión (tanto como individuos, como como especie).

¿Alguno aquí ha visto noon wine?

No... y no será por ganas (no es la primera vez que la recomiendas). Estoy deseando poder comprarla, pero nadie parece interesado en editarla en dvd.
 
Revisitada Perros de paja. Talmente de acuerdo con vuestras impresiones. Y lo mejor de todo es que esa violencia atávica, animal, primaria... está enfocada desde el prisma de unos personajes que no saben hasta que punto la están realizando. Dustin Hoffman está defendiendo su castillo de la horda primitiva; y percibimos que lo disfruta, no es una venganza pero hay algo de regocijo llegado a un punto... sin saber que la violación de su mujer llevaría esa defensa hacia otro lugar o con otra perspectiva. La horda cateta justifica toda esta agresión en interrogar al pederasta oficial del pueblo; sin conocer que la chica ha muerto entre sus manos y que entonces sería un acto de pura venganza y por tanto mucho más enfocado al odio. Es decir toda esta dosis de violencia sin que realmente uno y otros sepan lo que de rendir cuentas anda en juego...
 
El otro día vi Duelo en la Alta Sierra y es un bombón de película, en horita y media como es capaz de transmitir tanto en la relación interna entre los 2 protagonistas (lo que han pasado juntos, lo que fueron, lo que son), la influencia que ejercen sobre el tercero en discordia, su intrahistoria de amor y todo lo que rodea a ella y, sobre todo, el núcleo dramático, tan Peckinpah, como es ese enfrentamiento a un entorno hostil y lo bien narrado que está.

La expectativa que tenemos durante la primera parte de llegar a Sodoma y Gomorra cuando nos encontremos ese campamento para buscar oro en la Alta Sierra, lo bien integrado que está en la historia el hecho de que ella busque a gente de ahí y, en esa fase central, entramos en uno de los hitos de esta película: su magnífico uso del humor, y ojo que estamos hablando de una película poética, trágica y violenta. Cuando, efectivamente, ella entra en contacto con Sodoma y Gomorra, la película adquiere tintes de humor surrealista, el típico humor de borrachos que en Ford es discutible :cuniao, aquí es indiscutible, el juez borracho tiene toda la lógica interna del mundo porque sino, qué pinta un juez ahí si no es para emborracharse e ir de putas? La esperpética boda en el burdel con las damas de honor, el over-the-top peckinpahiano más controlado que nunca, enlazado con la parte más dura de la película con violencia de género, intento de violación ...

Y claro, con todo este polvorín fantásticamente armado durante los 2 primeros tercios, cualquiera se pierde el desenlace, con bombas internas que tienen que explotar, la amenaza externa que puede atacar en cualquier momento en medio de ese maravilloso paisaje montañoso. Y para colmo, lo mejor de la película es la última e inolvidable escena.

Lo paradigmático es que casi todo Peckinpah ya está en esta película solo que más controlado: la amistad traicionada, 2 protagonistas como 2 caras de uno solo, el compromiso de la palabra como elemento clave, la violencia (soterrada y explícita) a lo largo de todo el relato, alcohol, putas, violaciones, ...
 
¡Vaya ciclo te estás metiendo entre pecho y espalda, Ropit!

Duelo es una joyaza de las que te limpian por dentro. Por destacar algo, me parece fabuloso cómo el director dota de mayor densidad a los personajes utilizando recursos estrictamente visuales (casi de cine mudo); la cámara se recrea en sus rostros, en sus reacciones ante lo que ocurre o lo que están escuchando (la mirada de L.Q. Jones antes de morir, los gestos contrariados de Scott, la furia asesina de ese Oates crispado agarrando el cuchillo después del baño involuntario o disparando con frustración a las gallinas, etc.). Es un verdadero festín.

Lo del humor que comentas yo lo veo como un caramelo envenenado (ella también se ríe... al principio). Por ejemplo, las carcajadas que pueda despertar esa escena del baño sorpresa se cortan en seco con la gélida reacción de un fulano dispuesto a apuñalar a sus familiares (por semejante nimiedad); o la aparentemente alegre y festiva boda arrastra un constante poso de incomodidad que acaba por explotar con el repugnante sobeteo de los hermanos y la violencia final del novio (Peckinpah nos pone en la piel de ella, mientras camina(mos) angustiosamente hasta lo que parece un callejón sin salida).
 
A mí Duelo me parece la segunda mejor película de Bloody Sam tras Grupo salvaje. Aprecio casi todo su cine, y muero por Pat Garrett & Billy the Kid, pero es que en Duelo tienes a un tipo que cuida mucho lo formal y le da un envoltorio fascinante a su historia crepuscular. Por entonces Peckinpah aún no estaba de vuelta de todo y da la impresión de que estudiaba mucho las composiciones de la puesta en escena, tal vez porque él mismo aún no se había envilecido tanto. Años después su cine se embrutece más y se nota algo desaliñado, tal vez más procedente de las tripas, más vomitado, más tortuoso. En cambio, en Duelo conserva un control más férreo de los mecanismos. Obra total.
 
Yo tengo problemas entre ésta y Pat Garret como segunda gran obra de Sam... Garret es mucho más moderna, más icónica, con momentos de gran cine más intensos.... Pero no sé porqué creo que me quedo con ésta, a caballo entre el viejo Hollywood y el moderno. Será quizá la última gran película clásica del Oeste? Estará en el fondo Randolph Scott al morir, mirando hacia una forma de hacer cine que se apaga?
 
Yo creo que Peckinpah, visualmente, fue un portento toda su carrera, tenía un gran sentido de la puesta en escena y se demuestra en cualquiera de sus grandes obras (casi todas) sean primerizas o tardías. Lo que pasa en Duelo en la Alta Sierra es que es la más clásica en su puesta en escena, en sus encuadres, en sus interpretaciones, pero magníficos encuadres e ideas visuales los tienes en cualquier buena suya, Pat Garrett, por ejemplo, es un espectáculo audiovisual. Peckinpah es un revolucionario también en la forma y en Duelo en la Alta Sierra todavía no se había desatado esa revolución (que también está relacionada con la propia revolución del propio cine en los 60, como escuché muy bien una vez Pat Garrett es el western que hubiera rodado Antonioni). Yo creo que es un error muy habitual confundir clasicismo con cuidado formal, y con ese error se ha tildado, por ejemplo, a Scorsese de descuidado.

Carrion, lo del humor es tal como dices, el humor en Peckinpah es un humor trágico, surrealista, a veces poético, rara vez feliz ni como alivio, pero está muy presente en su filmo, Cable Hogue y Alfredo García, cada una de diferente manera, son 2 películas con mucho humor.

Yo me quedo con Perros de Paja después de Grupo Salvaje, pero Duelo, Pat Garrett y Alfredo Garcia (ésta sí que es única e inimitable) están ahí.
 
Duelo en la Alta Sierra es EL FINAL. Yo siempre la he entendido como el final del viejo Oeste, donde Peckinpah rinde tributo a los clásicos y ya inicia una nueva era en el acercamiento crepuscular al mito. Es impresionante cómo, bebiendo de precedentes ilustres, la hace suya.

No sé, tengo dudas respecto a las formas del cine del Peckinpah posterior. Disfruto como el que más con el embrutecimiento de la imagen, los montajes más cortantes o la narrativa más arriesgada. Es verdad que nuestro hombre extrae una poesía de la muerte y que es capaz de plasmar grandes momentos que trascienden como en el caso de Pat Garrett. Cuando digo "desaliñado" no lo digo para mal porque, ya sea deliberadamente o no, le funciona. Igual desaliñado no es la palabra adecuada. A lo que me refiero es que si coges el caso de Grupo salvaje, te das cuenta de que ahí Peckinpah hace una película moderna y rompedora, pero, excepto el montaje y el ralentizado, creo que mantiene unas formas clásicas. Luego, aunque me gustan mucho sus películas, creo que no está tan inspirado formalmemte...
 
Será quizá la última gran película clásica del Oeste?

"Over the Mountains
Of the Moon,
Down the Valley of the Shadow,
Ride, boldly ride,"
The shade replied—
"If you seek for Eldorado!"

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Fill your hands, you sons of a bitch!
 
Será quizá la última gran película clásica del Oeste?

"Over the Mountains
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-Mr. Books, How is it you've killed so many men? My spread wasn't much bigger than yours.
-First of all,friend, there's no one up there shooting back at you. Second, I found most men aren't willing, they bat an eye, or draw a breath before they shoot. I won't.
 
Será quizá la última gran película clásica del Oeste?

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Será quizá la última gran película clásica del Oeste?

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Killing malos peoples desde 1876.
 
La cruz de hierro

Única incursión de Sam Peckinpah en el género bélico, ya en la última etapa de su trayectoria. No hay mucha novedad en cuanto a argumento; pelotón de soldados, luchas de poder entre los mandos militares, efectos devastadores de la contienda, etc. salvo que los protagonistas aquí son los alemanes, en lugar de los aliados, y el frente ruso es el apocalíptico escenario que preludia una derrota irremediable, inminente. La rivalidad entre el sargento Steiner (Coburn) y el coronel Stransky (Schell) es el eje de la trama, habiendo un claro posicionamiento a favor del primero. Stransky; aristocracia, privilegios de estirpe y de clase social, filosofía típica del nazismo. Sentido del honor, ganar la gloria por necesidad. Steiner; no hay más realidad que la guerra y sus horrores. Pesimismo vital y ausencia de valores. La violencia es su mundo y su medio natural, fuera del cual no concibe su existencia. Refugio en el coraje y en la camaradería de sus hombres. En cualquier caso, la película vuelve a lanzar un mensaje inequívoco y polémico... todas putas. Y una cosa muy importante, que si no hubiera alcohol, habría que inventarlo.

Los créditos iniciales son imagenes de archivo de la Alemania nazi, al son de una canción infantil. La narración se encuentra salpicada de elementos escabrosos; un cadáver aplastado entre el fango, unos soldados dementes comiendo ensalada, homosexualidad entre cómica y absurda, una dolorosa (y merecida) castración... el breve segmento del hospital es prácticamente cine surrealista (esas heridas y mutilaciones siniestras), por no hablar del pelotón de mujeres soviéticas, sin comentarios. Las escenas de batalla muestran el sello característico del autor, una violencia hiperestilizada que se recrea en la destrucción, en los cuerpos saltando por los aires... el abuso de la cámara lenta alcanza una dimensión operística (ej. la muerte de los compañeros de Steiner). Mucho peso del montaje, por momentos frenéntico, el relato de los hechos llega a ser atropellado, con transiciones bruscas de tiempo y lugar, y unas secuencias bélicas alargadas, caóticas, donde no es sencillo seguir el hilo. Diálogos hechos de frases lapidarias (“le mostraré el lugar en que crecen las cruces de hierro”, “¿qué haremos después de la guerra” - “prepararnos para la siguiente...”).

Denostada en su momento, reivindicada como una influyente obra maestra tiempo después, no me parece ni mucho menos una obra redonda y pulida. Cine agónico, lleno de bilis, irregular, con dos cojones. El final, esa risa del prota, ese morir matando cuando todo está perdido y ya da igual... menuda declaración de intenciones.
 
Hay un par de cosas con las que no estoy de acuerdo:

Stransky no tiene nada que ver con el nazismo. De hecho, en una de sus conversaciones con Steiner (en la que ambos recuerdan que el régimen nazi propugnaba la abolición de las clases sociales) deja meridianamente claro que desprecia abiertamente a Hitler y su partido. Eso hace que los dos empaticen por primera vez en toda la película... y, en ese sentido, es muy significativa la escena posterior en la que el propio Steiner se niega a contribuír a la caída del aristócrata prusiano testificando contra él; pide unos días más de margen para dar su versión definitiva, pensando que el de Stransky no es un caso perdido (simplemente se trata de un privilegiado que ha vivido entre algodones toda su vida y que necesita un baño de realidad para madurar).

Ahondando un poco en esto, se me ocurre decir que La cruz de hierro no es (en absoluto) una película antibélica... sino antiautoritaria. Peckinpah no critica la propensión natural del hombre a la violencia (para él sería como criticar que el sol salga por las mañanas) sino la desnaturalización de la misma. Y aquí le vuelve a salir la vena romántica (algunos dirían que reaccionaria) del salvaje oeste. El mundo es un sitio conflictivo y hostil donde los seres humanos, de forma natural, se agrupan para apoyarse y protegerse (familia, tribu... en este caso el pelotón hace esa función, fuera del control de los mandos... o estimulado por ellos para que cumplan más eficazmente su artificial encomienda -por eso le dan tanta manga ancha a Steiner-). El líder natural es el que se gana el sincero aprecio y respeto de sus compañeros; el que se pone delante el primero para afrontar los peligros. Las grandes sociedades modernas, sin embargo, están dirigidas por gentes extrañas (con intereses y motivaciones que la tropa muchas veces no comparte ni comprende) que, desde la seguridad de la retaguardia, pueden ordenar a sus soldados que combatan a otros (a los que ni siquiera conocen). Hablamos de ello al respecto de Mayor Dundee: afectos y odios naturales frente a normas y leyes que hay que cumplir en un estado que te dice quién es tu enemigo (aunque no lo conozcas de nada ni tengas, en principio, nada personal contra él). De hecho, aquí sale otra vez Senta Berger en un papel similar ("Violence must stop" le dice a Steiner... cuya respuesta es echarse a reír).

Steiner sí resulta ser un líder natural: lucha por sus hombres, se pone el primero en situaciones de peligro, protege a los débiles... mientras que Stransky es un subproducto de la decadencia de la sociedad moderna; el mimado descendiente de un Steiner de tiempos remotos que se ha encontrado todo hecho y que piensa que, simplemente por ser quién es, ya se merece estar donde está. Al conflictivo sargento, en el fondo, le da pena... porque sabe que su ruindad no es culpa suya, sino de una sociedad degenerada que le ha convertido en un ser ridículo, pusilánime y cobarde. Se apiada de su estupidez y de su sufrimiento porque son las propias convenciones sociales las que le presionan (a él y a su familia) para estar a la altura de su apellido ("un simple trozo de metal"). Los regímenes inorgánicos modernos (en este caso, totalitarios) son retratados, pues, como entes que presionan y desnaturalizan al individuo. Por otro lado es acojonante lo vigente de esta película y de sus planteamientos... porque, en realidad, Stransky es un subproducto plenamente actual: no le interesa ser, sino aparentar ser; no le importa su condición de cobarde, siempre y cuando los demás piensen que es un valiente... escalofriante (en esta época de telerrealidad y redes sociales). Por eso, lo ridículo no es que se asuste (sólo un loco no se asustaría) sino que trate de mantener una pose flemática que nada tiene que ver con la realidad.

La cruz de hierro me parece una película brillante; brutalmente honesta y personal (absolutamente única). No hay héroes ni villanos, sólo seres humanos retratados a través de sus grandezas y sus miserias. Por eso tampoco estoy nada de acuerdo con lo que has dicho sobre el tratamiento de los personajes femeninos. Peckinpah retrata de forma inmisericorde al ser humano independientemente de su sexo. Ellas, al igual que los hombres, sólo tratan de sobrevivir en un mundo de locos cuyas reglas no han escrito. Hay un momento bellísimo (mágico, aunque brutal) en el que una de las prisioneras rusas apuñala al novato del pelotón aprovechando su ingenua atracción (natural) hacia ella; mientras lo hace, parece que se está apuñalando a sí misma y llora angustiosamente por él; por tener que quitarle la vida; por verse obligada a realizar un acto tan despreciable para intentar sobrevivir... y la cosa remata con el soldado pidiéndole a sus compañeros (mientras agoniza) que no le vengen, que no la maten, que sean clementes con ella (conmovedora muestra de humanidad, reconocimiento y empatía entre ambos). Una hermosísima, trágica y efímera historia de amor como sólo Peckinpah las sabía hacer. La obra de un verdadero POETA.

Por ese tipo de cosas es por lo que yo sí la considero una obra maestra (y una de las mejores películas bélicas de la historia). Las pequeñas (y superfluas) imperfecciones que pueda tener proceden principalmente de sus problemas presupuestarios y de la falta de entendimiento con algunos miembros del equipo (que no hablaban inglés); circunstancias que, por otro lado, le dan cierto encanto añadido a la película. El único momento verdaderamente chirriante, en lo que se refiere a narración y montaje, es cuando nos encontramos a Kruger en shock, diciendo que no quiere volver a estar solo nunca más (sus tres horas de aislamiento no están precisamente bien reflejadas en pantalla, pero se trata de una escena tan emocionante y conmovedora que, francamente, me da igual); por lo demás se trata de un trabajo excepcional (crudo pero virtuoso) que refleja en todo momento lo que debe, con una intensidad dramática fuera de lo común (el caos de las escenas de batalla; el rollo dadaísta del hospital; el suspense y la angustia que transmite la escena en que Stransky fuerza sibilinamente a su segundo a reconocer su condición sexual; etc.).

El inicio es glorioso: material de archivo que narra el auge y la caída, enfrentando caras sonrientes a cadáveres destrozados mientras el score dialoga también con las imágenes alternando (y repitiendo cíclicamente) música infantil, dramática, siniestra, una fanfarria militar casi cómica y ridícula... y finalmente la percusión desnuda enganchando con una estupenda escena que nos presenta a Steiner y a su pelotón asaltando una posición de morteros (una joya del género, como la posterior del puente). Y entonces pasamos a presentar a Stransky (arengando a sus hombres para que lo empujen -subido al sidecar de una moto- por el barro) y el conflicto (revelando su hipocresía cuando les dice, con risa nerviosa, a los otros oficiales, que lo que había dicho de "ganar la cruz de hierro", como motivo principal de su llegada, "era una broma"). En el encuentro que se produce finalmente entre ambos, Stransky tiene media cara manchada de barro (éste sí es un dos caras y no el de Nolan).

No sé, podría pasarme horas comentando esta maravilla... su lirismo es absolutamente único: el primer encuentro con el chaval ruso superviviente (o su trágica despedida); el cumpleaños del teniente y la camaradería que se respira; el instante en el que cantan todos en el campo bajo el son de la harmónica (que recuerda a cierta españolada que, según parece, le encantaba) celebrando ese breve momento de melancólica libertad (antes de la tragedia); la muerte de la mayor parte del pelotón a manos del fuego ¿amigo? (absolutamente desgarradora; no me extrañaría nada que Kubrick se hubiera fijado en ella para la parte de FMJ en que Ébano es acribillado); etc.

El desenlace abierto es otra genialidad indescriptible: ese juego de miradas entre Coburn y Schell; sus frases antes de unirse a la carnicería y... la risa... LA RISA... esa risa final de Steiner que se convierte en fantasmagórica al solaparse con otro brutal montaje de imágenes de archivo (escalofriantes instantáneas de crímenes de guerra) donde se acaban colando imágenes de... ¿otros conflictos bélicos? (¿tal vez Vietnam?) y rematando con la cita final de Brecht. Esto no hay nadie que lo pueda superar.

Reaccionario para unos (por su nostalgia y su visión pesimista, descarnada e incómoda de la naturaleza humana); liberal para otros (por sus críticas al poder establecido y su salvajismo anarquizante). Así era Peckinpah... un artista irrepetible.
 
Última edición:
Joder, que ganas de volverla a ver. Yo la recuerdo potentísima, básicamente, lo que se podía esperar del traslado de las tesis de Sam al campo de batalla, vamos, una salvajada romántica y triste y, para más inri, desde el punto de vista de los nazis.
 
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