Voces distantes, de Terence Davies
Film británico de los ochenta que narra la historia de una familia de Liverpool, desde la infancia de los hijos y los años de posguerra. “Distant voices, still lives” (Voces distantes, vidas tranquilas) es el título original, con una coma en medio, de igual modo la película la forman dos largos capítulos que tienen como nexo de unión el fallecimiento del padre (Peter Postlewaithe), una figura autoritaria y problemática que los tiene a todos en vilo. Clarísima autobiografía en forma de recuerdos y fragmentos, como si de un álbum de fotografías se tratase, donde diferentes épocas y momentos se van sucediendo de manera inconexa, sin llegar a expresar una idea concreta en su conjunto. No hay más argumento que las vicisitudes de una familia que podría ser cualquiera de aquellos tiempos, de unas gentes que viven su vida, se casan, tienen hijos... y en las reuniones familiares cantan como forma de estar unidos, para no perder la alegría en medio de una realidad gris.
Y no hay más. Hay, eso sí, una meticulosa puesta en escena con predominio del plano fijo (a la manera de retratos humanos, actores mirando a cámara incluso) y travellings muy medidos, lo cual puede generar cierta frialdad. Los personajes cantan mucho; la música tiene un protagonismo especial, desde composiciones religiosas a canciones populares inglesas, incluso como argamasa dramática (la propia narración es más “musical” que lógica y explicativa, siendo más costumbrista en su segunda mitad), de ahí que algunas relaciones no queden claras del todo, como si el director fuera el único conocedor de todos los vericuetos de la historia y tal ambigüedad fuera intencionada.
Una película algo suspendida en el tiempo y relegada al olvido, casi un “Zerkalo” a la inglesa, aunque desde luego sin ser tan radical.